Esperanza Aguirre está pasando un momento muy complicado tras el ictus que sufrió su marido, Fernando Ramírez de Haro, a sus 70 años de edad, durante la tarde de este jueves y se encuentra en estado de observación, en espera de ver cómo está evolucionando, tras ser trasladado de urgencia por el Samur al centro médico correspondiente. Este episodio tiene lugar seis meses después de que el mediático matrimonio diera positivo en coronavirus y fueran ingresados en la Fundación Jiménez Díaz.
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En el caso del marido de la ex-presidenta de la Comunidad de Madrid, estuvo cuatro días ingresado en el mencionado hospital -del 19 al 23 de marzo, en plena primera ola de la pandemia – y se recuperó totalmente. Y, ahora, la familia tiene que hacer frente a este nuevo contratiempo.
Sin duda, la pareja está viviendo un año muy complicado, al menos, en lo que tiene que ver con la salud. Se casaron en el mes de septiembre del año 1974 y son padres de dos hijos, Álvaro y Fernando, que están casados y tienen hijos. La gran pregunta es: ¿cómo se encuentra Fernando Ramírez de Haro, en estos momentos?
Esperanza Aguirre ha explicado que no pueden ir a visitarle, por las medidas que se han tomado por la pandemia del coronavirus. Ella llama por teléfono y él está consciente, aunque está bien debe estar en observación pues los ictus se pueden repetir en un periodo de 48 horas.
Fernando Ramírez de Haro ha sido siempre un hombre con un papel muy discreto en la vida de su mujer, a pesar de ser aristócrata (es hijo de Ignacio Ramírez de Haro y Pérez de Guzmán, conde Bornos; y de Beatriz Valdés y Ozores, marquesa de Casa Valdés). En los últimos tiempos su nombre apareció en los medios de comunicación por la batalla que está sucediendo en el seno de su familia: su hermano, Iñigo Fernandez de Haro, se ha querellado contra él por la venta de una pintura de Goya. Por esa razón, le acusa por estafa, apropiación indebida, falsedad documental, además de cometer un delito contra el Patrimonio y la Agencia Tributaria.
Al heredar el óleo Fernando, apenas costaba 10 euros; pero fue vendido en el año 2013 por cinco millones de euros. La razón de esta diferencia de precio fue un certificado: el cuadro era de Fernando de Goya y lo vendió al empresario Juan Miguel Villar Mir en un momento en el que la familia pasaba un mal momento económico; pero, según la versión de Iñigo Ramírez de Haro, no llegó a repartir los beneficios.