Encuentro solidario: Jugando al fútbol con niños residentes en la Cañada Real

Poca gente llega a la Cañada Real para departir y pasar la tarde con sus vecinos. Un submundo ligado a la droga donde muchos niños sueñan con parecerse a su ídolos futbolísticos.
Javier-Julio García Miravete
España
16.04.2017
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En España se celebra el Sábado Santo. Me cita Carlos de Carcer, Presidente de la Fundación ONG Red Deporte y Cooperación, en Atocha. Nos encontraremos en los cabezones de bronce esculpidos por el artista Antonio López. Vamos a un partido de fútbol en la Cañada. Ningún dato más. No tengo claro si será en Villanueva de la Cañada o en la Cañada Real. Hace varios años que conozco a este activista de la solidaridad y me consta que su inquietud y elecciones son siempre “las peores”.

Aparece con traje informal y deportivo en un todoterreno semidestartalado donde se leen las palabras “escuela de fútbol” y por supuesto aparece el logo de la Red Deporte, entre otros. Se trata de un proyecto en colaboración con la UEFA, para intentar generar vocaciones y planes de futuro entre niños con edades difíciles, predestinados a la marginalidad.

Me llevo un bolígrafo y una libreta como cuaderno de campo para tomar anotaciones, que finalmente regresará repleta de juegos matemáticos, adivinanzas, dibujos, garabatos y nuestros nombres escritos en árabe por los niños.

Conozco la Cañada Real a través de los medios, y todo lo que sé de ella me la presenta como lugar inhabitable e inhóspito a las afueras de Madrid, donde acuden los toxicómanos a comprar droga. Es la imagen de este poblado chabolista, y de asentamientos ilegales, al que Carlos me invita a acceder por la “cañada” que antaño travesaba el ganado y que da nombre a este asentamiento humano, adscrito a tres Ayuntamientos de la Comunidad de Madrid. Me dice que es el camino más complicado, pero lo vamos a hacer para que perciba desde nuestro vehículo el paisaje que impera. Nunca he estado presencialmente allí. Será la primera vez.

Penetrando en un territorio “desconocido”

A medida que veo las primeras chabolas a un lateral, y empezamos a adentrarnos los ojos se me escapan de un lado a otro. Esta es la zona gitana, me comenta Carlos. Las casas tiene una especie de patio donde sus moradores reposan sentados a la intemperie, escrutando recelosos a cualquiera de sus visitantes. Baches, charcos de barro, pocos vehículos, mucha suciedad. Jamás creí que tan cerca de mí existiera algo así. Nuestro transporte da varios tumbos, mientras traspasamos lodazales infectos de suciedad y posiblemente plagas. Algunos se ponen frente nuestro y nos preguntan ¿dónde vamos? o por el logotipo del transporte nos dicen si hoy hay partido de fútbol. Vamos a la antigua fábrica de muebles.

Hemos terminado de pasar el territorio gitano, y ahora nos queda el musulmán. El exterior de las casas tiene mejor aspecto que las de sus vecinos de la raza calé.

Arribamos a un terreno enjaulado, donde hay construido un pequeño campo de futbito. Carece de una fuente de agua potable, letrinas, retretes, etc… El centro fue rociado con un spray ácido y ha dejado una visible marca (necesita restauración). En el terreno queda más espacio y los niños que empiezan a surgir, demandan la ampliación del único lugar donde pueden practicar su deporte favorito. Inicialmente llegan menos de los que pensamos, pero con el tiempo el numero supera ampliamente nuestras previsiones. Unos 30 niños de entre 11 y 14 años, con camisetas futbolísticas variopintas, que se pelean por defender a sus ídolos: Cristiano Ronaldo y Leo Messi.

Carlos intenta formarlos por edades y que guarden silencio (algo imposible). Les contamos que es importante que aprendan a comunicarse por gestos durante los partidos, para despistar a sus rivales. Todos nuestros futbolistas son masculinos y musulmanes. Nos cuentan que no se mezclan con gitanos y viceversa. Unos acusan a otros de delinquir o traficar con drogas. Pero de lo que puedan ser y hacer los suyos, poco culpa tienen los niños.

