Parece que no aprendemos. En una situación como la que vive no solo España, sino el mundo, tendrían que imperar sentimientos como la unidad, el respeto hacia el diferente y el reconocimiento al que no piensa como nosotros. Todo el mundo debería aplicar esta forma de concebir su entorno en estos tiempos, pero más la clase política. Ellos son, al fin y al cabo, los que toman las decisiones y los que tienen en sus manos el timón para determinar qué ocurre y qué no. Sin embargo, la primera sesión de control al Ejecutivo del año ha fulminado las pocas esperanzas de aquellos que pensaban que, con la entrada de 2021, la forma de hacer política iba a cambiar.
La primero es la actitud, altiva, del propio presidente del Gobierno. Pedro Sánchez se dirige al contrario, sea quien sea el que se ponga enfrente de él, con altura de miras y con la intención de oír, pero no de escuchar. El gabinete de comunicación del líder del Ejecutivo debería revisar la forma que tiene de tratar al Parlamento. Parece que no funciona. Además, se torna muy necesario el que responda ya no él, sino todo el Gobierno, a las preguntas que le plantea la oposición. Hasta en tres ocasiones el PP preguntó a Sánchez; a la vicepresidenta primera, Carmen Calvo; y al vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, la siguiente pregunta: "¿Por qué ha arrancado el informe del Consejo de Estado para ocultárselo a las Cortes?”. La callada por respuesta.
No menos llamativo es la forma que tiene la bancada de la oposición de comportarse cuando contestan los diferentes miembros del Gobierno sometidos a las preguntas del Parlamento, la sede de la soberanía nacional. ¿Esa soberanía nacional espera que los políticos que les representan conviertan la casa política de todos en un gallinero? A cada respuesta del Ejecutivo voces, murmullos y un ruido de fondo que molesta y no aporta nada al debate parlamentario. La presidenta del Congreso de los Diputados, Meritxell Batet, llamó al orden en varias ocasiones a políticos de diferentes partidos. “Respeten a quien tiene el uso de la palabra y no se escondan tras unas mascarillas porque se les reconoce igualmente”, aseguró la tercera autoridad del Estado.
Como podemos observar, ningún partido se salva. ¿Aporta algo tanto ruido, tanta descalificación personal? El Congreso dejó de ser hace tiempo el lugar de la palabra y el debate. Ahora recuerda más a la arena política de Atenas, en la que los gladiadores se debatían a vida o muerte por un par de aplausos.