El 17 de mayo de 2019, hace ahora un año, las cofradías cordobesas se quedaron huérfanas de padre. El querido sacerdote capuchino Fray Ricardo de Córdoba moría en el Hospital Reina Sofía a los 72 años de edad tras permanecer ingresado en la UCI casi quince días a consecuencia de una taquicardia ventricular aguda, que lo tenía en coma desde el día 4 de ese mes.
El popular cofrade fue el artífice de la revolución estética que experimentó la Semana Santa de la ciudad durante los años 70 y 80. En los albores de la Transición, un joven Fray Ricardo empezó a dar entrada en Córdoba a imagineros sevillanos como Álvarez Duarte, Francisco Buiza o Antonio Eslava. Además del cambio de titulares, el fraile propició la revolución de los bordados, que él mismo se encargó de dibujar a innumerables corporaciones de forma desinteresada.
También impuso, como vestidor, una nueva forma de engalanar a las imágenes marianas. Su impronta continúa hoy en el atavío de numerosas dolorosas de la capital. En su faceta de predicador, lo fue de las grandes devociones andaluzas, incluida La Macarena en ocho ocasiones. En la segunda parte de la entrevista que Alejandro Aguilar concedió a Columna Cero, el comunicador cordobés loa la figura de Fray Ricardo, a quien conoció muy de cerca, sobre todo en sus últimos años de vida.
Con motivo del primer aniversario del fallecimiento del genial fraile capuchino, Aguilar destaca que la ciudad de la Mezquita nunca podrá agradecer a Ricardo del Olmo López (nacido el 1 de octubre de 1946 en la Puerta del Rincón) su empeño e inconmensurable trabajo para que la Semana Santa de Córdoba estuviera a la altura de las más renombradas de Andalucía.
¿Cómo conociste a Fray Ricardo de Córdoba?
Lo primero que tengo que decir es que mi relación con Fray Ricardo fue estrecha, pero lamentablemente ya en sus últimos años. Hay personas que estuvieron a su lado toda la vida y podrían hacer un perfil más exhaustivo. Yo lo conozco gracias a mi vinculación con la Hermandad de La Paz, de la que soy hermano. Fue a su regreso de Jerez de la Frontera, cuando se instala definitivamente en el Convento de Capuchinos. Un día, después de la eucaristía, me acerco a él y me presento. A partir de ahí, empezamos a compartir tertulias cofrades, a intercambiar opiniones y poco a poco me fui imbuyendo de su figura.
¿Y cómo era esa figura en este ambiente más íntimo?
Un manantial de reflexiones, de anécdotas… Era una fuente de sabiduría en todos los sentidos. Una fuente de sabiduría de la que los más jóvenes tenemos que aprender muchísimo. Sin duda era una persona muy atrayente, en el sentido más extenso de la palabra.
En tu opinión, ¿cuáles fueron sus principales aportaciones a la Semana Santa de Córdoba?
Son muchísimas. Solamente hay que ver que por la Carrera Oficial de la ciudad desfilan cada año más de 500 obras de Fray Ricardo. Eso ya nos puede dar una aproximación del legado que deja. Para mí, como hermano de La Paz, entre sus obras más importantes está el espectacular palio que en su día realizó para María Santísima de la Paz, el llamado 'palio de las palomas'. Destaco también el palio de la Virgen de la Merced o el de la Virgen del Rosario… Y evidentemente su obra magistral, el paso completo de la Virgen de los Ángeles de su Hermandad de El Císter.
Viviste junto a él muchos momentos de su última Semana Santa, la de 2019 ¿Qué recuerdas especialmente?
Pues la verdad es que es ahora con el paso del tiempo cuando analizas cada uno de los detalles. En aquel momento nadie pensaba que iba a ser su última Semana Santa. Como anécdota me quedo con algo que quizás poca gente sepa. Me refiero a su última aportación a los micrófonos del programa de Canal Sur Radio 'Paso a Paso'. Eso fue justamente en el jardín que hace unos días se ha rotulado con su nombre, en la Plaza de las Doblas. Era Lunes Santo, veníamos de Carrera Oficial e íbamos a ver en Colón a la Hermandad de La Estrella. Delante del paso de misterio, el compañero lo abordó y le realizó la que iba a ser su última entrevista radiofónica.
