El juicio contra el exmayor de los Mossos d'Esquadra Josep Lluís Trapero ha arrancado con la comparecencia del exempleado público, que estaba al frente del cuerpo durante el asalto a la Consejería de Economía del Govern de Cataluña el 20 de septiembre de 2017. El máximo representante de los Mossos se ha desmarcado de la vía unilateral que seguía el gobierno autonómico, pero ha alabado el papel del cuerpo policial "porque hicimos lo que se nos dijo en cada ocasión", ha asegurado Trapero.
La Fiscalía pide 11 años de prisión por un delito de rebelión, algo que Trapero no comparte en ninguno de los casos. El que fue máximo líder de los Mossos ha asegurado que no fue impasivo en ningún momento ante las alertas de seguridad que vivió Barcelona el 20-S y el 1-O, afirmación que ha tachado de "impresentable". "El mundo no se acababa en Economía. Había muchos escenarios. No paramos en todo el día”, ha justificado.
El exmayor del cuerpo ha lamentado que no hubiera más agentes "para enviar" y ha echado balones fuera en lo relacionado con las decisiones tomadas para que los Mossos actuaran. “Todas las acciones de aquellos días fueron tomadas de manera consensuada por todos los mandos de la jefatura. Yo las asumo”, ha subrayado.
Se aleja de la rebelión y el independentismo
Trapero ha mostrado su presunto papel duro con los líderes soberanistas que ocupaban puestos en el Govern y, sobre todo, con Carles Puigdemont y Oriol Junqueras. El exmosso ha asegurado que advirtió de "los problemas graves y de seguridad ciudadana" que podría provocar poner urnas sin el visto bueno del Estado el primero de octubre. Tal fue el llamamiento del sector independentista que, ese día, los ciudadanos "se negaron a cumplir las instrucciones de un agente de la autoridad".
Por esto, y por la "desconfianza" que provocó su nombramiento al frente de los Mossos en varios sectores independentistas, ha asegurado que no actuó a favor de la vía unilateral. "Las leyes de desconexión del 6 y 7 de septiembre fueron una barbaridad", ha subrayado.