Como su propio nombre indica, este compromiso laboral solo garantiza una hora de empleo al mes, es decir, doce al año. Se trata de una variante de los polémicos, y muy populares en el Reino Unido, ‘contratos de cero horas’, que no aseguran nada, pero que obligan a los trabajadores a estar disponibles en caso de que las empresas les llamen.
Un portavoz de la entidad bancaria ha justificado que los contratos que ofrecen “garantizan todos los derechos a un trabajador sin obligación de aceptar más horas o exclusividad”. Faltaría más. Tranquiliza saber que al menos la documentación se va a registrar en la oficina de empleo correspondiente, y que la empresa va a cotizar todos los meses por esa hora trabajada. Qué alivio.
Ya lo dijo el presidente de la CEOE, Juan Rosell. El trabajo fijo y seguro es “un concepto del siglo XIX”. Al paso que vamos, los poderes políticos y económicos van a conseguir rizar el rizo, y será encontrar empleo lo que se convierta en algo del siglo XIX.
Los pasos hacia atrás se agigantan. La otrora temida lacra del mileurismo se ha transformado hoy en día en un lujo al que todo joven aspira y que muy pocos alcanzan. La competencia por un puñado de euros es bestial. La palabra precariedad está más que asumida en el mercado laboral pero, como el resto de problemas, tuvo su origen. ¿Dónde estaban entonces los sindicatos?
La cosa pinta mal. El ‘No Future’ que berreaban los Sex Pistols hace cuarenta años está instalado en la sociedad actual y sus cimientos parecen demasiado sólidos. A los empleos de baja calidad se les puede aplicar lo que a las lentejas: si quieres los tomas, o si no, los dejas.