La Coruña más heroica, liberal, progresista y romántica

La ciudad fue un bastión del liberalismo y del progresismo. Por razón de las ideas, ilustres coruñeses o afincados en la ciudad pasaron a la historia como legendarios y nobles idealistas
Carlos A. Sánchez
España
31.10.2021
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Desde que a finales del siglo XVI los coruñeses respondieron heroicamente al ataque del vicealmirante y “sir”, Francis Drake, la ciudad refundó el significado del valor de la libertad. Primero desde la enérgica rebeldía de María Pita, convirtiéndose desde entonces en un símbolo épico. Con su alzamiento, vistió de carne y hueso la leyenda mitológica que trata de explicar prosaicamente cómo se ha fundado Coruña, fruto del bélico encuentro entre Hércules y Gerión. Al finalizar la batalla, Hércules erigió sobre el trofeo de la cabeza de Gerión la hoy simbólica Torre de Hércules, Patrimonio de la Humanidad. Una historia más tangible y popular es el “Ave Fénix” sobre el que remontó la heroína coruñesa una crítica situación. Su aguerrida osadía consiguió arrastrar a una ciudad herida tras ella hasta aplastar la incursión de los piratas ingleses. Con María Pita se define la importancia del sentido del arraigo, el valor de la identidad, de lo propio, y el instinto de protección. Su gesto heroico ha quedado inmortalizado hoy en la plaza más coruñesa de la ciudad, frente al ayuntamiento, y señala al resto de generaciones que sobrevivieron a la primera “Dama” coruñesa el deber de defender y proteger un legado patrimonial histórico. La historia de una ciudad. La crónica de la batalla de María Pita ante a los ingleses es la conquista libertaria con mayor carga simbólica de todas las luchas encarnizadas que han tenido lugar al pie de la bahía coruñesa.

Y en el jardín de san Carlos encontramos la conexión romántica con aquella herencia. Un jardín que podemos definir como el salón de la fama presidido únicamente por otro legendario, más reciente a nuestra historia contemporánea, y curiosamente con un marcado acento inglés.  En el centro del salón se erige la tumba del padre del ejército de Inglaterra. Un lugar con vistas a la dársena, desde el que se puede sentir y observar el progreso inquieto de su puerto interior. Frente a la tumba del teniente general John Moore muchos ingleses admiran todavía hoy su figura. Visitan el monumento coruñés como cuestión de honor, aunque para los coruñeses es el jardín más romántico de la ciudad.

No hay historia sin leyenda. El túmulo del venerado escocés, situado en el centro del pequeño parque, se ha convertido en el epicentro del romanticismo. Rezuma a siglo XIX. Un acogedor espacio que reconcilia con el silencio. Un rincón ideal para la evocación de la poesía de ilustres románticos como Rosalía de Castro, que paseó por el lugar cuando Manuel Murguía ejercía como archivero del reino de Galicia. La carga romántica de san Carlos está, esta vez sí, en la encarnación de una leyenda, la de lady Hester y su amor no correspondido con Moore.

Sir John Moore, el británico bueno que ha quedado ligado a la ciudad para la eternidad, cayó en la batalla de Elviña. Allí, Moore derramó su sangre en una lucha en la que el pueblo español trataba de repeler la invasión de las tropas francesas, enviadas por Napoleón. El yugo francés venció, pero su imperial majestad no consiguió larga vida en el feudo ibérico. La bala de cañón que hirió de muerte al proverbial militar frustró una historia de amor.

Junto al general, también dejó su vida en Elviña un hermano que le acompañaba en la milicia. Pero quien ha resistido el paso de la historia como intocable ha sido Moore. De él poco o nada se ha podido corromper. Su nobleza como militar le acompañó hasta la fecha como el primer miliciano británico que trató a sus hombres como personas y no como números sobre el campo de batalla.

Sin embargo, la razón para evocar a Moore en san Carlos posa sobre un fantasma que, según dice la leyenda, cada 16 de enero aparece en el Jardín más romántico de la ciudad para dejar una flor sobre sus restos. La figura espectral encierra el alma de lady Hester Stanhope, la reina de Palmira. Su corazón quedó congelado en el tiempo. Solo un guante  de Moore, rescatado de la contienda, sirvió hasta la muerte de la amante británica como pequeña brasa ardiente almacenada en su recuerdo.   

