El radón es un gas natural radioactivo, incoloro, inodoro e insípido, producto de la desintegración espontánea del uranio y el torio, presente en el subsuelo, sobre todo en terrenos graníticos y pizarrosos.
Al desintegrarse, emite partículas radioactivas que acaban sobre las vías respiratorias, donde tienen la capacidad de corromper el ADN.
En bajas concentraciones no entraña riesgos para la salud, pero cuando penetra en las viviendas, las concentraciones se elevan y puede producir graves trastornos para los seres vivos.
El radón va afectando a la salud muy lentamente y de forma muy sutil, desencadenando graves problemas de salud a lo largo del tiempo.
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Los estudios realizados demuestran que está relacionado con la aparición de diversos tipos de cáncer, en especial el cáncer de pulmón. Se estima que 1 de cada 4 muertes por cáncer de pulmón se deben a la exposición al gas radón.
Todos los edificios contienen radón en concentraciones habitualmente bajas. No obstante, existen zonas geográficas en las que, debido a su geología, es más probable encontrar edificios con niveles elevados.
“Las principales áreas de riesgo en España se sitúan en Galicia, Castilla y León, Extremadura, el norte de Andalucía y la sierra de Guadarrama de Madrid ”, según señala Borja Frutos, arquitecto y miembro del Grupo de Investigación de Sistemas Constructivos y Habitabilidad en Edificación, del Instituto de Ciencias de la Construcción Eduardo Torroja, perteneciente al Consejo Superior de Investigaciones Científicas CSIC, dentro del cual se llevan a cabo, entre otros, dos proyectos de investigación relacionados con soluciones constructivas frente a la problemática de la contaminación por gas radón.
La cartografía del potencial de radón en España, desarrollada por el Consejo de Seguridad Nuclear, categoriza las zonas del territorio estatal en función de sus niveles de radón y, en particular, identifica aquellas en las que un porcentaje significativo de los edificios residenciales presenta concentraciones superiores a 300 becquerelios por metro cúbico de aire. Se puede consultar en la web www.csn.es.
Medición
El radón es un gas noble, que no se puede detectar por medios químicos.
Para medir los niveles de concentración de radón es necesario emplear equipos de medición especializados, que detectan la traza radiactiva que deja la descomposición de los isótopos.
Aunque existen dispositivos a la venta para detectar la presencia de gas radón, para mayor fiabilidad es preferible contratar los servicios de un laboratorio especializado. Mediante la medición a lo largo de un periodo de tiempo determinado, se puede establecer el nivel de riesgo de exposición en la vivienda, el puesto de trabajo o la estancia analizada. La duración de las mediciones y auditorias puede variar de entre unos días y tres meses en función de la estancia o lugar a analizar.
“El precio de estos análisis suele ser de poco más de cien euros”, asegura Borja Frutos.
Cuando los niveles observados superan los umbrales permitidos, llega el momento de tomar medidas.
Protección contra el radón
Sólo existe una solución efectiva para reducir el riesgo de contraer cáncer y es reduciendo la exposición al radón.
En el caso de vivienda construida, existen varios métodos, los cuales van a depender del nivel de concentración y de las facilidades para la ejecución. La impermeabilización y la instalación de sistemas de despresurización en terreno son los principales, los cuales deberán ser realizados por empresas especializadas y tras la realización de un estudio previo.
José Antonio Leiva, de Instalaciones Leiva (empresa colaboradora del CSIC) indica que “proteger una vivienda unifamiliar contra el radón mediante la instalación de una red de despresurización en terreno puede costar entre dos mil y cuatro mil euros. La impermeabilización sería más costosa en vivienda existente, ya que implica levantar todo el solado”.
Actualmente, está en fase de aprobación un código técnico de obligado cumplimiento para las nuevas edificaciones, donde ya se prevé la incorporación de una serie de medidas de protección destinadas a frenar la exhalación de radón que proviene del terreno antes de que llegue a la vivienda mediante la instalación de barreras. En caso de concentraciones altas de radón, se complementarán estas barreras con un sistema de despresurización del terreno que evacue el gas hacia el exterior de la vivienda.