Pilar Eyre ha sorprendido en su blog en una conocida revista. Según la escritora, Juan Carlos es el único responsable de que su hija mayor, Elena de Borbón, no tuviera opciones a ser la próxima reina de España. Hay que remontarse en el tiempo para explicarlo.
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Juan Carlos tuvo una conversación con Alfonso Suárez, durante la Transición, para pedirle un favor muy claro: “Solo os voy a pedir dos cosas para esa Constitución que vais a redactar… La primera ya sabes cuál es...”. El presidente del Gobierno, que tenía una gran relación con el monarca desde su etapa como director en televisión y que era consciente de su debilidad por el dinero, le contestó: “No me digas más, in-vio-la-bi-li-dad”.
Eso provocó que Juan Carlos le apuntase con el índice en uno de sus célebres ataques de cólera, según asegura la periodista: “¡Una mierda para los nuevos tiempos! ¡Elena no puede respirar y punto en boca! ¡No tengo que dar más explicaciones!”.
Según Pilar Eyre, Juan Carlos estaba convencido de que Elena no tenía ninguna condición para reinar. “Exacto. Y la segunda, que apartes a la infanta Elena de la sucesión. Mi hija mayor no está en condiciones de reinar”. Adolfo no estaba convencido e intentó protestar: “Peor eso es ir en contra de los nuevos tiempos”.
El pasado 6 de diciembre se cumplieron 42 años de la creación de esta Constitución que, según la autora de “Yo, el rey”, fue “con encargo” incluido: “La Corona de España es hereditaria (…) teniendo preferencia el varón sobre la mujer”. Por tanto, Elena quedaba apartada sin hacer nada para ello. Elena siempre ha sido el patito feo de la familia, la considerada torpe, la que no era capaz de seguir el ritmo del colegio, a la que tenían que contratar profesores particulares (como sucedió con Felipe, según Peñafiel) para al final que terminase sus estudios en un centro mucho menos exigente.
La vida de Elena no fue muy feliz: de joven tuvo que ir a una psicóloga de nacionalidad argentina y el secretario de la Casa Real, Sabino Fernández Campo, se convirtió en su acompañante no oficial ya que nadie se ocupaba de ella en los eventos. Además, lucía los trajes de Sofía de Borbón, sin realizarle retoques, y por lo que lucía un aspecto muy ñoño que llegó a provocar que su padre le dijera a su esposa: “Oye, ¿por qué no la vistes de otra manera? ¡No la vamos a casar nunca!”
Al final, se casó con Jaime de Marichalar en Sevilla. La prensa no pudo evitar las imágenes de la infanta tropezando con el velo mientras Juan Carlos tenía que aguantar el dolor: se había roto el brazo en Candanchú y cada movimiento de su hija, hacia el altar, le provocaba un dolor horrible.