El Nilo, fuente de vida y turismo por el Antiguo Egipto

De Luxor a Abu Simbel, surcando el Nilo nos embarcarmos en un apasionante recorrido por lo más ilustre del milenario Egipto de los faraones.
Javier Yubero Morato
España
30.09.2022
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El Nilo, fuente de vida para el Antiguo Egipto pero también del moderno, transita por la mayor parte de las importantes localizaciones de la milenaria civilización faraónica. Atraviesa diez países, pero el cauce más espectacular recorre Egipto. Un apasionante itinerario por la historia.

Desde Luxor hasta Asuán y desde ésta al Lago Nasser a cuya orilla reposa Abu Simbel, en un recorrido que se puede realizar en barco en siete días, vislumbraremos lo más granado de la época faraónica. Ruinas, templos y desierto se asientan a orillas del segundo río más largo del mundo.

Luxor, punto de partida

Y será en Luxor donde la mayoría de cruceros eligen como punto de partida la vieja ciudad donde se asentó la capital del Antiguo Egipto. En las inmediaciones de Tebas, llamada antaño así,  se localiza el Valle de los Reyes, necrópolis de la vetusta civilización, en la que se ubican la gran mayoría de las tumbas de los faraones, destacando especialmente las de Tutmosis I, Ramses VI, Amenhotep III. Y, sin duda, como joya de la corona, la de Tutankamón , la única hallada con todos los tesoros con los que fue inhumado el joven faraón.

Escoltando a tan enigmático lugar se sitúan los templos funerarios de Hatsepsut o Medinet Habu, así como la espectacular presencia de los Colosos de Menón, dos gigantescas estatuas gemelas en piedra, que representan al faraón Amenhotep III.

Mientras que en el casco urbano de la ciudad se erige el templo de Karnak, recinto sagrado con una estructura de 134 columnas, que sostienen la parte central y en la que participaron en su construcción más de una treintena de faraones.  Y el de Luxor, dedicado al dios Amun-Ra, compuesto de santuarios, obeliscos y columnatas.

Atravesando las famosas esclusas del Nilo, a 55 kilómetros al sur de la antigua Tebas, abordamos un poco más allá el templo de Khnum, ubicado a diez metros bajo el nivel del mar y dedicado al dios de las inundaciones anuales del Nilo.  

Más al sur, descendiendo por el cauce del río hallamos los templos de Edfú y Kom Ombo. El primero de ellos, quizá el mejor conservado de Egipto, se levantó en honor al dios Horus. Mientras que el segundo, perteneciente a la época ptolemaica como el de Edfú, es un recinto con capillas que cuentan con innumerables relieves y jeroglíficos, con representaciones de la época.

Llegando ya a la megaconstrucción de la presa de Asuan, inaugurada en 1970, y construida entre otras razones para favorecer la canalización del río y la generación de energía hidroelétrica, se localizan en sus inmediaciones el Templo de Philae, el principal santuario de la diosa Isis; el mausoleo de Aga Khan, donde reposan los restos mortales del sultán; y la isla Elefantina, ubicada frente a la primera catarata del Nilo y que alberga el Nilómetro, el museo Elefantino y el templo de Jnum.

En el lago Nasser, camino a Abu Sumbel

Atravesando Asuán nos embarcamos en otro navío que recorrerá el lago Nasser, una inmensa marisma artificial que en su construcción se sepultó gran parte de la región de Nubia, aunque sus magníficos templos fueron rescatados y trasladados piedra a piedra a emplazamientos cercanos a su ubicación original, como el de Wadi El Seboua , Dakka o Amada, construidos en honor del dios de la sabiduría o el dios del Sol.

Y llegando al extremo meridional del Nasser, se emplaza la guinda del pastel, Abu Simbel, reconstruido piedra y a piedra tras su traslado en 1968 a tan solo 70 metros de su ubicación original. Más de trescientas mil toneladas fueron paciente y laboriosamente movidas y asentadas sobre una colina artificial, que sirve de base a tan majestuoso templo, erigido por orden del faraón Ramses II.

El complejo arqueológico de Abu Simbel está compuesto de dos templos. El principal, erigido en honor de Ra, Ptah y  Amón, las tres deidades más veneradas de la civilización faraónica  y el más pequeño a la diosa Hathor, cuya personificación humana es Nefertari, esposa de Ramses II el Grande.

Pero lo más majestuoso es su fachada de cuatro estatuas sedentes, que representan a Ramses y que custodian el acceso al templo. Cada una mide veinte metros de altura y se encuentran esculpidas directamente en la roca.  

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