Cómo el cardenal Pell subió al poder pese a arrastrar una nube de escándalos sexuales

El apodado como "el ambicioso bulldog australiano" llegó a decir que había estado demasiado ocupado como para notar lo que estaba sucediendo con los numerosos casos de abusos sexuales a niños.
Laura Estévez Ugarte
España
01.07.2017
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Cuando más de una docena de víctimas de abusos sexuales de la ciudad natal del Cardenal George Pell en Australia, Ballarat, viajaron a Roma para reunirse con él el año pasado, llevaron historias aplastantes de dolor causado por sacerdotes locales y diferentes peticiones para que el Vaticano actuara.

Mientras hablaban, dijeron las víctimas, el cardenal Pell permaneció inmóvil, con la mirada hacia abajo. Entonces Andrew Collins, cuya familia había estado cerca del cardenal Pell durante años, le dio un abrazo. El cardenal pareció ablandarse y más tarde les prometió ayudarles emocinado.

“Pero eso nunca sucedió”, dijo Collins. “He conocido a cuatro supervivientes que se han suicidado este año. Eso era parte de lo que estábamos tratando de evitar con nuestra visita a Roma”, dijo. “Necesitamos ayuda y asistencia”.

Esta semana, el cardenal Pell, de 76 años, se convirtió en el cargo eclesiástico más alto de la historia en ser acusado formalmente de delitos de abusos sexuales, décadas de un escándalo de abuso internacional de gran alcance.

La pregunta ahora para las víctimas de Ballarat, y para los fieles católicos en todas partes, no es sólo si George Pell, hijo nativo de una ciudad minera australiana, es culpable y será condenado, sino también cómo llegó tan alto en el poder del Vaticano incluso cuando una nube de escándalos lo perseguía.

Investigación en Australia

Una investigación del Gobierno australiano concluyó que el 7 por ciento de los sacerdotes católicos en Australia habían sido acusados de abusar sexualmente de niños entre 1950 y 2010. La comisión criticó la gestión de los casos que hizo el cardenal Pell como el arzobispo que, a partir de 1996, dirigió primero la archidiócesis de Melbourne y luego Sydney. Cinco sacerdotes en una de sus parroquias fueron condenados, y algunos testificaron que él había tenido conocimiento de su actividad.

El cardenal Pell fue muy criticado por acompañar a un sacerdote a juicio en lugar de acompañar a las víctimas, que estaban tan destrozadas por los abusos que muchas de ellas se acabaron suicidando.

El jueves, el cardenal Pell dijo que regresaría a Australia para limpiar su nombre, agradeciendo al Papa Francisco por haberle dado una excelencia como jefe de finanzas del Vaticano.

Trayectoria

Sin embargo, su larga presencia en la jerarquía de la iglesia bajo tres papas diferentes no sorprendía a muchos en Australia. Allí Pell atacó a los que no pensaban como él, las escuelas religiosas recibían miles de millones de dólares del gobierno y los intereses de la iglesia y el estado a menudo se fusionaban.

“Tenemos una larga historia de tratos muy favorables con las religiones”, dijo David Marr, un autor y columnista que ha escrito frecuentemente sobre el Cardenal Pell y la iglesia. Y eso a pesar de la relativamente pequeña población católica del país: sólo el 22 por ciento de los australianos se identifican como católicos.

“Realmente no se puede poner el dedo en ninguna parte de la cultura australiana sin que haya algo católico de por medio”, dijo Gary Bouma, profesor de sociología en la Universidad de Monash en Melbourne, que ha estado estudiando la religión en Australia durante 40 años. “Los católicos son los religiosos más importantes de Australia”, dijo.

Sin embargo, la personalidad conservadora y combativa del cardenal Pell de describía en sus apodos (“el ambicioso bulldog australiano”, “El príncipe de Ballarat” o “Big George”). Incluso de niño, hijo de una madre católica y un padre anglicano que había sido minero del oro, tuvo éxito. Fue capitán de equipos deportivos y una estrella en el mundo académico. Él ayudó en el pub familiar en Ballarat, los Cattleyards, y después de la escuela secundaria, firmó un contrato con un club profesional de fútbol australiano antes de decidir hacerse sacerdote.

Como seminarista a principios de la década de 1960, como dijo un compañero de clase, “George pensó que los hombres tenían que ser hombres y que los maricas debían permanecer en el jardín”.

Fue a Roma en 1963 para continuar sus estudios, y luego a Oxford para un doctorado en historia de la Iglesia. Dijo después que fueron “momentos turbulentos”, y muchas de las posiciones conservadoras que luego defendió (su fuerte oposición al control de la natalidad y la homosexualidad, por ejemplo) parecían derivarse de esa época.

