Llegaron a Gijón en 2002, tras sufrir en sus propias carnes el “corralito” argentino. Soledad Sebastiá y Pablo Vila, ella haciendo magia en el obrador y él tras el mostrador atendiendo a los clientes, son el secreto mejor guardado de “Punto Caramelo”, una pastelería abierta hace poco más de tres años situada en la calle Caridad de Gijón que brilla por sus alfajores, dulces de leche, tartas, pasteles y hasta nueve tipos de empanadillas.
Sus quince años en Asturias pueden resumirse con tres palabras: trabajo, esfuerzo y sacrificio. Pablo, sirviendo copas en un bar que abrió al poco tiempo de llegar a Gijón y en un ciber que echó la persiana recientemente. Soledad, como camarera y dependienta en otra confitería, donde conoció los gustos ‘llambiones’ –dulces hasta decir basta– de los gijoneses para aplicarlos a las recetas de su tierra. “Porque Sole tenía la idea de abrir una pastelería desde que llegamos, pero sentía que el producto no iba a pegar demasiado fuerte”, cuenta Vila, quien celebra que de la experiencia laboral de su mujer naciese una repostería de fusión que combina, precisamente, cosas de aquí y de allá. Aunque Argentina, matiza Vila, no tenga un recetario de dulces propio, “sino que ha ido adaptando cosas procedentes de Europa”.
Sean argentinos, asturianos o europeos, la realidad es que las cosas funcionan en “Punto Caramelo”, que ha alcanzado el éxito después de jugárselo todo a una carta. Muestra de ello es la pasada inauguración de su segunda ampliación o los comentarios que clientes de todas partes del mundo les dejan en cualquier red social. “¡Empezamos con una simple batidora! Hubo sangre, sudor y lágrimas, pero poco a poco, con muchas horas de trabajo e invirtiendo con cabeza, conseguimos sacarlo adelante”, indica.
Pese a que las cosas marchan bien, el camino no fue precisamente de rosas. A Vila se le entrecorta la voz y tiene que levantarse del taburete cuando recuerda las negativas de los banqueros a la hora de darles crédito. “Solo una persona de una entidad bancaria se la jugó con nosotros al ver nuestro proyecto. Le tenemos en un pedestal. Qué importante es dar con la persona exacta en el momento correcto”, añade. Apenas contaban con el paro de Soledad, quien solicitó el pago único de la prestación, y unos pocos más de ahorros. En total, unos 7 euros. Así las cosas, tuvieron que ir haciendo frente a pagos a proveedores de todo tipo negociados por ellos mismos, tanto para las mercancías con las que elaborar sus productos como para las neveras en las que conservarlos. “Lo pasamos mal, pero pagamos todos los meses sin saltarnos ni uno”, señala.
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Ese sufrimiento también se dejó notar en el desgaste de un matrimonio que convivió y aún convive, en ocasiones, “hasta 16 horas” trabajando en el mismo sitio. “Tuvimos que sentarnos a charlar y ver qué queríamos hacer con todo esto”. Por suerte, las cosas solo fueron a mejor. Hasta el punto, bromea Vila, de negar concesiones de créditos a entidades que en un principio les rechazaron a ellos. “Que me digan para qué queremos el dinero ahora mismo. ¡Nos financiamos nosotros mismos!”.
El desafío de futuro es seguir creciendo sin renunciar a la calidad de sus creaciones. Y es que, solo como ejemplo, los dueños de “Punto Caramelo” han rechazado la posibilidad de abrir tiendas en otros lugares y de crear franquicias, por las que han llegado a ofrecer importantes sumas de dinero. “Perderíamos la esencia. Todo depende de ella”, subraya él, improvisado relaciones públicas de la pastelería. Soledad Sebastiá y Pablo Vila son el secreto mejor guardado de un obrador que enamora por sus creaciones, tanto dulces como saladas, gracias a su trabajo, empeño y buen hacer. Ingredientes todos ellos que han mejorado más aún las recetas de sus imperdibles delicias.
