Berlín. 8 de mayo de 1945. Esa fecha marca el fin de la Segunda Guerra Mundial, después de seis largos años de opresión nazi, pero también es el inicio de otra contienda, la Guerra Fría, que divide el mundo en dos bloques, Occidente y Oriente, o lo que es lo mismo, Estados Unidos y la Unión Soviética. Esa división se materializa de forma explícita en Alemania, dividiendo el país en dos, de un lado, la República Federal Alemana, bajo influencia occidental y, de otro, la República Democrática Alemana, bajo la órbita soviética. La capital, Berlín, queda atravesada por un muro que, no sólo representa el nuevo orden mundial sino, también separa a miles de familias que tardarían varias décadas en volver a estar juntos. Muchas personas hasta perderían la vida intentando cruzar el muro de la vergüenza.
A finales los años cincuenta, la Alemania que había quedado bajo la influencia soviética decidió fabricar un vehículo económico. La marca VEB Sachsenring Automobilwerke, con sede en Zwickau, Sajonia, se encargó de producir el Trabant, un pequeño y práctico utilitario fabricado de un resistente material sintético. Era el equivalente al FIAT 500 en Italia, al Mini en Gran Bretaña o al Volkswagen Escarabajo al otro lado del muro. Su resistente carrocería y su fiable mecánica lo convirtieron en un vehículo apreciado, incluso fuera de las fronteras de la Alemania del Este y, tras la caída del Muro de Berlín y la unión de las dos Alemanias, se convirtió en el símbolo de la Reunificación y en un automóvil de culto.
¿Qué era la VEB Sachsenring Automobilwerke?
Pero antes de hablar del Trabant, es necesario ponernos en contexto. ¿Qué era la VEB Sachsenring Automobilwerke? Para explicarlo, es necesario remontarnos hasta 1904, cuando August Horch fundó la Horch Motorwagenwerke en Zwickau, cuna de la industria automovilística de Sajonia. Tras una disputa con sus socios capitalistas, Horch decidió crear una segunda empresa, al margen de la ya existente, a la que también bautizó con el nombre Horch. Esto le creó una serie de problemas judiciales y se vio obligado a cambiar el nombre. En alemán, horch es el imperativo del verbo escuchar. A un estudiante de instituto se le ocurrió que la compañía podría llamarse Audi, que “significa lo mismo que horch en latín y suena muy bien”, explicó el propio August Horch. Así que la empresa pasó a denominarse Audi y de ahí viene el nombre del fabricante de Ingolstadt que hoy conocemos.
Hasta mediados de los años veinte, ambas empresas crecían paralelamente pero la Gran Depresión de los años treinta obligó a ejecutar fusiones en la industria automovilística. En 1932, se unieron cuatro empresas, Horch, Audi, Wanderer y DKV, dando origen a Auto Unión. Esta marca adquirió pronto un gran reconocimiento, gracias a sus éxitos en la competición y, especialmente, a la gran rivalidad que protagonizó con Mercedes. Después de la Segunda Guerra Mundial, Horch y Audi se separaron hasta que, en 1958, se unieron de nuevo. Horch ahora se llamaba VEB Sachsenring, mientras que Audi había cambiado su nombre a Automobilwerk Zwickau (AWZ). Juntas, crearon la VEB Sachsenring Automobilwerke.
La escasez de acero provoca la aparición del Duroplast, un plástico sintético compuesto de fibras de algodón y resina
Horch estaba especializado en construir coches grandes y de gran calidad, mientras que Audi fabricaba utilitarios. Pero, tras la guerra, la situación del país no era la apropiada para hacer grandes coches, así que Horch tuvo que abandonar el proyecto del modelo P 240, un vehículo de generosas dimensiones. En su lugar, inició la elaboración de las carrocerías para el futuro Trabant. La construcción de un automóvil en la Alemania del Este presentaba una dificultad, la escasez de acero. El aislamiento con Occidente impedía la llegada de este material al país y la Unión Soviética tampoco disponía de ello. El poco acero que pudieron comprar para elaborar algunas piezas del chasis, llegaba de diferentes países, de manera legal o ilegal. Así que, para elaborar la carrocería, inventaron un nuevo material sintético, compuesto de fibras de algodón y resina. El resultado fue el Duroplast, una especie de plástico muy resistente a los golpes, a la humedad y a las bajas temperaturas.
El P 70, antesala del Trabant
En 1954, los ingenieros crearon el prototipo P 50, el futuro Trabant, pero presentaba algunos problemas en el ensamblaje de piezas, así que vieron necesaria la fabricación de un modelo provisional. Recurrieron al chasis del antiguo IFA F8, un vehículo construido entre 1949 y 1955 por la IFA, un conglomerado industrial de la Alemana Oriental. Con ese chasis, fabricaron el P 70, un vehículo más grande que el que iban a producir en principio, el Trabant. Los ingenieros tuvieron que vérselas con las autoridades, que no aprobaban el P 70 porque iba contra el plan económico del país pero, finalmente, en 1955 la compañía recibió el permiso para fabricarlo. Hasta 1959, se construyeron unos treinta mil P 70 en tres carrocerías, sedán, familiar y cupé.
