El PP de Alfonso Fernández Mañueco ha ganado las elecciones autonómicas de Castilla y León este 13 de febrero. El presidente de la autonomía obtuvo el 31,4% del voto (31 escaños) ante la bajada evidente del PSOE y de Luis Tudanca, que cayó de la primera a la segunda posición y obtuvo el 30% del voto (30 escaños). Lo más llamativo de estos comicios es la posición desde la que Vox desarrollará su labor institucional, con un resultado que es para que los populares reflexionen: 17,6% del voto (13 escaños).
Unidas Podemos no consiguió levantar cabeza y coleccionó el 5% del voto (un escaño), frente a una mayor representación parlamentaria de partidos que representan intereses provinciales y estratégicos para la gobernabilidad de la comunidad. Además, es destacable el batacazo, uno más, de Ciudadanos, Los liberales liderados por Francisco Igea solo consiguieron el 4,5% del voto y salvaron el escaño de su cabeza de lista (se les otorgó un escaño). Unión del Pueblo Leonés tuvo el 4,3% del voto (tres escaños), por delante de Soria ¡Ya!, con un 1,5% (tres escaños) y Por Ávila, con un 1,1% (un escaño).
Si se analiza la situación más pausadamente, lo cierto es que la estrategia de Alfonso Fernández Mañueco para gobernar "sin ataduras", teniendo un ejecutivo monocolor que no dependa de nadie para gobernar (emulando el modelo de Isabel Díaz Ayuso en la Comunidad de Madrid), no ha funcionado. PP y Vox obtendrían el 49% del voto y 44 escaños (superando la mayoría absoluta de 41 de las Cortes de Castilla y León), mientras que no habría otra alternativa posible que arrebatara el poder al centro-derecha.
Quizá, en línea con la Comunidad de Madrid, lo que pretenda hacer Mañueco es presionar a Vox, poniéndole entre la espada y la pared. El líder popular no quiere ser el primer presidente autonómico con consejeros de ultraderecha en el consejo de gobierno, por lo que pondrá a Vox en la disyuntiva de si van a dejar que la izquierda gobierne la autonomía por no apoyar un gobierno de centro-derecha que no cuente con su presencia directa en el ejecutivo autonómico.
Pablo Casado debería reformular su estrategia si no quiere que Vox tenga un margen suficiente como para tener un gran poder de negociación. El PP ha pasado de tener unos socios liberales, de presunto centro, a depender de un partido de ultraderecha que niega la violencia de género, está en contra de muchas libertades conseguidas a lo largo de la historia de la democracia y se presenta flagrantemente intolerante contra muchas realidades.
Mientras tanto, el tirón que en 2019 llevó al PSOE de Pedro Sánchez a arrasar en las elecciones autonómicas y municipales y que le mantuvo en La Moncloa se está desinflando. Los candidatos del presidente, incluido Luis Tudanca, no están consiguiendo ganar elecciones y dotar de poder territorial a los socialistas. El líder socialista en Castilla y León se abrió a dejar el cargo tras no haber hecho posible el cambio en la región tras 35 años de hegemonía popular.