Este lunes se hacía público que Iñaki Urdangarin y la infanta Cristina han tomado la decisión de emprender caminos separados después de que él fuera fotografiado de la mano de Ainhoa Armentia, una de sus compañeras de trabajo. La noticia ha provocado un aluvión de reacciones, entre ellas, la de uno de sus protagonistas. Un tumulto de micrófonos y periodistas ha esperado en la Calle de los Fueros de Vitoria la salida del ex duque de Palma del despacho de abogados Imaz&Asociados.
El todavía cuñado del rey Felipe VI ha abandonado el bufete cabizbajo, con una mascarilla azul e intentándose abrir paso entre las cámaras. Parco en palabras, Urdangarin ha respondido con un escueto: "Está todo dicho, les agradezco el interés. Muchas gracias", mientras avanzaba rodeado por la comitiva de medios hacia su bicicleta, con la que se ha marchado rápidamente de la escena.
Antes, la propia Armentia se pronunciaba también ante la prensa, aunque no para ofrecer su opinión sobre el divorcio de Iñaki y doña Cristina, sino para pedir que dejen en paz a los suyos. "Os pido por favor que respetéis la intimidad de mi familia", ha solicitado a los periodistas la abogada, que está casada y tiene dos hijos.
La hija mediana de los Eméritos y el que fuera jugador de balomnano han decidido, "de común acuerdo, interrumpir su relación matrimonial", según aseguran ambos en un comunicado remitido a la agencia EFE y en el que también subrayan que el compromiso con sus cuatro hijos "permanece intacto". "Dado que es una decisión de ámbito privado, pedimos el máximo respeto a todos los que nos rodean", reza el texto de la breve nota en la que formalizan su separación de cara a la opinión pública.
La relación de Iñaki Urdangarin y Cristina de Borbón comenzó en julio de 1996, durante la celebración de los Juegos Olímpicos de Atlanta. Un año más tarde, se casaron en la Catedral de Barcelona ante 1.500 invitados. Tienen cuatro hijos –Juan Valentín, Pablo Nicolás, Miguel e Irene– y el próximo 4 de octubre hubieran cumplido 25 años de matrimonio.
En junio de 2015, don Felipe despojó a su hermana del título de duquesa de Palma ante la negativa de ésta durante más de tres años a renunciar a sus derechos de sucesión al trono de España. Todo, para tratar de sacar a la Monarquía de la crisis institucional provocada por el 'caso Nóos', la trama sobre los negocios irregulares de Urgandarin, por la que la pareja fue investigada judicialmente. La Infanta fue juzgada y absuelta, mientras su esposo fue condenado a una pena de prisión de seis años y tres meses.
En junio de 2018, el aún cuñado de los Reyes ingresó en la cárcel de Brieva (Ávila), donde cumplió cinco años y diez meses de condena. Desde este pasado verano, se le permite seguir cumpliendo su pena en su domicilio y está sometido a controles semanales.
Tras la abdicación de Juan Carlos I, en 2014, la Casa del Rey comunicó que la Familia Real quedaba limitada a los nuevos monarcas, sus hijas –Leonor y Sofía– y los padres de Felipe VI, don Juan Carlos y doña Sofía. De esta forma, las infantas Elena y Cristina pasaron a ser simples familiares del soberano y no perciben ninguna asignación económica con cargo a los Presupuestos Generales del Estado.