Ganar sobre los adoquines no es fácil. Lo comprobamos hace unos días, en el Tour de Flandes. Por bueno que sea el momento de forma que atraviesa un ciclista, y aunque la carrera le vaya como anillo al dedo, hace falta una pizca de suerte para lograr el triunfo en este tipo de pruebas. El domingo se celebra la 115ª edición de la Paris-Roubaix, y Peter Sagan es un león herido, después de su desgraciada caída en Flandes. Eso le hace más peligroso. Y mucho más favorito. El esperado duelo con Greg Van Avermaet se quedó a medias en De Ronde. Ambos tienen cuentas pendientes que saldar.
El recorrido de 2017 recuperará tramos adoquinados no transitados desde hace treinta años. La carrera contará con 55 kilómetros de pavés, repartidos en 29 sectores entre el kilómetro 97 y el 257. En palabras de Thierry Gouvenou, director de la prueba, la intención de los organizadores “no es endurecerla en esa primera parte, sino seguir alimentando la leyenda”. Los puntos más célebres, el Arenberg en el kilómetro 161, y el Cruce del Arbol, en el 240, seguirán siendo determinantes para el desenlace.
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De la nómina de participantes, tan solo cuatro han levantado los brazos en Roubaix: el belga Tom Boonen (2005, 2008, 2009 y 2012), el holandés Niki Tepstra (2014), el germano John Degenkolb (2015) y el australiano Matthew Hayman (2016). Philippe Gilbert, vencedor en Flandes, no será de la partida en París. Aunque reconoce que la carrera “ejerce una atracción magnética” sobre él, ha preferido tomarse un descanso y recuperarse de cara a luchar por la Amstel Gold Race, la Flecha-Valona y la Lieja-Bastoña-Lieja. Seis años después, aspira a repetir victoria en el tríptico de las Ardenas.
Pero el domingo será el día de Boonen. La incógnita es saber si su escuadra, el Quick Step, trabajará para él o abrirá el abanico de sus múltiples opciones, como ocurrió en De Ronde. Descartado Gilbert, Tepstra, Stybar y Lampaert son muy capaces de llegar como vencedores al velódromo de Roubaix. A los 36 años, Tornado Tom lo deja, con siete monumentos ciclistas (de momento) y un campeonato del mundo en su mochila. Y lo hace en el Infierno del Norte, purgatorio en el que se siente como pez en el agua y que ya ha conquistado cuatro veces, récord de victorias que comparte con su compatriota Roger De Vlaeminck. ¿Será capaz de obrar el milagro? Supondría el broche de oro a su carrera, y la entrada en el Valhalla del ciclismo flamenco.