El 2018 está siendo un año especialmente sangriento para la Iglesia Católica. Y es que se calcula que, solo en los cuatro primeros meses del año, al menos 14 sacerdotes han sido asesinados a causa de su fe o de las denuncias sociales que encabezan. Esto supone ya uno más que en todo el 2017.
Estos asesinatos se producen, además, por todo el planeta. En Filipinas, por ejemplo, se ha sabido que un sacerdote fue masacrado justo al terminar la misa, cuando ni siquiera se había quitado aún el alba y la casulla. Según se cree, este crimen se produjo para llamar la atención de muchos sacerdotes, que defienden públicamente a los pueblos indígenas frente a las grandes empresas mineras que pretenden explotar sus tierras.
Destacan, también, casos como el del padre Alberto, que fue asesinado en República Centroafricana mientras celebraba la misa. Junto a este sacerdote, murieron 15 de sus fieles, que participaban en la celebración en el momento del crimen.
Pero si algo llama la atención es el hecho de que el país que más muertes violentas de sacerdotes ha registrado es México. A pesar de ser una tierra tradicionalmente católica, el país americano ha sido escenario de, al menos, cinco asesinatos de sacerdotes en lo que va de año.
Según denuncia el Centro Católico Multimedia, estas últimas muertes hacen que 2018 se convierta en el año más negro para la Iglesia desde 2012. Desde ese año, se calcula que han muerto, al menos, 24 sacerdotes a manos, casi siempre, del crimen organizado.
Y es que muchas de las muertes violentas de curas en México se deben a la lucha que la Iglesia tiene contra el narcotráfico y la corrupción.