Conexión España: la mafia calabresa ante el terror de sus descuidadas nuevas generaciones

Con las 4 detenciones en Italia, en abril, otro descabezamiento alerta al estado mayor de los Ndrangheta, de que los locales deben atar en corto a sus mujeres y a los jóvenes impetuosos.
Edurne García Ordóñez
España
19.05.2019
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Miles de millones de euros y dólares, desde los años 70, les han situado en lo más alto de la criminalidad mundial; hay quien les señala como la mafia más peligrosa del mundo a la par con la nigeriana. Se han asentado en todos los rincones del planeta: España, Portugal, Montenegro, Inglaterra, Alemania, Australia, Uruguay, Colombia…, para manejar (según ellos bajo el mandato de Dios), el secuestro, la extorsión, el mercado de la cocaína, heroína y hachís; el blanqueo de capitales, la falsedad documental y, por supuesto: el crimen organizado.

La dránqueta

Se llaman Ndrangheta (pronunciado La dránqueta) y siguen una estructura piramidal, donde el de arriba, el capo supremo, cuenta con un estado mayor, bajo el que aglutinan a los ‘locales’, o las decenas de familias que han jurado el libro de honor y su obediencia a los preceptos que contiene: el silencio. Asentados en el Sur de Italia, en la zona de Calabria, han desplegados sus células, con el arma infalible de mantener la boca cerrada, hasta más allá de la muerte; una circunstancia que afrontan con su última bala, “la que siempre tienes que guardar para ti”.

Los secuestros

Si comenzaron a la sombra de La Cosa Nostra (la mafia siciliana), con secuestros de empresarios y comerciantes vecinos de Calabria, por cuyos rescates pedían hasta 150 euros, su ambición y los problemas de descrédito que les causaron entre la población, les condujeron ante el inmenso mar de beneficios del tráfico de estupefacientes. Primero la cocaína, donde obtuvieron el reinado en Europa y un feudo en Colombia, donde gobiernan extensas plantaciones de coca y han consolidado toda una multinacional del transporte clandestino hacia el viejo continente.

El negocio

Dado que las familias crecen, la externalización de los negocios se impuso en los albores del siglo XXI, con nuevos palos con los que diversificar la oferta. Mientras tanto, en Calabria, se habían convertido en dueños y señores, a modo de un Estado paralelo, que ponía freno al desempleo juvenil, contrataba obras y servicios municipales que llevaban a cabo sus empresas. Como dijo uno de los fiscales anti mafia de Italia: “se convirtieron en el Robin Hood, robaban a los ricos, para distribuir oportunidades entre los jóvenes”. Pero nada más lejos de la realidad, mal que amparen sus acciones en la fe cristiana y apliquen a su familia el más arcaico sentido bíblico: obediencia, respeto y sumisión.

Los hijos

Lo que en realidad lograron con aquella segunda generación, con los hijos de los pioneros de la Ndrangheta, es convertirlos en cachorros sumisos al mandato de los locales y el estado mayor; obligados a ejecutar órdenes de cualquier alcance y tomar las esposas que los de arriba consideraban que les eran idóneas. Mujeres, a veces niñas, que perdían cualquier ápice de libertad que la República les otorga. En casa, mudas y cargadas de hijos, su destino dentro de la mafia es criar de la prole, atender las labores y complacer a su esposo.

Ricos

Aquella segunda generación, que comenzó a campar sin fronteras, mantenía el cuño de sus superiores sin cuestionarles ni atreverse a salirse de la línea trazada por los fundadores; amén de que en ello les iba la vida y la de su familia, el sometimiento les procuraba ascenso en la jerarquía y mejora salarial. Muchos han logrado hacerse con inmensas fortunas, de las que algunos alardean sin rubor y casi todos han desperdigado por lugares tan atractivos como la Costa del Sol o Miami, en inversiones inmobiliarias, siempre prestas al blanqueo. Con un poder adquisitivo de envidia; con el libro de honor debajo del brazo y con una nueva generación en marcha a la que poder dar cualquier capricho, lujo y deseo, al amparo de negocios florecientes en imparable ascensión internacional; pues con un panorama tan idílico y relajado, cuando más impunes se sentían, a la Ndrangheta le estallaron tres petardazos en la cara: la intervención de Policía y fiscalía especializadas; la rebelión de las mujeres, y el disloque de esos chavales educados a la sombra de pistolas y kalashnikov, entre oropeles y video juegos, y móviles de última generación, que blanden a bordo de coches de alta gama, de una a otra costa, cada cual más fashion.