Les preguntamos por las niñas. Ellas no: ¿Cuándo has visto tú una “mora” jugando al fútbol? Tienen que vestir pantalón corto, enseñar las piernas, mostrar la cara y sus padres no lo permiten. Es evidente que el problema no son las hijas, sino sus padres. Con ironía les decimos, que si las mandan a jugar ataviadas con armaduras, se cansaran bastante y seguramente no llegaran al final.

Se jugarán tantos partidos como grupos de edad. Cada uno durará 15 minutos, para que todos puedan salir al terreno de juego y competir.

Alrededor existen unas gradas metálicas, y una caseta de obras donde se guarda el material deportivo. Los niños me rodean, me interrogan, quieren saber si somos ricos, si vivimos en barrios selectos, si tenemos cochazos, cuanto ganamos, si tenemos o no mujer e hijos, que les enseñemos sus fotos. Quieren saberlo todo de nosotros. Mientras respondo a sus preguntas, saco temas como el racismo, la religión, la homosexualidad, el género, el pecado, etc. Hablamos de cultura. Les pregunto si además de deportistas famosos, conocen también escritores, científicos, cantantes, actores, etc. Hacemos adivinanzas, juegos matemáticos, y mi cuaderno de notas se llena de garabatos, y de textos con mi nombre en árabe escrito por los niños.

Lamentan la situación de guerra que azota Siria, y me preguntan si realmente creo que el DAESH, ISIS o Estado Islámico, les representa. Me dicen que el fanatismo y la barbarie no es el Islam. Que quienes se llenan de bombas y se inmolan no les representan a ellos ni a sus pueblos.

Aprender de los niños, entre partido y partido. Preguntan por sus ídolos

Ayub, Hasan, Adil, Said, Mohammed, Souleiman, Ibrahim y otros cuyos nombres no recuerdo, me cuentan algunas de sus travesuras y cómo nadie les motiva para formarse en el colegio. Les aconsejo que “¡no estudien!”.”¡Cuánto más ignorantes seáis en el futuro, más fácil será manejaros y manipularos!. Os convertiréis en lacayos de quienes tanto se han esforzado por manteneros incultos, para evitar que podáis discrepar y contradecirle”s. Alguno está pasmado y absorto con mis palabras y me pasa la mano por la espalda y la oreja. Con aparentes contradicciones, he logrado encender en alguno una bombillita.

[Sumario]

Me dicen que “les caigo bien”, y nuevamente bromeo respondiéndoles, que es porque aún no les “he caído encima”. Me dicen que si “soy rico” y les respondo que según la receta del cheff que me cocine. Reciben respuestas inesperadas, que los trasladan a otras dimensiones. Les explico el significado diverso de las mismas palabras, la manipulación del lenguaje y de los hechos, etc.

Carlos les cuenta que soy periodista y conozco a personas muy famosas. Me preguntan si conozco a Shakira, a Bisbal, Bustamente, Orozco, etc. y también a sus ídolos. Me piden que hable con ellos para pedirles equipamientos deportivos y balones. Sería interesante que Cristiano, Messi, Casillas, Piqué, Iniesta, etc. se atrevieran a visitar a estos niños en su submundo, y comprobaran su encanto y hospitalidad.

Y verificaran, con el mismo horror con que lo he hecho yo, sus tremendas carencias. La Cañada Real es menos que un Tercer Mundo a las afueras de Madrid. Estos niños necesitan seguir creciendo jugando al fútbol, practicando deporte, aprendiendo la vida. Necesitan un campo de fútbol más grande y mejor, con letrinas y una fuente de agua potable. Necesitan viviendas salubres. Necesitan educación y cultura. Necesitan saber que la riqueza y la pobreza sólo son conceptos filosóficos. Que la cultura o la incultura, no están ligados a la inteligencia. Existen muchos analfabetos triunfadores y otros tantos intelectuales fracasados.