El vehículo tuvo una buena aceptación, entonces el gobierno ya no quería el Trabant. La VEB Sachsenring insistía en fabricarlo pero se encontraba con el portazo de los dirigentes. Pero, como ocurriera con el P 70, al final el gobierno cedió y autorizó la producción del nuevo modelo en 1958. Trabant procede también del latín y significa “compañero”, una palabra muy presente en el vocabulario comunista. Estaba construido igual que el P 70 al que sustituía, es decir, con un chasis de acero sobre el que se montaban las piezas de Duroplast. Equipaba un pequeño motor de 500 centímetros cúbicos, dos cilindros y dos tiempos. Más adelante, apareció el Trabant 600 que elevaba la cilindrada hasta los 595 centímetros cúbicos y entregaba 23 caballos.
Aparece el Trabant 601 en 1964. El tiempo de entrega al cliente podía superar los diez años
A mediados de los sesenta, la compañía decidió renovar el Trabant con el 601, que mejoraba las formas y ofrecía un interior un poco más amplio. Sin embargo, las autoridades no aprobaron el proyecto y los ingenieros decidieron llevarlo a cabo en secreto. En 1964, salió al mercado el 601 que fue el modelo más longevo, comercializándose hasta 1991. Fue este el que encontró una mayor aprobación entre el público, no sólo en la Alemania Oriental sino, además en otros países de Europa Occidental y Oriental. En un primer momento, el gobierno decretó una producción limitada a 12 unidades, aunque esa cifra acabó incrementándose hasta las 80. El precio de un Trabant oscilaba los 8 y los 11 marcos de la RDA, si el cliente tenía toda la documentación en regla. En caso contrario, la cifra ascendía hasta los 20 marcos. La entregada del coche era una auténtica Odisea, ya que el tiempo de espera podía superar los diez años. Esto hacía que un Trabant de segunda mano llegase a costar más caro que nuevo.
Participación en el Campeonato de Rally, con grandes victorias, y éxito comercial en muchos países europeos
Pero, a pesar de la aceptación del coche, la empresa padecía serias dificultades para seguir desarrollándose. Además de darse siempre de bruces con el gobierno, cada vez que quería producir un nuevo vehículo, había otro obstáculo, el económico. Por ello, la compañía decidió introducirse en el mundo de la competición, en concreto en el Campeonato de Rally. El Trabant consiguió innumerables éxitos en su categoría. Logró imponerse en carreras como el Rally de Montecarlo, el Rally Acrópolis o el Rally de Finlandia. Las victorias en los Rally hicieron que aumentara la confianza en el Trabant y empezara a venderse en países como Austria, Bélgica, Países Bajos, Islandia, Polonia, Rumanía, entre otros, gracias a su mecánica sencilla y fiable y a su carrocería resistente a la humedad y las bajas temperaturas. El Duroplast impedía la aparición de óxido, algo que sí sufrían otros vehículos de chapa. En Islandia fue muy común por su facilidad para desenvolverse por las carreteras irregulares de aquella época.
El Trabbi como objeto de culto
El 9 de noviembre de 1989, la razón se impuso a la insensatez y se produjo la caída del muro de Berlín y la consiguiente reunificación de las dos Alemanias. El Trabant siguió fabricándose, ahora bajo la marca Volkswagen, hasta que cesó su producción, definitivamente, en 1991, con más de tres millones de unidades construidas. A partir de los años noventa, el Trabant se convirtió en un objeto de culto. Quien poseía uno, lo conservó aunque, al principio, tuvo una mala reputación por ser un vehículo anacrónico. Pero esta imagen duró poco. Muchos otros alemanes comenzaron a comprar uno, aprovechando el escaso valor del marco en la Alemania Oriental, con respecto a la Alemania Occidental. Con el tiempo, empezó a celebrarse una concentración anual de Trabant en Alemania que sigue teniendo lugar a día de hoy. Muchos jóvenes se reúnen con su Trabbi, como era conocido popularmente y, gracias a su simplicidad mecánica y constructiva, es muy fácil de tunear, dando lugar a auténticas obras de artes.
El símbolo de la Reunificación
No fue un coche especialmente bonito, aunque la belleza es un concepto muy subjetivo. Tampoco se caracterizó por ser un vehículo prestacional, aunque cosechó grandes victorias en el Campeonato Internacional de Rally (anticipo del WRC). Su sencilla y fiable mecánica y su carrocería de Duroplast resistente a las condiciones climáticas más adversas hicieron que, en el fondo, el Trabant fuese un gran coche, con un considerable éxito comercial fuera de la RDA. Pero lo que resulta absolutamente incuestionable es su legado histórico. La caída del muro de Berlín, aquel 9 de noviembre de 1989, supuso el final de muchas cosas. Fue el final de la Guerra Fría y el inicio de la descomposición de la Unión Soviética. Fue el final de una Alemania dividida política e ideológicamente pero, también, entre familias que volvieron a reencontrarse en aquel frío otoño de hace más de veintisiete años y el Trabant se convirtió en el símbolo de aquella Reunificación.