"Se sobrevive a Auschwitz solamente por una cosa: una suerte milagrosa", asegura Klieger

El superviviente Noah Klieger compartió su experiencia en el marco de la Exposición de Auschwitz, de Musealia, ubicada en el Centro de Exposiciones Arte Canal, con el objetivo de no olvidar.
Patricia LD
España
25.01.2018
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La estancia del periodista israelí Noah Klieger en Madrid, con motivo del Día Mundial en Memoria de las Víctimas del Holocausto (27 de enero), es fruto del trabajo de la Comunidad Judía de Madrid, Centro Sefarad-Israel y la colaboración de ambos con Musealia y el Centro de Exposiciones Arte Canal. Así es como este superviviente de Auschwitz ha compartido su historia, sentimientos y opiniones en una conferencia-coloquio celebrado tras una visita a la propia exposición “Auschwitz. No hace mucho. No muy lejos”, del Centro de Exposiciones Arte Canal, viendo, narrando y comentando muchos de los objetos que se encuentran en la misma (más de 600 piezas originales).

“No hay un sólo día que no recuerde todo lo que pasó”, afirmó Klieger durante el recorrido a las estancias de la exposición. “Me he recuperado de todo aquello, siempre he sido persona muy fuerte. En esos momentos tenía varios objetivos para la vida: el primero era sobrevivir, aunque no estaba convencido de conseguirlo. El segundo, que si lo conseguía, tenía que hablar sobre todo lo que estaba pasando, a todo el mundo, porque se tiene que conocer lo que sucedió, y quizás consiga convencer a alguien de no actuar de la misma manera, de no odiar a otras personas, y mucho menos matarlas”, dijo. Y esto es lo que ha venido haciendo los últimos 60 años de su vida. Algo que considera “una misión, y no un trabajo”. “Mi tercer objetivo ha sido ayudar a los judíos a recuperar su país, a ser una nación”.

Ya en el auditorio, pudo detallar su experiencia como prisionero y superviviente del campo nazi alemán de exterminio más conocido (pero no el único), en el que más de 1.100 personas fueron asesinadas durante el Holocausto, entre judíos (la mayoría, ya que fueron 1), polacos, romaníes (gitanos), prisioneros de guerra soviéticos, presos políticos, homosexuales, Testigos de Jehová, presos criminales, etc). Uno de los episodios más oscuros de la historia reciente, que se saldó en total con el asesinato de más de 6 de inocentes a manos de la Alemania nazi de Hitler. Porque sólo recordando todo lo que pasó se puede evitar que la historia se repita.

Antes de ser capturado, Klieger participó, a los 13 años, en la formación de un movimiento sionista juvenil clandestino que ayudó a salvar a más de 270 judíos del Holocausto. “Aún a día de hoy estoy muy contento por haberlo hecho”, aseguró el periodista. Después fue apresado, y llevado desde Bélgica hasta Auschwitz.

A partir de ahí, su vida, como la ha descrito él mismo fue unan sucesión de suerte, y milagros. “En estos 60 años siempre he dicho que uno sobrevive a un campo como Auschwitz exclusivamente por una cosa: suerte. No se debe a uno sea más fuerte o inteligente. Si no a la suerte. Muchísima suerte, una suerte, en realidad, milagrosa, como me ocurrió a mí”.

Klieger estuvo en Auschwitz dos años, de 1943 a 1945. Al se trasladado enfermó gravemente, y Noah logró convencer al propio Doctor Mengele y otros médicos de que aún podría ser de utilidad al Tercer Reich, a pesar de su débil estado de salud. Uno de los milagros. Más tarde, logró volver a esquivar la cámara de gas al hacerse pasar por boxeador e ingresar en el equipo de prisioneros del campo con 16 años. Otro milagro más.

Poco antes de la liberación por el ejército soviético de Auschwitz, muchos fueron trasladados, entre ellos Klieger, al campo de Mittelbau-Dora, donde logró evadir de nuevo a la SS para salvar su vida, primero declarándose preso político francés. Si lo hubieran descubierto como judío, lo habrían matado al instante. Según él, un nuevo milagro. Después de eso, se ofreció como mecánico, sin saber nada de la profesión, y pasó la prueba que le pusieron los ingenieros, cuando otro compañero, también francés, le dio la prueba resuelta.

