En el corazón de los Jardines del Real, en la capital del Turia y próximo al museo de Bellas Artes, se emplaza, desde el año 1999, uno de los museos municipales dedicados a la conservación y divulgación de la Ciencia. El museo de Ciencias Naturales alberga diez salas que proponen a los visitantes un paseo que profundiza en la historia de la vida.
Dentro de los distintos espacios de la muestra, se encuentran tanto colecciones permanentes, propiedad del museo, como temporales, que han sido cedidas por otras instituciones. Dentro de las primeras, el itinerario comienza con una sala dedicada a Tecnología y Ciencia.
Lo más destacable dentro de esta temática es un espacio dedicado a Ramón y Cajal. Consiste en la recreación de un gabinete científico del siglo XIX, similar al del médico. En él se encuentra un microscopio óptico de 1910 y uno electrónico de 1963. Este último es el primero que hubo en Valencia y fue adquirido por el Instituto de Investigaciones Citológicas.
La síntesis de este escenario, según manifiestan desde el museo, “es recrear cómo los avances científicos están casi siempre vinculados al avance tecnológico”.
La Historia de la Tierra y de la Vida
El origen de la vida y la Tierra, así como su evolución es la temática a la que más espacio y atención se dedica. En ella, se hace mención a “Viaje al centro de la Tierra” de Julio Verne y a los viajes de Charles Darwin que le valieron la formulación de la Teoría sobre el Origen de las Especies, como motor de arranque.
Sin embargo, son los fósiles los que inician este recorrido por las distintas épocas de la historia de la Tierra, con piezas encontradas por todo el mundo. Destaca dentro de esta muestra, un meteorito encontrado en Campo del Cielo, El Chaco, y que los visitantes pueden tocar.
Esta pieza está enlazada con una de las hipótesis sobre la aparición de la vida en la Tierra, la Panspermia. “Esta teoría sugiere que la vida, en forma de moléculas simples, se encuentra diseminada por el Universo y que llegó a la Tierra a través meteoritos y cometas”, explica Laura, una de las guías del museo.
Una de las cosas que más llama la atención, cuando uno empieza a recorrer las distintas salas, es la cantidad de niños que hay en las instalaciones. Es un museo que está considerado como “asequible” para todo tipo de público aunque es especialmente atractivo para los niños. Desde la propia institución, explican que la mayor parte de los visitantes son estudiantes, familias con niños y turistas, tanto nacionales como internacionales. Quizá la mayor afluencia de público infantil y juvenil se deba al poder de atracción que producen los dinosaurios y a los que se dedica dos salas.
La colección paleontológica Rodrigo Botet es la mejor muestra sudamericana de Europa de estas características. Tomando como referencia el viaje de Charles Darwin por el continente americano y algunos de sus pasajes en “El viaje del Beagle”, la colección hace un recorrido por los restos y esqueletos de dinosaurios hallados, principalmente, en Argentina.
Sin duda alguna, la estrella principal de la cesión de Botet es, por su tamaño, el megaterio, un mamífero que vivió en el Pleistoceno sudamericano. La reconstrucción de su espectacular esqueleto, en posición semierguida, ocupa la zona central de la sala que se levanta a unos seis metros del suelo.
“Lo extraordinario, además de ser uno de los mamíferos más grandes que han existido, es su buen estado de conservación. En total, sólo hay cuatro ejemplares de megaterio en Europa. Los otros tres se encuentran en Madrid, Paris y Londres”, explica la guía.
Dentro de la muestra paleontológica, destaca también el conocido como “tigre dientes de sable”. Este esqueleto es especialmente llamativo por, como su nombre coloquial indica, sus enormes colmillos.
“Su característica más distintiva son sus enormes caninos, que lo convierten en uno de los mamíferos prehistóricos más populares”, explican desde el museo. A lo que añaden que el término “tigre” no es correcto porque, aunque se trata de un felino, no es un tigre.
“Se extinguieron en Sudamérica a raíz de los cambios climáticos de finales del Pleistoceno y la modificación de los ecosistemas. Es posible que la llegada del hombre contribuyese a su desaparición”, concluye la guía.
Sin embargo, el espacio dedicado a la paleontología no acaba aquí ya que cuenta con otra colección dedicada a restos fósiles encontrados en la Comunidad Valenciana, concretamente, en las comarcas de La Foia de Bunyol, Los Serranos y La Ribera Alta.
Las piezas están situadas dentro del Cetrácico Superior e Inferior, así como en el Jurásico Superior. Dentro de este último periodo, destacan los restos de braquiosauro, encontrados en la comarca de Los Serranos.