La fisura

Algo se ha roto ahí dentro; y comenzaron las detenciones de los clanes familiares que, a su vez, respondieron con la velocidad de las balas, en un reguero de cadáveres que tiñó con la sangre de los chivatos y funcionarios el hasta entonces hermoso paisaje calabrés. En 2010, el acoso a uno de los grandes clanes, los Pesce, dio con media familia de del capo Giuseppe en la cárcel, incluidas sus mujeres, entre las que estaba la de uno de sus primos: Giuseppina Pesce (Yussi), la primera en colaborar con la fiscalía antimafia; la razón: era madre desde los 15 años de 3 hijos, de los que le resultó insoportable separarse, constatado con varios intentos de suicidio entre rejas. Yussi no ha conocido nada más allá que el abuso, maltrato y el cuidado de sus infantes.

En el búnker

Con el tirar de la mata y puesto al descubierto los más oscuros secretos de los Pesce y otras familias, las capturas se sucedían y los mafiosos eran sacados de sus búnkeres donde permanecían escondidos meses y años, en habitáculos construidos entre dobles paredes de sus mansiones, donde contaban con las comodidades a las que están hechos. El testimonio de esta mujer, hoy protegida y con nueva identidad, dio paso a otro de los episodios más terroríficos protagonizados por los Ndrangheta. En pocos meses mataron a más de 20 mujeres, un número que nunca podrá ser verificado, porque muchas de ellas fueron enterradas con certificado de defunción por suicidio o accidente.

Silencio roto

Por primera vez, los funcionarios contaban con información que les conducía en corto hacia los capos; por primera vez, la extrema represión a las posibles delatoiras, marcaba una clara diferencia: el silencio se ha roto; y, por primera vez, los cachorros de tercera generación detonaron de manera salvaje sus armas. Algo se había roto: el respeto hacia los Ndrangheta; y algo nacía, después de más de medio siglo: la colaboración policial internacional y el trabajo de los especialistas en esta pirámide del crimen. El 20 de mayo, 2013, se entrega Giuseppe (Peppe) Pesce, jefe de la Ndrangheta, después de evadir su detención durante 3 años (hay quien dice que fue un trato); el 1 de agosto, 2016, se sabe que Luigi Bonaventura, antiguo jefe, colabora con la policía, por citar solo algunos de los arrestos más destacados.

Conexión España

En España, el  13 de febrero, caen 4 capos de relieve internacional, ocultos en fincas de difícil acceso, de Granada y Jaén; en paralelo con otros 21 en Italia y la incautación de casi 200 kilos de sustancia estupefaciente. En marzo, van a prisión otros dos jefes de la calabresa, que operaban desde Villanueva del Pardillo (Madrid), a los que se les seguía la pista desde junio del año anterior. En abril, van a los calabozos los cabecillas de la familia Mancuso, junto con otros 33 del clan, en una operación que nos trae de nuevo a nuestro país. Aquí, Policía Nacional, vincula a los italianos con el clan de Los Castaña, narcotraficantes harto conocidos y protagonistas de aquella fuga del hospital, de uno de sus chavales herido de bala, al que sacaron sus primos y colegas de delito en volandas del centro sanitario, en el que trataban de asistirle.

Regreso a las bocas cerradas

Así las cosas, a los calabreses no les ha quedado más remedio que utilizar el terror que genera su violencia desmedida, en un intento de regreso a las bocas cerradas: por las buenas o por las malas, y rehacerse con mano dura entre las familias y entre aquellos que huelen su debilidad, y están más que decididos a arrancarles parte de sus negocios: por las buenas o por la malas, a golpe de tiros y vuelcos, donde los nuevos que quieren esa parte del millonario pastel, no dudan en hacerse con los alijos y establecer otras normas, menos seudo beatas y más sanguinarias. Ahora, el enemigo está dentro y fuera, y no necesariamente viste de uniforme, a no ser que lo empleen de disfraz para hacerse pasar por polis y llevarse la coca o los fardos de hachís. Al final de la segunda década de este siglo, los Ndrangheta tienen miedo y eso les hace mucho más peligrosos.

(La dránqueta) Ndrangheta) Crónica de la mafia calabresa

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