Cataluña está, de nuevo, ante el precipicio electoral. Si bien es verdad que la pandemia del Covid-19 ha dotado, paradójicamente, de cierta estabilidad política al tablero catalán, los comicios se deberían haber celebrado hace casi un año. Sin embargo, el estado de alarma del pasado 14 de marzo dio al traste con todos los planes de Govern. En ese momento, ni Salvador Illa se había convertido en un referente de la política catalana, ni Quim Torra estaba inhabilitado por desobediencia a la Junta Electoral Central (JEC) en periodo electoral ni Pedro Sánchez conocía, a nivel nacional, cómo funcionaria su experimento de coalición con Unidas Podemos.
Casi un año después, las cosas son muy diferentes. Si el PSC rozó algún momento la extinción, hoy podría empatar en número de votos y escañaos con los otros dos partidos referentes de la Generalitat: ERC y JxCAT. Tampoco se esperaba que, en la bancada de la derecha, Vox pudiera amenazar con un sorpasso claro al PP, y se esperaba que Ciudadanos participara algo más de la política catalana. Fruto de este desengaño será el resultado electoral que se conocerá en las próximas horas.
Lo cierto es que la pandemia ha solapado todos los problemas políticos que acechaban la vida institucional del país hasta el año pasado. El independentismo catalán ha perdido fuelle. Ya no hay grandes titulares sobre sedición, sobre juicios a políticos que usaron sus puestos de responsabilidad para llevar a cabo un referéndum que no contaba con el visto bueno del Parlamento o sobre la influencia de unos u otros en la gobernabilidad de ese país del que no quieren participar. Illa llegó a Moncloa con el objetivo de mantener un contacto estrecho con el secesionismo gracias a su cargo, un puesto vaciado de competencias. Como decía, la pandemia ha trastocado todo plan preconcebido antes de la declaración del estado de alarma.
De lo que ha hecho o dicho estos días el exministro dependerá, en gran parte, el resultado del próximo domingo. Hay que andar con pies de plomo y todos los candidatos lo saben. Por ello, todos miden sus palabas y actos, también el candidato del PSC. El líder socialista se ha mostrado más seguro que nunca de que ganará las elecciones y formará un ejecutivo no independentista con ayuda de los comunes y el apoyo externo de ERC, pero las encuestas podrían desdecirle.
Este 14 de febrero, Cataluña vuelve a posicionarse ante dos posturas antagónicas: independentismo o constitucionalismo. Es sorprendente ver cómo, aunque el apoyo al secesionismo cae en cada barómetro, el bloque separatista podría tener mayoría absoluta en el Parlament para formar un nuevo govern. Sin embargo, todo está condicionado por la abstención, clave y protagonista de una jornada electoral marcada por las mascarillas, la distancia social e incluso los equipos de protección de los miembros de las mesas electorales cuando un contagiado por Covid-19 se acerque a votar. Todo está en el aire, no solo el coronavirus. Veremos cómo cristalizan los esfuerzos de unos y otros para tener el mejor resultado electoral posible.