Pero cuando regresó y sirvió como sacerdote en Ballarat, de 1971 a 1984, hubo un problema: los sacerdotes se estaban aprovechando de los niños de la diócesis. Collins, de 48 años, uno de los hombres que se reunió con el cardenal Pell en Roma, dijo que sufrió abusos en Ballarat en los años 60 y 70 por cuatro hombres diferentes, tres de ellos clérigos católicos.

En una ciudad con una población de menos de 80 personas en aquel momento, decenas de niños sufrieron abusos por parte de los sacerdotes. Fue un infierno. Y se ocultó. “Ballarat fue una de las ciudades más afectadas en relación a los abusos de la iglesia”, dijo el profesor Bouma.

“No sólo los hombres, sino las mujeres también”, dijo Peter Blenkiron, de 54 años, otra víctima de Ballarat que se reunió con el cardenal Pell en Roma. “Ellos fueron destrozados de niños y no lo lograron”.

El cardenal Pell dijo más tarde que había estado demasiado ocupado como sacerdote y educador para notar todo lo que estaba sucediendo. “Los crímenes cometidos contra ellos por sacerdotes y hermanos son profundamente malvados y completamente repugnantes para mí”, dijo en 2015.

Los abogados del cardenal Pell, en respuesta a la comisión de investigación, que inició su indagación sobre el abuso sexual en una serie de instituciones australianas en 2012, dijeron que no había pruebas que demostraran que había actuado inadecuadamente durante su tiempo en la diócesis de Ballarat. Y continuó ascendiendo.

En 1996, se convirtió en arzobispo de Melbourne. Allí, rápidamente se hizo conocido por cómo administró las finanzas de la iglesia, y por ser un líder proactivo. En octubre de ese año, el Cardenal Pell dio a conocer lo que se conoció como la “Respuesta de Melbourne” al problema de abuso sexual, que incluía un folleto con una disculpa y detalles de contacto para aquellos que quisieran presentar quejas.

Prometió pagos modestos a las víctimas de los sacerdotes pedófilos, con un tope de 38 dólares, y advirtió que la iglesia “defendería vigorosamente” sus reclamaciones contra los acusados. Durante su estancia en Melbourne, forzó a más de una docena de sacerdotes que fueron acusados de abuso a renunciar.

Acusación directa

Poco después, en 2002, un hombre dijo que el cardenal Pell, recién instalado como arzobispo de Sydney, lo había molestado en un campamento de verano católico en 1961, cuando el hombre tenía 12 años y el cardenal Pell era seminarista. Fue la primera y única acusación pública directa contra él. Y lo negó.

Un juez contratado por la iglesia investigó. El acusador había tenido varios enfrentamientos con la policía, muchos de ellos por conducir borracho. El juez dictaminó que no había suficientes evidencias para continuar con el caso. Los partidarios del cardenal Pell dijeron que el fallo demostró su inocencia. Otros no estaban de acuerdo.

“Simplemente no pudo probarlo”, dijo Marr, refiriéndose al juez. “Fue un resultado realmente equívoco. Cualquiera que estuviera en Roma leyendo ese documento seguramente habría dudado antes de convertirlo en cardenal”.

Si el cardenal Pell estaba preocupado, no lo parecía. Continuó desempeñando su papel en la vida pública, apareciendo frecuentemente en los medios criticando ideas liberales como el matrimonio gay.

Tres papas

Este conservadurismo le funcionó con el Papa Juan Pablo II, que lo hizo cardenal en 2003, y con el Papa Benedicto, que trabajó con él en la poderosa oficina doctrinal del Vaticano.

En Australia, el estado del Vaticano y el perfil conservador del Cardenal Pell continuaron aislándolo. En 2004, Tony Abbott, legislador católico que se convertiría en primer ministro de Australia, dijo: “El cardenal Pell es uno de los eclesiásticos más grandes que ha visto Australia”. Esta semana, tuvo un poco más de cautela al declarar que “el George Pell que he conocido es un hombre muy bueno, de verdad”.

Investigación

Fue hace sólo unos años cuando la trayectoria del Cardenal Pell pareció cambiar, después de que las víctimas y defensores acusaran a la iglesia de obstruir la justicia. Mientras los periodistas contaban sus historias con regularidad, el gobierno australiano estableció la comisión para examinar las respuestas institucionales al abuso sexual infantil.

Los investigadores encontraron abusos en diferentes creencias y organizaciones, pero las conclusiones acerca de la Iglesia Católica fueron numerosas y generalizadas. Hubo acusaciones contra sacerdotes, hermanos y otros trabajadores de la iglesia en más de 1 instituciones de la iglesia con más de 4.400 presuntas víctimas.

Collins y muchas de las otras víctimas que fueron a Roma el año pasado dijeron que todavía creían que el Cardenal Pell podía ayudarles. El Papa Francisco parecía tener fe en él. “George Pell fue un icono en Ballarat”, dijo Collins. “Es un chico bueno, así que hay un tinte de tristeza detrás de todo esto”.

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