El PP lleva una semana con el semblante bajo. Ni Pablo Casado, ni Teodoro García Egea, ni ninguno de los "pesos pesados" de la directiva nacional del partido -salvo con el anuncio del preacuerdo del primer gobierno de coalición de la democracia reciente entre el PSOE y Unidas Podemos- ha comparecido en los últimos siete días para plantear su posición ante una posible investidura de Pedro Sánchez. Las posturas en Génova 13 están muy marcadas: o abstenerse en segunda votación para permitir el desbloqueo político de España a cambio de romper con Unidas Podemos, o bloquear la formación de este gobierno como prometió en campaña electoral.
Una de las personalidades más reconocidas del PP, Alberto Núñez Feijoó, defiende el primer postulado. El presidente de Galicia ha repetido desde el pasado 10 de noviembre que su partido debería facilitar de alguna manera la investidura a Sánchez sin el alto precio que, para los populares, podría suponer que diputados de la orbe de Pablo Iglesias formaran parte del Consejo de Ministros. El líder gallego instó al líder socialista a pactar con su formación y con Ciudadanos para formar un ejecutivo constitucionalista y no depende de partidos como ERC, EH-Bildu o el BNG. Otra de las voces de relevancia que defienden esta postura ideológica es el líder del PP vasco, Alfonso Alonso, que defiende un ejecutivo de gran coalición entre el PSOE y el PP.
La segunda postura también está muy extenidida entre otros varones territoriales. El presidente de Castilla y León o el de la Junta de Andalucía, Alfonso Fernández Mañueco y Juan Manuel Moreno Bonilla, han criticado la postura de Sánchez y su preferencia a pactar con los morados. "Ya han elegido", dicen fuentes cercanas a sendos políticos. Esta línea dura del PP solo defiende un "giro de 180 grados" si vieran que la gobernabilidad se torna en algo imposible y se forzaran unas terceras elecciones. Un apoyo, el del PP, que costaría caro al PSOE, ya fuera a nivel autonómico o incluso a nivel nacional.
En la séptima planta del PP, donde está el despacho de Pablo Casado y de parte de la Ejecutiva nacional, guardan silencio. Voces oficiosas apuntan a que el líder de la oposición comparte la segunda idea. Sin embargo, hay mucho en juego. Por un lado, el auge de la ultraderecha. Una posible abstención podría endurecer el discurso de Abascal y los suyos que, aunque aseguraron que entenderían esta postura por parte de los diputados del PP, podría acusar a Casado de facilitar un ejecutivo de "los progres y los chavistas". Por otro, los pactos autonómicos: facilitar que Sánchez revalide su cargo al frente del Palacio de La Moncloa podría provocar la ruptura de pactos de gobierno con Ciudadanos en diversas comunidades autónomas. Una postura complicada la del PP, que se sitúa entre el desbloqueo del país y sus propios intereses.