Para evitar seguir alimentando el hastío nacional por el ahora sí, ahora no, ahora…no, ahora tampoco, de la independencia de Cataluña, he decidido optar por abrir la puerta a otras temáticas y los ojos a otras problemáticas que en nuestra península parecen haber desaparecido, como puede ser el balance del año que Trump lleva como presidente de EEUU.
Una victoria muy llorada por algunos y celebrada con un gesto triunfal disimulado por lo bajo de otros, pero que a fin de cuentas no ha dejado a nadie indiferente. Que se lo digan al presidente de Corea del Norte, Kim Jong-un, también conocido como “hombre cohete” gracias a Trump, cuyas capacidades especiales para hacer amigos se han ganado el desaire de casi toda la liga americana de fútbol, el odio de los mexicanos y el pánico de numerosos inmigrantes que han pasado de ser legales a ilegales en cuestión de horas.
Es entonces cuando nos preguntamos cómo un hombre como él ganó unas elecciones como aquellas y la respuesta es aun más preocupante cuando nos damos cuenta de que nunca mintió, que se convirtió en presidente de la primera potencia mundial con un programa considerablemente transparente que abanderaba el racismo, la homofobia y el cierre hermético de EEUU frente a acuerdos y tratados internacionales.
Pero demos nombres e historias reales, que siempre queda mucho más claro.
Riley Dosh, una joven de 23 años que vio el cielo abierto cuando el jefe del pentágono Asthon Carter anunció en 2016 que las personas transgénero podrían acceder al ejército y comunicar abiertamente su condición sin que esto afectara a su carrera. Poco después, en 2017, Trump a través de uno de sus míticos tweets, su forma preferida de comunicarse, volvió a cerrarle la puerta. Y no sólo a Riley ya que la disposición de que los transgénero que llevan años en el ejército deberán retirarse ya está sobre la mesa del Despacho Oval.
Julio Téllez tenía ocho años cuando su madre le llevó a EEUU desde México. Con Obama se adhirió al programa DACA, que protegía a los jóvenes, llamados “dreamers”, que habían entrado indocumentados en el país siendo menores y que evitaba su deportación al llegar a la adolescencia. Gracias a Trump, que ha decidido suprimir el programa, es posible que deba volver a México, aunque quien sabe si de camino tendrá que trepar algún muro para llegar.
Billy Queen, bombero estadounidense de 48 años. Perdió su casa debido a la devastación que el huracán Irma dejó a su paso en 2017 por las Islas del Caribe y Florida, además de 60 muertos y miles de dólares en pérdidas materiales, un huracán que se demostró provocado por el cambio climático que está sacudiendo ya no tan silenciosamente el planeta desde hace décadas. En este contexto, que no se nos olvide, Trump ha decidido salirse del Acuerdo de París con el que se pretendía establecer medidas para disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero.
Digamos que, como buen empresario, lo que menos le interesa al presidente de los Estados Unidos es hacer cualquier cosa que pueda afectar a su producción industrial. No vaya a ser que las armas que produce en masa y que envía a países como, digamos, Siria tengan que empezar a ser de materiales reciclables.
Estas son solo tres entre miles de historias donde la desesperanza a teñido de negro el sueño americano y donde el futuro solo alberga la más cruda de las incertidumbres.
Creíamos que no pasaría, que el pensar del ciudadano estadounidense sería más consciente y racional, pero no. Con la elección de Trump finalizó una etapa, contenida y casi armoniosa en su superficie, con una campaña política que desbancó al “yes we can” de Obama.
Sobra decir que el continuo alegato al patriotismo de EEUU le salió de perlas al brillante gabinete de comunicación del actual presidente. Y es que, los cada vez más numerosos reacios a la presidencia de Obama, se vieron arropados por las promesas de regeneración, de defensa del pueblo frente a los inmigrantes que “les roban el trabajo” y “les ponen bombas”.
Con una propuesta fría y directa, Trump se llenó el bolsillo de todos los que no eran capaces de reconocer públicamente su odio a los musulmanes, su atracción por la subordinación de las mujeres y su intención de convertir al país en un búnker donde nadie merece más salvación que los Estados Unidos de América.
