El PP ya ha comenzado su plan para comenzar la fagocitación de Ciudadanos a medio y largo plazo. El primer paso ya se ha dado: rechazar una alianza electoral con los naranjas de cara a las elecciones autonómicas en Cataluña, que se celebrarán el próximo 14 de febrero. Meter en el cajón a España Suma forma parte de esta estrategia, intentando que el partido de Inés Arrimadas sufra una debacle similar a la del 10-N para que su representación parlamentaria en la cámara catalana sea lo menor posible.
Los de Pablo Casado celebran que Ciudadanos se hay aquedado fuera de juego en la negociación de los Presupuestos Generales del Estado 2021 (PGE) para que no tengan el discurso de que apoyaron las líneas presupuestarias por responsabilidad o sentido de Estado como partido de centro que vela por el interés de los españoles. La foto de la negociación entre el Gobierno y los naranjas a la vez que la parte morada de Moncloa hablaba con ERC y EH-Bildu, opinan en Génova, ha debilitado a Ciudadanos como opción política y a Arrimadas como aliada, por lo que lo único que quieren es adherir a todos aquellos que pretendan seguir en política y noquear a Ciudadanos como alternativa de centro para hacerse con ese espacio. A medio plazo, algunas voces apuntan a que la actual vicealcaldesa de Madrid, Begoña Villacís, pasara del naranja al azul.
El plan del PP es ir debilitando la influencia naranja durante esta legislatura. Se espera que Pedro Sánchez, si no es hasta 2023, alargue su mandato varios años con la aprobación de los PGE, por lo que los populares prepararán un operativo en la sombra que se base en no verter críticas públicas a los naranjas -tienen gobiernos de coalición a nivel autonómico y municipal y criticar a Arrimadas podría hacer tambalear los cimientos de los mismos-, pero irán atacando los pilares de Ciudadanos. Estiman que las elecciones autonómicas y municipales se celebren antes de las generales si no hay cambios muy drásticos en el centro-izquierda nacional, por lo que sería todo un plebiscito para ver quién se hace con el mando de la derecha española. Por ejemplo: todas las encuestas vaticinan una victoria arrolladora del PP en la Comunidad de Madrid, por lo que se daría por amortizado al vicepresidente, Ignacio Aguado.
De igual manera, las elecciones catalanas medirán la fuerza de Casado tras romper con Vox con su discurso en la moción de censura del pasado octubre para calibrar fuerzas y ver el calibre de su estrategia. A partir del 15 de febrero, la operación contra los naranjas activará la velocidad de crucero.
El PP sabe que los resultados no serán buenos en Cataluña, pero mira con recelo dos posibilidades: que Ciudadanos supere su propio resultado, algo previsible -aunque quiere ver por cuánto les supera- y que se produzca un sorpasso por parte de Vox que, por ahora, no se espera en ninguna encuesta.
Por ende, el plan de Casado no es inmediato. Desde la dirección nacional del partido apuestan por plantear una estrategia similar a la que ya están aplicando con el propio Gobierno: ver cómo se deteriora. Casado ve desde la segunda fila de escaños del Hemiciclo cómo Sánchez se mantiene fuerte electoralmente pero, a la vez, cómo se debilita por sus enfrentamientos con el vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias. Lo mismo hará con Arrimadas: ver cómo se va ahogando, pero con una diferencia: esta vez no le tenderá la mano para ayudarla.