Moluscos y ecosistemas valencianos
Con respecto a las muestras permanentes del museo, la visita se completa con la Colección Conquiológica de Eduardo Roselló y con un espacio dedicado a los ecosistemas valencianos. La malacología es la rama de la zoología que estudia los moluscos. Dentro de ésta se encuentra la conquiología que se centra en los moluscos con concha. En esta muestra se encuentran piezas recogidas por todo el mundo, así como una gran representación de moluscos valencianos.
Continuando con lo local, se ofrece una visita virtual por los espacios naturales de La Devesa, El Saler, El Marjal y La Albufera. Esta opción ofrece información e imágenes sobre la flora, la fauna y los paisajes de estos parajes valencianos.
Comunicación e interacción con el público
A lo largo del recorrido, el visitante se puede encontrar un orden cronológico en el suceder de las salas. Éste va desde el origen del Universo hasta la llegada del hombre a Sudamérica a través del Istmo de Panamá y su convivencia con los grandes mamíferos. Esto sucedió hace varios miles de años y, según se explica en la muestra, es posible que con su técnicas de caza contribuyera al proceso de extinción de esa fauna.
El orden de las piezas también va determinado por las temáticas. De esta manera, los restos de dinosaurios sudamericanos están separadas de los valencianos, por ejemplo.
Dentro de cada colección puede encontrarse, en ocasiones, un hilo conductor que da orden a las piezas. Esto ocurriría con el uso de los viajes de Charles Darwin a bordo del Beagle para ordenar los restos de la colección donada por el paleontólogo Rodrigo Botet.
Existen aportaciones por parte del museo que buscan una interacción con el visitante, al igual que llegar a él por distintos sentidos, no sólo por el visual. Sería el caso de videos que explican la formación del Universo y de los fósiles, en las salas de Historia de la Tierra y de la Vida. Estos audiovisuales están subtitulados y pueden verse en en español, valenciano o inglés.
Poder tocar un meteorito, un helecho fosilizado o un amonites son otras de las opciones que se ofrecen. Así como juegos interactivos sobre yacimientos de conservación natural del Neógeno o sobre clasificación de moluscos.
Los científicos valencianos también tienen su homenaje, a través de un video interactivo en el que se puede consultar información biográfica de anatomistas, patólogos, botánicos o paleontólogos. Así como sus aportaciones a estas disciplinas y los países en los que ejercieron. Todo ello puede consultarse también en versión trilingüe.
Con respecto a la cartelería que acompaña a las piezas, los mensajes al público están expresados de una manera entendible para todos los públicos. Aparece el nombre científico del animal, el común, en el caso de que lo tenga, y el país o zona geográfica en la que fue encontrado. En el caso de los dinosaurios, se aporta una breve descripción sobre el animal como alimentación, hábitos de vida… Así como si se trata de un esqueleto entero o de alguna pieza.
Las leyendas se encuentran de manera trilingüe, valenciano-español-inglés. El visitante internacional puede apreciar un esfuerzo por comunicarse con él, por que entienda la muestra que está visitando. Pese a esto, se echa de menos que no toda la información escrita del museo esté en los tres idiomas.
Es el caso de los fósiles. Puede leerse una explicación en español y valenciano sobre los tipos de fósiles que pueden encontrarse: restos directos, moldes interiores o exteriores, pistas fósiles y casos excepcionales (insecto fosilizado en una gota de resina).
Con respecto a estos últimos, insectos fosilizados en ámbar, es el tema de una de las colecciones invitadas que se pudo visitar durante el periodo navideño. “Ámbar de la República Dominicana” es la colección que cierra la visita al museo. Consiste en una muestra de ejemplares que quedaron atrapados en resina de leguminosas hace 19 millones de años. Fueron extraídos manualmente de minas, en el país caribeño.
“Lo sorprendente de los insectos en ámbar es su extraordinario estado de conservación. Permite estudiarlos como si fuesen ejemplares actuales aunque la mayoría pertenecen a especies aún no clasificadas”, explica la muestra.
Después de una hora y media aproximadamente, que es lo que se calcula que se tarda en recorrer las diez salas del museo, las familias, turistas y colegiales se amontonan en la entrada. Sus comentarios son contundentes con respecto a lo que más les ha gustado de la visita: “El dinosaurio de los dientes grandes”. A lo que alguien añade que no sabía que había dinosaurios valencianos.
Sin duda, los dinosaurios, pese a haberse extinguido hace 65 millones de años, siguen levantando pasiones.