El Papa emérito Benedicto XVI interviene directa y personalmente para expresar su opinión sobre el informe de abusos en la Arquidiócesis de Múnich y Frisinga, donde fue Arzobispo durante menos de cinco años. Lo hace con un texto con sabor penitencial, que contiene su "confesión" personal y una mirada de fe sobre la "grandísima culpa" de los abusos y encubrimientos.
En la primera parte de la misiva, Ratzinger agradece a quienes han colaborado con él en el examinar el material documental y preparar las respuestas enviadas a la comisión. Como ya había hecho en los días pasados, vuelve a pedir disculpas por el error, absolutamente involuntario, de su presencia en la reunión del 15 de enero de 1980 durante la cual se decide de acoger en la diócesis a un sacerdote que necesitaba tratamiento. Se dice también que esta "particularmente agradecido por la confianza, el apoyo y las oraciones que el Papa Francisco me ha expresado personalmente".
En la segunda parte de la carta, se señala que al emérito le llamaba la atención que cada día la Iglesia ponga en el centro de cada celebración de la Misa, "la confesión de nuestras culpas y la petición de perdón". Pedimos públicamente al Dios viviente que perdone nuestras culpas, nuestras grandes y grandísimas culpas". Está claro, continúa Benedicto, que "la palabra 'grandísima' no se refiere de la misma manera a todos los días, a cada día. Pero cada día me pregunta si hoy no debería hablar también de una grandísima culpa. Y me dice de forma consoladora que por muy grande que sea mi culpa hoy, el Señor me perdona, si con sinceridad me dejo escrutar por él y estoy verdaderamente dispuesto a cambiar a mi mismo".
Joseph Ratzinger recuerda sus conversaciones cara a cara con víctimas de abusos cometidos por clérigos. "En todos mis encuentros, especialmente durante mis numerosos viajes apostólicos, con víctimas de abusos sexuales por parte de sacerdotes, he visto en los ojos las consecuencias de una grandísima culpa y he aprendido a comprender que nosotros mismos nos vemos arrastrados a esta grandísima culpa cuando la descuidamos o cuando no la afrontamos con la necesaria decisión y responsabilidad, como con demasiada frecuencia ha ocurrido y ocurre".
"Como en aquellos encuentros – afirma el Papa emérito – una vez más sólo puedo expresar a todas las víctimas de abusos sexuales mi profunda vergüenza, mi gran dolor y mi sincera petición de perdón. He tenido una gran responsabilidad en la Iglesia Católica. Tanto más grande es mi dolor por los abusos y los errores que se han producido durante el tiempo de mi mandato en los respectivos lugares. Cada caso de abuso sexual es terrible e irreparable. A las víctimas de abusos sexuales va mi más profunda compasión y amargura por cada uno de los casos".
Por eso, Benedicto XVI dice que comprende cada vez más "el horror y el miedo que Cristo experimentó en el Monte de los Olivos al ver todas las cosas terribles que tendría que superar interiormente". El hecho de que los discípulos estuvieran dormidos en ese momento representa, desgraciadamente, la situación que se repite hoy y por la que también yo me siento interpelado. Así que sólo puedo pedir al Señor y a todos los ángeles y santos, y a ustedes, queridos hermanos y hermanas, que intercedan por mí al Señor, Dios nuestro.
Ratzinger concluye su carta con estas palabras: "Pronto me encontraré ante el juez supremo de mi vida. Aunque pueda tener muchos motivos de temor y miedo cuando miro hacia atrás en mi larga vida, me siento sin embargo feliz porque confío firmemente en que el Señor no sólo es el juez justo, sino al mismo tiempo el amigo y el hermano que ya ha sufrido él mismo mis desperfectos y es, por tanto, como juez, al mismo tiempo mi abogado (Paráclito). En vista de la hora del juicio, la gracia de ser cristiano se hace evidente para mí. Ser cristiano me da el conocimiento, además, de la amistad con el juez de mi vida y me permite cruzar con confianza la oscura puerta de la muerte".