Cuando llegó a manejar las máquinas (de las que no tenía idea), antes de que lo descubrieran, la necesidad de una persona que supervisara el trabajo, y el hecho de que supiera alemán, lo volvió a salvar. Así estuvo dos meses, supervisando un trabajo que en realidad era la elaboración de bombas V1 y V2, que no iban a funcionar puesto que estaban siendo boicoteadas. En aquel momento los volvieron a llevar en una marcha de la muerte de diez días, del 4 al 14 de abril, sin agua, sin comida, en dirección al campo de Ravensbrück. Salieron 4000 y sólo llegaron 600. Allí, con la guerra perdida desde hacía tiempo, aún les pusieron a cavar zanjas y colocar alambre de espino para evitar el paso de los tanques soviéticos.

El segundo día, al entrar al campo, en la puerta, otro oficial de la SS preguntó quien hablaba alemán, y él se ofreció. Se lo llevó porque necesitaba ayuda con sus maletas. Él le dijo rápidamente que necesitaba algo de comida, y en ese momento fue la primera vez en dos años, que Klieger pudo sentarse a una mesa a comer. “Me dio la comida, y mientras estaba masticando me dijo: “Puede que usted lo consiga y salga de esto, pero yo no, porque cuando me capturen, me van a colgar”. “Realmente no se si lo capturaron o no, pero en cualquier caso me ayudo y me libro de la muerte. Para mí, es otro milagro” aseguró el periodista israelí. Fue liberado el 29 de abril.

Sin posibilidad de escapar

Durante todo ese tiempo, Klieger pensó en escapar. Pero como aseguraba, “no hubo oportunidad de hacerlo, las condiciones no eran adecuadas, estábamos sin fuerzas, enfermos… pero sí lo pensé. Hay que tener en cuenta, que en Auschwitz, de los judíos, sólo 7 pudieron escapar y sobrevivir, el resto eran apresados y colgados.

“Es difícil hacerse una idea de lo que sufrimos, de lo que tuvimos que pasar con el fin de sobrevivir, y no muchos lo conseguimos. En Auschwitz, de 1.200, sólo lo hicieron 50, porque fueron evacuados en el verano de 1944 a otros campos. En la primera marcha, de 60 personas, solo sobrevivieron 19. A los que no iban tan rápidos como querían porque estaban enfermos, simplemente les disparaban y los dejaban en la carretera, para que fueran quemados o enterrados por los polacos”.

Preguntado por cómo era un día en Auschwitz relataba lo siguiente: “Te despertaban a las seis de la mañana, te tenías que dar una ducha fría, y a -20º. Había jabón, pero no te podías secar. Y al barracón de nuevo, para el desayuno. El desayuno era en la mayoría de los campos un agua negra que llamaban café, pero no lo era, un trozo de pan negro y húmedo, de 4 o 5 bocados, y un poco margarina sintética. Por la tarde una sopa, siempre la misma, una sopa horrorosa. Los domingos, los días que no trabajábamos, una pequeña salchicha, que no sé de dónde procedía, y una cucharadita mermelada sintética. Todo eso era el alimento para trabajar 11 horas diarias, siempre apaleados, maltratados…”. La mayoría de ellos con disentería y desnutrición. “No les hacía falta que sobreviviéramos, sólo de duráramos dos o tres meses, porque con ese tiempo ya no podíamos hacer nada. Y había transferencias de gente sana de toda Europa, que te reemplazaba enseguida”.

¿Y cómo sobrevivir a -27º, en una de las regiones más frías de Europa, sin ropa adecuada. Sólo pensarlo resulta imposible. “¿Como no morir el primer día?”, dice Klieger. “Por mi deseo de vivir, yo quería vivir, y a veces el deseo de vivir es más fuerte que todo lo demás, no en todos los casos, pero yo fui afortunado, pasé por aquello con ese ese deseo vivir y he sobrevivido”.

Como periodista, Noah Klieger asistió a numerosos juicios que se produjeron contra los autores de esta barbarie. Preguntado por su opinión sobre ellos, esto es lo que dijo: “Me parecía que era ficción, que no eran juicios auténticos. Los jueces eran los mismos que estaban con Hitler en Alemania, los abogados también, era todo una farsa, ninguno lo fue, porque los llamados criminales estaban sentados junto aquellos en las mismas cafeterías en los descansos de los juicios, tomaban café juntos, amenazaban a los testigos… no sé como expresarlo. No me parecía que los alemanes quisieran hacer justicia”.

Noah Klieger volvió a su hogar en busca de sus padres. “Primero fui a París, donde no los encontré y después a Bélgica, donde sí que lo hice. A los dos. Ambos estuvieron en Auschwitz y ambos sobrevivieron. La única familia con tres miembros que logró volver”, recalcó.

Dicen que fue un superviviente el que afirmó que quien escucha a un testigo del Holocausto se convierte también en testigo. Ayer, todos los presentes que pudimos escuchar su historia, nos convertimos en testigos.

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