“El odio es antipolítico. No vas a ganar a nadie odiando. Hay muchos que se quedan prisioneros del odio”. Esta reflexión de Pepe Mujica, expresidente de Uruguay, que podemos encontrar en una reciente charla con el actor Antonio de la Torre publicada en el País Semanal, debería ser la lectura de cabecera de todos y cada uno de los diputados que ocupan sus escaños en el Parlamento español.
Nos estamos acostumbrando, por desgracia, a espectáculos bochornosos donde una serie de personas supuestamente preparadas para ejercer su labor de cargos públicos se agreden verbalmente sin el más mínimo pudor. Los insultos, las descalificaciones, los rifirrafes barriobajeros en el hemiciclo, siguen ocupando portadas en los medios de comunicación. Pero ya no son noticia.
De un tiempo a esta parte parece que la falta de vergüenza se ha convertido en un requisito indispensable para llevar a cabo una fructuosa carrera política. No tener vergüenza a que le pillen metiendo la mano en la caja, no tener vergüenza a mirar para otro lado ante los casos de corrupción, no tener vergüenza a faltar al respeto a sus votantes, no tener vergüenza a mentir a la prensa, no tener vergüenza a comportarse como un macarra en las instituciones, no tener vergüenza a agarrarse con uñas y dientes a la poltrona, caiga quien caiga.
El Congreso, un espacio para el debate y la búsqueda de consenso, empieza a parecer el ring hexagonal de un combate de UFC. Conmigo o contra mí. El análisis y la razón se transforman cada día en gritos y pataletas. Goya pintó ‘Duelo a garrotazos’ para representar la lucha fraticida entre liberales y absolutistas. Dos siglos después, nos encontramos en el mismo punto. Eso sí, al genio aragonés hoy no le quedaría más remedio que ilustrar a cuatro personajes para no ser acusado de defensor del bipartidismo.
Una preocupante carencia de oratoria, una escasa capacidad de convicción, y una absoluta falta de respeto hacia el que opina de forma diferente, son rasgos comunes que caracterizan, en la actualidad, a la mayor parte de los políticos. Alguien debería informarles de que sus ofensas personales no tienen nada que ver con los problemas que afectan a la ciudadanía. La excelente película ‘Los duelistas’ (1977), ópera prima de Ridley Scott y adaptación de una novela de Joseph Conrad, recrea los desencuentros de dos oficiales húsares que se batieron en duelo más de treinta veces durante diecinueve años. Ojalá tomaran nota nuestros diputados. Sería una forma mucho más elegante de resolver los conflictos.