“La situación está horrible, jamás pensé que esto podría pasar”. Hay 12 muertos y decenas de desaparecidos, desde que se anunció la reducción de las pensiones y el aumento de las cotizaciones a los trabajadores. Nicaragua, hoy, se hunde en el terror. Así lo cuenta la crónica, para Columna Cero, de un trabajador social, desde Managua.
“Si la situación está fea. El Gobierno dio orden y permiso a la Policía, el ejército y a las turbas orteguistas, de matar a todos los estudiantes y gente que proteste. Van 12 muertos y un montón de chavales desaparecidos. Andan las madres buscándolos. La Cruz Roja y Bomberos tienen orden de no ayudar a los heridos. Los estudiantes de medicina asumieron ese trabajo y los están llevando presos; han violado a varias chicas”.
“Solo la iglesia católica ha desafiado al Gobierno y les ha hablado de frente, para que paren el abuso, pero no lo hacen. No hay organismos internaciones que ayuden; no se escucha a la ONU, la UE, la OEA: nada. Es frustrante”.
La protesta empezó el miércoles, a raíz de las reformas de la Seguridad Social que reducían las pensiones y aumentaban las cuotas. “En Leon, una ciudad al oriente del país salieron a protestar unos ancianos y fuero brutalmente golpeados por los paramilitares (supuesta juventud sandinista), que al igual que en Cuba se encargan de reprimir la más mínima expresión de protesta o desacuerdo con el modelo.
Resulta que la golpiza a los ancianos fue filmada y circulo vía móviles, y desato un “basta ya”. Esa misma tarde iniciaron piquetes de protestas ya no sólo por el tema de la reforma a la seguridad social, sino por la represión permanente en que se vive muy bien maquillada.
Al día siguiente estaba extendida la protesta a cuatro o cinco recintos universitarios, que al ser reprimidos por las mismas fuerzas de choque, movieron fibra ante tanto vasallaje y se contagió a toda la nación: se movieron las heridas anteriores, como los cinco procesos electorales robados y la corrupción galopante que ha colapsado todo el sistema institucional.
Por otro lado, la dureza de la reforma denota un síntoma grave. El Gobierno, que no ha tenido legitimidad electoral se ha sostenido a partir de acuerdos con los poderes de facto: el ejército (que funciona como un pequeño estado dentro del Estado) y la cúpula empresarial, que ha hecho de la vista gorda al colapso institucional, a cambio de meter mano a la cuantiosa ayuda que recibía el partido en el poder, especialmente de Venezuela; una ayuda que hoy por hoy se ha acabado, y existe un faltante de más de 400 millones anuales y ya no hay con qué pagar sus alianzas.