Ciudad de México está construida sobre un lago, lo que hace los terremotos mucho peores

Los españoles construyeron la ciudad sobre las ruinas de la capital azteca de Tenochtitlan. Drenaron el lago durante siglos y expandieron la ciudad sobre ese lecho lacustre.
Laura Estévez Ugarte
España
23.09.2017
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El terremoto que el martes mató por lo menos a 155 personas en la Ciudad de México y derribó docenas de edificios allí fue aún más destructivo debido a la posición inusual de la ciudad sobre un antiguo lecho lacustre.

La animación anterior, basada en un modelo de Víctor Cruz-Atienza, profesor de geofísica en la Universidad Nacional de México, muestra cómo se propagarían las ondas de choque de un hipotético terremoto cerca de la Ciudad de México. Las áreas rojas más oscuras indican el movimiento del suelo más fuerte.

El temblor en esta simulación es más fuerte en las partes bajas del Valle de México, que acuna la ciudad, y se debilita cuando se encuentra con las colinas circundantes. No es una coincidencia. Las zonas rojas más oscuras que muestran las ondas de choque más fuertes trazan la forma de un antiguo lago.

Los españoles construyeron la moderna Ciudad de México sobre las ruinas de la capital azteca de Tenochtitlan, que conquistaron en 1521. La ciudad azteca estaba en una isla en el lago Texcoco, pero los españoles drenaron el lago circundante durante siglos y expandieron la Ciudad de México hacia la nueva tierra.

Hoy en día, gran parte de la ciudad se levanta sobre capas de arena y arcilla -hasta 100 metros de profundidad- que solían estar bajo el lago. Estos sedimentos blandos, cargados de agua, hacen que la ciudad sea excepcionalmente vulnerable a los terremotos y otra serie de problemas.

Durante un terremoto, los sedimentos más sueltos cerca de la superficie causan que las ondas de choque se desaceleren de aproximadamente dos kilómetros y medio por segundo a unos 45 metros por segundo cuando entran al valle. Las ondas más lentas crecen en amplitud, similar a un tsunami que se acerca a una línea costera, y causan temblores más violentos.

Peor aún, el material más denso y profundo debajo de los sedimentos más sueltos hace que las ondas se prolonguen en el valle, haciendo que el temblor amplificado dure más tiempo.

El mapa de abajo, basado en las lecturas sismológicas tomadas en la Universidad Nacional de México, muestra cuán violentamente se movió el suelo en la Ciudad de México durante el terremoto del martes. Al igual que el mapa de simulación, cuanto más roja es la zona, más fuerte se mueve el suelo.

Estas lecturas confirman lo que muestra la simulación: el terremoto del martes empeoró en la ciudad a medida que sus ondas se movían por el antiguo lecho del lago.

La Ciudad de México ya es un punto caliente para los terremotos porque vastos trozos de la corteza terrestre, llamados placas tectónicas, chocan lentamente unos con otros en las cercanías. México descansa sobre la placa norteamericana, y la placa del Coco se desliza bajo ella a lo largo de la costa suroccidental del país.

La colisión cuando una placa se hunde por debajo de la otra, un movimiento llamado subducción, libera enormes cantidades de energía, haciendo que los terremotos sean algo común en México. A diferencia del martes, muchos de estos terremotos son pequeños.

La geología única de la cuenca lacustre de la Ciudad de México puede amplificar las ondas de los terremotos para que sean cien veces más fuertes de lo que serían de otro modo, un fenómeno que el doctor Cruz-Atienza dijo que no se corresponde con ninguna otra parte del mundo.

En parte debido a esta amplificación, los terremotos que ocurren relativamente lejos de la Ciudad de México pueden causar daños significativos. Un devastador terremoto en 1985 que mató a 10 personas se originó a más de 320 kilómetros de distancia, cerca de la costa del Pacífico de México.

El epicentro del terremoto del martes estaba más cerca, a unos 80 kilómetros de distancia, pero el mapa de abajo muestra que sacudió la Ciudad de México más violentamente que otras áreas que estaban a una distancia similar del epicentro.

El terremoto de 1985 provocó mejoras en los códigos de construcción que han disminuido los daños del martes. Pero los terremotos siempre representarán una amenaza única para la Ciudad de México, debido a las implicaciones geológicas del antiguo lecho lacustre que yace debajo de ella.

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