Pablo Casado busca un perfil propio situado entre el Gobierno de España de Sánchez e Iglesias y el extremismo de Vox y el que fuera su amigo, Santiago Abascal. En ese espacio político que intenta aglutinar a millones de voluntades y pensamientos muy encontrados, el líder de la oposición pretende recabar una cantidad de votos suficientes como para evitar que Vox se convierta en el líder de la derecha catalana. Según las encuestas que manejan desde Génova 13, que Vox irrumpa con fuerza en las instituciones catalanas es un hecho. No obstante, aseguran que no temen que Abascal les adelante por la derecha porque su estimación de voto también crece a pesar de la extrema derecha.
Lo cierto es que Casado lleva meses con una estrategia que parece que le está dando resultados. Desde que rompiera amarras con los ultras en la fallida moción de censura a Pedro Sánchez, los sondeos apuntan a un claro avance de los populares en intención de voto a costa de Ciudadanos o del propio Vox. “No somos como usted porque no queremos ser como usted”, le remarcó el presidente del PP al líder de Vox en una intervención que tendría que estar dirigida al presidente del Gobierno en gran parte. Durante 30 minutos, Casado se dirigió con duras y gruesas palabras a Abascal con las que estableció el punto de partida de algo irreconciliable: un conjunto de ataques sistemáticos por ambas partes que aún hoy perduran. La semana pasada, los de Génova 13 acusaron a Vox de ser “la manga ancha” del Ejecutivo al abstenerse en la aprobación del decreto que permitía el reparto de los fondos europeos, una postura que desde la formación ultra defienden porque “son buenos para España aunque la forma de repartirlos no sea la mejor”.
Esta tensión se extrapolará a la campaña catalana. Se ha extrapolado ya, de hecho. El candidato del PP catalán, Alejandro Fernández, no ahorra ataques hacia el candidato de Vox, Ignacio Garriga. Tampoco hacia el exministro de Sanidad y candidato del PSC, Salvador Illa, a quien acusa de haber utilizado el ministerio como “trampolín electoral”. El hombre fuerte de Casado en Cataluña apela a un gran consenso electoral que permita un gobierno constitucional en la Generalitat que acabe con tantos años de “deriva y locura separatista”. Sin embargo, no todo depende del voto, sino de la abstención y de la geometría variable de un parlamento autonómico cada vez más fragmentado. Ambos bloques políticos -el independentista y el constitucionalista., si pueden, formarán gobierno. Habrá que ver con qué fuerza cuenta cada partido.