También viviste con él la última 'levantá' que le dedicaron…
Sí, eso fue el Viernes Santo, justo en el Arco del Triunfo, pasando el Puente Romano, al paso de la Virgen del Buen Fin, antes de entrar el palio en Carrera Oficial. Una imagen que, por cierto, él mismo trajo a Córdoba desde Sevilla. El busto estaba en una vivienda particular de la famosa Calle Feria de la capital andaluza. No llegó a tocar el martillo, pero el capataz le dedicó la 'levantá'. El Lunes Santo también compartí con Fray Ricardo la última vez que vio el palio de su Virgen de la Merced. Ahí tuve la suerte de que aceptase mi invitación a sentarse en el palco que tengo delante del Palacio Episcopal. Y digo suerte porque eran cientos los ofrecimientos como este que tenía cada día de la Semana Santa.
¿Es cierto que cada vez le gustaba menos la bulla?
Al menos lo que yo viví con él, así lo prueba. En los últimos años, los días de Semana Santa prefería pasar desapercibido. Ese Lunes Santo me dijo que el Domingo de Ramos había estado como invitado en otro palco, en esta ocasión en primera fila. Y con la sinceridad que le caracterizaba me confesó que había sido un agobio. "El nazareno, el capataz… ¡todo el mundo me saludaba! ¡Y yo quería que la gente estuviera pendiente del paso, no de mí!", recuerdo que se quejó. Yo creo que mi palco le gustó porque es una tercera fila, y allí se sentía más protegido, nadie le molestaba. ¡Tanto es así que el Viernes Santo repitió!
¿Cúando fue la última vez que viste a Fray Ricardo?
Me acuerdo perfectamente. Además, fue la última vez que recibí de él la comunión. Fue un martes, pasada la Semana Santa, que tuvo que sustituir al párroco del Carmen de Puerta Nueva. Lo recogí en el Convento de Capuchinos y fuimos andando hasta la iglesia. Recuerdo que en la homilía habló de San Pío V. Luego volví con él hasta el centro de la ciudad y nos despedimos justamente en el jardín que hoy lleva su nombre. Quedamos en vernos para tomar un café el lunes, después de las Cruces de Mayo, que empezaban al día siguiente. Esa cita nunca tuvo lugar, porque el sábado por la mañana me llaman y me comunican que estaba en la UCI.
¿Alguna vez te dijo cómo quería ser despedido cuando muriera?
Bueno, en un viaje a Sevilla, el último que hizo, también tuve la suerte de acompañarle. A la vuelta, en el coche, me comentó que quería ser enterrado vestido de fraile, con el hábito capuchino, evidentemente. Creo que es algo habitual entre los frailes. Pero él, con su particular gracejo, dijo: "A mí, el día que me muera, que me vistan de fraile, por si algún día me hacen santo y las cofradías quieren hacer relicarios para sus palios con mis ropajes".
Estamos de acuerdo en que se fue con la gran pena de no poder participar en el diseño del nuevo palio de La Paz. ¿Estuvo Córdoba a la altura a la hora de despedir a Fray Ricardo hace ahora un año?
Solamente voy a decir que en su entierro hubo alguna sorpresa. Gente que asistió y a la que no se esperaba. Aunque entiendo que nadie va a un funeral por 'postureo'. También hubo muchísimas ausencias. Eché en falta a numerosas autoridades civiles, militares y eclesiásticas de la ciudad. También a un gran ramillete de cofradías, empezando por sus máximos representantes. Me sorprendió también muchísimo la gran admiración que en Sevilla tenían a Fray Ricardo. Al hilo de la futura Coronación Pontificia de la Virgen de la Paz, yo le pregunté si hubiera aceptado pregonarla, y soltó un rotundo "no". Me comentó que "jamás" volvería a comprometerse a pronunciar un pregón. Él dio el de la Semana Santa de Córdoba en 1983 y decía que se había "cortado la coleta" con el del 450 aniversario de la Hermandad de Montesión (Sevilla).
¿Será la ciudad capaz de mantener su impronta y que pase de generación en generación?
Yo creo que la figura de Fray Ricardo, si se hacen las cosas bien y la Córdoba cofrade sabe trasladar el legado que él dejó a los más jóvenes, con los años ganará incluso más peso. Los cofrades cordobeses tenemos esa responsabilidad: situar la vida y la obra de Fray Ricardo donde se merece. Él estaba muy contento por haber vuelto a Córdoba. Recuerdo que una vez le pregunté qué pasaría si los capuchinos le obligaran a trasladarse de nuevo. "Dejaría de ser fraile", me contestó.
¿Hay alguien en la actualidad que pueda recoger su testigo?
Pasarán generaciones enteras y nunca habrá una persona tan completa como él. Fray Ricardo era todo. Era un personaje muy culto, sacerdote, fraile, pregonero, exaltador, predicador, diseñador, artista… Reunía todo lo mejor que puede tener un cofrade. Un amigo me dijo que lo definiría como "el Leonardo Da Vinci" de la Semana Santa de Córdoba.