El espíritu imperialista de Rusia parece una herencia de la ya extinta URSS. Y más desde que Vladimir Putin ostenta la presidencia del país desde 1999. Que la actual Rusia pretende mantener su esfera de influencia en torno a muchas de las ex repúblicas que conformaban la antigua Unión Soviética es un hecho. Y su anexión como horizonte.
Esgrimiendo razones tan peregrinas como la de proteger regiones de población rusófila, Rusia desde la disolución de la Unión Soviética, no ha cejado en su intento de fomentar, apoyar y reconocer independencias de pequeños territorios para luego anexionárselos.
Durante estas dos últimas décadas Abjasia y Osetia del Sur (Georgia), Transnistria (Moldavia), Crimea, Lugansk y Donetsk (Ucrania) han sido regiones de ex repúblicas soviéticas que han ido desmembrándose, entendiendo Rusia que debía intervenir, reconociendo su independencia y posteriormente subyugándolas militarmente con diversas excusas.
Abjasia, Osetia del Sur y Transnistria
El primero de los territorios donde estalló el conflicto fue en 1991, a la par de la disolución de la URSS, en Abjasia, una república autónoma que formaba parte de Georgia. El enfrentamiento entre abjasios de origen georgiano y abjasio –éstos apoyados por fuerzas paramilitares rusas–provocó que este pequeño territorio proclamase su independencia en julio de1992. Aun así no se evitó que durante dos años perdurase el enfrentamiento militar en la zona, reactivándose en 2006. En 2008 Rusia fue la primera nación en reconocer la independencia de esta república de 8.600 kilómetros cuadrados, seguida posteriormente por Nicaragua, Venezuela y Siria.
Osetia del Sur inició en 1991 un alzamiento contra Georgia, a la que había quedado anexionada tras la independencia de ésta. En cambio, sus vecinos del norte permanecieron en Rusia. El apoyo del gobierno de Moscú a la secesión fue firme. Proclamó su independencia en noviembre de 1991, aunque Georgia no la reconoció. Sería en agosto de 2008 tras una contraofensiva militar georgiana para recuperar la región cuando fuerzas rusas apoyaron a los insurgentes del sur reconociendo el gobierno de Putin la emancipación de esta minúscula región de poco más de 3.900 kilómetros cuadrados.
Transnistria, reducida región perteneciente a Moldavia de poco más de 4.150 kilómetros cuadrados que cuenta con un estatus jurídico especial, fue otra zona de conflicto donde Rusia a pesar de no reconocer su independencia no ha retirado su ejército desplegado allí desde julio de 1992, cuando Rusia, Moldavia y las autoridades regionales de Transnistria llegaron a un alto el fuego tras una guerra de un año con el objetivo de desmilitarizar la zona. Sin embargo, en junio de 2018 la ONU instó a Rusia a la retirada paulatina de su fuerza militar, sin que hasta ahora se haya producido.
Crimea, Donbás y…Ucrania
Ampliando su zona de influencia, en diciembre de 1999 Rusia firmó amistosamente con Bielorrusia –ex república soviética hasta la disolución de la URSS en 1991– un acuerdo supranacional denominado “Estado de la Unión” en la que se establece la confederación de ambos países con una clara finalidad, la unificación de las dos naciones mediante una integración progresiva política económica y militar.
En marzo de 2014 en Crimea, la pequeña península de 27 kilómetros cuadrados perteneciente a Ucrania y estratégicamente situada junto al mar Negro, los rusos étnicos, mayoritarios en la región, se alzaron en armas, tomaron el poder anunciando su independencia y celebraron a los pocos días un referéndum sin reconocimiento internacional en el que resultó mayoritaria la opción de la anexión a la Federación rusa, con más del 96% de votos afirmativos. Los insurgentes recibieron un importante apoyo aéreo, naval y terrestre del ejército ruso.
Casi paralelamente en Donetsk (8.900 kilómetros cuadrados) y Lugansk (8.300 kilómetros cuadrados) en mayo de 2014 los líderes prorrusos convocaron referéndums de autogobierno votando mayoritariamente ambas regiones independizarse de Ucrania. Los dos movimientos separatistas posteriormente solicitaron su anexión a Rusia lo que ha provocado que durante estos últimos ocho años haya habido escaramuzas militares entre fuerzas rusas y ucranianas en la región del Donbás, tratando Rusia de separarlas territorialmente de Ucrania. Moscú ha reconocido, ahora en febrero de 2022, la independencia de las dos repúblicas, manteniendo en estos años tropas desplegadas allí.
Y en la madrugada del 24 de febrero Rusia ha cumplido con la tan temida y anunciada amenaza de invasión de Ucrania con acciones militares terrestres, asedios y bombardeos sobre las más importantes ciudades ucranianas, como la capital Kiev, Jarkov o Mariúpol. Vladimir Putin considera a Ucrania germen de la Madre Rusia y siempre se miró con recelo su separación. También ha contribuido a la escalada militar la idea de que un objetivo futuro de la OTAN fuese admitir como miembro de pleno derecho a Ucrania, alarmando a las autoridades rusas que ven como el “enemigo” se les acerca. Más si cabe después de que en el año 2000 ya fueron las repúblicas bálticas –Estonia, Lituania y Letonia– las que se integraron en la estructura militar de la Alianza Atlántica.