Ser capaz de aguantar los tres meses que le exige Supervivientes 2019 a su ganador no es nada fácil. El cambio de todas las comodidades propias de la gente con vidas solucionadas a la precaridad es, a menudo, traumática, no solo por el hambre, sino también por el desgaste psicológico por varios motivos, lo que según los expertos suele dejar secuelas que van más allá de esos tres meses.
Tal y como recoge en sus páginas interiores el Huff Post, una de las primeras consecuencias que tiene la precaridad a la que se enfrentan en la isla es el desgaste de la flora intestinal, desencadenante de problemas en el aparato digestivo.
En el caso de las mujeres, estas, a partir de los dos meses, empiezan a ver cómo su cuerpo deja de ovular por la falta de alimentos, que en el hombre se traduce en una disminución de la testosterona que produce, igualmente, cambios de humor radicales.
A nivel psicológico, se producen cambios en el sistema nervioso que los convierten más irritables hasta recuperar los niveles de sueño y hambre perdidos que, a menudo, cuestan meses de recuperar a la vuelta. De hecho, uno de los trastornos y secuelas que más remiten los concursantes de Supervivientes son los mentales, ya que la química del cerebro tarda en equilibrarse, necesitando que antes lo hagan las hormonas o el estómago, lo que lleva semanas.