Castilla y León ha movido la primera ficha de un dominó que, paulatinamente, irá haciendo caer al resto de fichas del juego a lo largo de casi dos años y que culminará con las elecciones generales de 2023 en el caso de que Pedro Sánchez quiera agotar la legislatura. Casi sin esperarse, Alfonso Fernández Mañueco apretó el botón electoral de una de las comunidades en las que impera la España Vaciada, adelantándose a su compañero de partido y homólogo andaluz, Juan Manuel Moreno Bonilla, antes que el PSOE pudiera presentar una nueva moción de censura contra su persona -podría a partir de marzo, cuando se cumple un año de la anterior-, e hizo que todos los actores políticos se pusieran en posición electoral.
El presidente castellanoleonés inaugura así una temporada electoral que no se esperaba tan precoz. Tras la convocatoria de Castilla y León, Andalucía podría llamar a sus ciudadanos a las urnas tras el bloqueo parlamentario del PSOE y Vox a cualquier iniciativa del gobierno andaluz de coalición. Moreno Bonilla podría convocar las elecciones incluso antes de la celebración de los comicios castellanos, el 13 de febrero.
Pablo Casado ha visto en estas elecciones una oportunidad para fortalecer aún más su candidatura a la presidencia del Gobierno de España. De los resultados de barones como Mañueco o Bonilla dependerá su propia legitimidad, aunque el líder de la oposición puede respirar tranquilo: si se cumplen los sondeos, sendos líderes populares obtendrían un gran resultado electoral, parecido al de la madrileña Isabel Díaz Ayuso. No obstante, habría que ver la fuerza que Vox obtendría de las urnas, pues Santiago Abascal ha amenazado con no regalar sus votos “gratis” y ha pedido entrar en los gobiernos autonómicos para votar “sí” a la investidura de candidatos populares. Sin embargo, desde Génova 13 confían en que el resultado será tan bueno que podrán doblegar a Vox y conseguir aunque sea su abstención para poder gobernar en solitario.
Y tras esta primera oleada de urnas, votos y resultados, como si del Covid-19 se tratara, llegará una primera “meseta y descenso” de la tensión política que solo servirá para prepararse, ideológica y socialmente, para la siguiente oleada no menor que la anterior: las elecciones autonómicas y municipales de mayo de 2023. Todos los partidos deberán afanarse para intentar tener el mejor resultado posible: el PP intentará aprovechar el tirón de varios líderes autonómicos para pasar de un mapa con miles de puntos rojos a azules en una aparente crisis de la izquierda española. El PSOE, por su parte, intentará frenar su caída y reforzar su proyecto e incluso la imagen del líder del Ejecutivo.
Por último, el culmen de esta vorágine serán las elecciones generales. Este será el escenario definitivo, en el que se asienten todas las posiciones. Por un lado, habrá que ver hasta qué punto llega el proyecto político “abierto y plural” de Yolanda Díaz, que utilizará su posición en La Moncloa para justificar su proyecto político. El PSOE tendrá que medir sus propias fuerzas para que Díaz sea una socia que le apoye y no que le supere, algo que parece improbable. Por otro lado, el PP valorará si ha conseguido mantener su tirón electoral y medirá sus fuerzas con un Vox dopado de votos. En función e sus propias fuerzas en el bloque del centro-derecha, conforme al resultado que obtenga la bancada de enfrente, cada uno asumirá su propia realidad política. Veremos qué consecuencias tienen todas estas oleadas electorales.