Hace tiempo que Carlos de Carcer ha nombrado a algunos de estos muchachos entrenadores de sus homólogos. Pretende crear vocaciones futbolísticas y transmitir valores de convivencia, solidaridad, integración, etc. Pero necesitan más pragmatismo y menos política, porque aún les queda todo por hacer.

Cansados, hemos decidido bajar al poblado a comprar unas botellas de agua fresca. Nos han acompañado algunos jóvenes deportistas. Por el camino hemos visto un pequeño rebaño de cabras. Y algo insólito en este poblado: un kebab, donde hemos entrado con nuestra comitiva a comprar nuestras “litronas de agua sin alcohol”. Pedían un kebab, pero al final había a la venta dos grandes pizzas, que les hemos pedido. No os ha dado tiempo a saber que contenían, porque divididas en porciones, han durado segundos en la mesa. No hemos tenido tiempo siquiera de poder hacer una fotografía.

Un imprevisto aperitivo para recuperar fuerzas

Hemos pasado casi tres horas con un montón de niños que nos han hablado de sus vecinos gitanos, de sus chicas, de conceptos como la homosexualidad, del islán sin tapujos, del Ramadán, de los valores de sus padres, de cuanto les gustaría jugar al fútbol en un campo de Primera División y conocer a sus ídolos. Son sueños de unos pequeños, que quizá alguno logre conquistar.

El todoterreno de Carlos se llena de pequeños pasajeros. Algunos quieren que les dejemos conducir, e irónicamente les invitamos a empujar. Comienza a hacerse tarde. Hemos de marcharnos a nuestras casas con nuestras familias. Carlos ha de cerrar ese recinto para preservarlo del vandalismo. Ahora soy yo quien les pido que me compensen todo el interrogatorio al que me han sometido y que me canten una canción en árabe. Y -alguno con sonrisa pícara- enseguida se lanzan. Nos piden que volvamos mañana y más veces.

Existe un apasionante y difícil campo en la Cañada Real para hacer sobre el terreno Cooperación y Ayuda al Desarrollo. Necesitan hacer otro equipo de niños gitanos. Y conseguir que se enfrenten deportivamente con los niños musulmanes. Necesitan aprender convivencia e integración.

Necesitan también sacar a las niñas de casa, y mostrarlas que tiene todo el derecho del mundo a disfrutar de su infancia y a serlo. Y que pueden practicar deporte y jugar al fútbol exactamente igual que sus niños. La Fundación ONG Red Deporte y Cooperación necesita organizar un partido de fútbol entre niños descendientes de diferentes culturas, religiones y costumbre; y otro también similar en el que compitan niñas.

Queremos involucrar a los padres y familias, para que asistan a estos eventos deportivos y comprueben la evolución de sus niños/as. Mezclar culturas e intercambiar creencias, desde el respeto, la tolerancia y la solidaridad. Por eso, hemos prometido en broma a estos niños musulmanes, que en Ramadán les invitaremos a un delicioso jamón serrano para que disfruten del paladar, que provoca u manjar que sus costumbres y tradiciones les ha mostrado como impuro y pecaminoso.

Sabemos que en la Cañada Real hay tráfico de drogas y delincuencia. Pero -también- muchos inocentes, ajenos a esos entramados. Necesitamos motivar a estos muchachos para que estudien, y para que practiquen deportes y actividades que los alejen de la marginalidad, y les abran puertas nuevas para su propio futuro.

Rodeados de niños que nos dicen: ¡hasta pronto!, el tiempo se nos ha pasado “volando”. Nos referimos a ello, comentándoles -siempre en broma- que ellos tienen a un Alá, mientras nosotros tenemos Redbull, que nos da alas.

La simpatía, la ironía y ponerse a su altura, ayuda mucho a un entendimiento intergeneracional. Y el fútbol ha demostrado ser un idioma universal. Regreso bastante impactado: casi incrédulo ¡Volveremos a la Cañada Real!

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