El amor ha dejado en la crónica coruñesa otra inquietante historia en la que un corazón palpitante pasó a ser parte de la memoria. El corazón de Espoz y Mina fue custodiado, como si se tratase de una reliquia, por su amada Juana de Vega en un piso de la calle Real. Espoz y Mina, famoso héroe de guerra y líder de la causa liberal, fue derrotado en el campo de batalla por las huestes de Napoleón. Pero su caída no fue en vano. El cuerpo inerte del militar fue embalsamado para resistir un largo viaje hasta Coruña, en donde esperaba su esposa. El viaje de las exequias se hizo muy largo, sobre todo para escarnio del tirano Borbón, Fernando VII, porque los restos del héroe fueron venerados durante la singladura del Santiago, un buque de tres palos, que finalmente amarró sus velas frente a la Palloza tras múltiples elogios y homenajes. Su cuerpo tuvo que ser embalsamado por segunda vez y tras la maniobra de preservación fue encerrado en una urna de plomo que fue encajada en otra pieza mortuoria hecha de caoba. Aquella peripecia tuvo que superar un permiso papal para la viuda, la escritora liberal coruñesa, Juana de Vega, pudiese admirar a su amado en su propia casa.

El liberalismo fue el eje central de una Coruña que creció al calor de una floreciente actividad comercial en la que se amamantó una flamante burguesía que se postuló políticamente con el espíritu de la Constitución de Cádiz de 1812. Por eso, no es de extrañar que Coruña tenga muchos héroes liberales. Otra célebre efigie del liberalismo fue la de Porlier. Un líder frente al corsé absolutista. La ciudad se convirtió en uno de los primeros bastiones liberales en España. Sus patrocinadores deseaban emerger del absoluto poder real y buscaban cambiar el signo de los tiempos y librarse del atavismo borbónico. Pero al general Porlier el alzamiento le costó la vida. Por su empeño fue ajusticiado con la pena de la horca en el Campo de la Leña, en 1815. Su nombre durante un tiempo le valió a la ciudad para bautizar al Cantón Pequeño como cantón de Porlier.

El espíritu liberal de la ciudad no se aplacó con aquella ejecución del general. En 1820, de nuevo Coruña se puso en el punto de mira como sospechosa de sedición. Fue una de las primeras ciudades que se alzaron junto a otro general de fama. Rafael del Riego quiso presionar al rey “escapista” para que cediese en su tiranía y jurase la Constitución. La tradición liberal de los coruñeses fue innegable y su defensa por instaurar un periodo constitucionalista una orgullosa y meritoria porfía que arrastróen el empeño a singulares hombres y mujeres de la ciudad.

En las calles coruñesas de la época concurrían liberales conciéncianos con la idea del cambio, hombres de honor bravíos dispuestos a arriesgar su fortuna y su vida. Y aunque el precio de tal desafío se hubiese cobrado ya las públicas y vengativas réplicas del Régimen instaurado, la terquedad de las ideas pudieron más. A pesar de que el absolutismo reinó nunca no consiguió aplacar a la próspera burguesía coruñesa, a la que siempre le quedó el mar para abrirse al mundo y respirar los nuevos aires de libertad que soplaban. El comercio y la navegación mantuvieron despiertos los legítimos intereses del progreso. Por eso, Coruña siguió siendo uno de los centros vitales del liberalismo, primero, y más tarde, también, del progresismo español.

Paralelamente, surgió en la ciudad herculina un movimiento impulsado por Manuel Murguía, esposo de Rosalía de Castro, que defendía la identidad gallega. Publicó Historia de Galicia en la que expuso su teoría sobre el nacionalismo cultural gallego. La raíz de una raza celta, una lengua propia y el carácter y el costumbrismo de un pueblo, que desde su forma de organización social ya era singular. Incluso justificaba su razón de ser desde la caprichosa geografía gallega. Así solidificó las bases de un sistema identitario nacionalista. Un sentimiento al que su esposa Rosalía cantó a través de sus versos y su prolífica literatura, convirtiéndose en la figura del “Rexurdimento” gallego. Murguía vivió con Rosalía entre los muros de la Ciudad Vieja coruñesa durante su etapa como director del Archivo del Reino de Galicia. El coruñés Murguía creó la primera organización política de signo galleguista, la Asociación Rexionalista Galega. Y desde la coruñesa librería “A cova céltica” impulsó, junto a otros ilustres galaicos, la creación de la Academia Gallega, en la, hoy, milla coruñesa de la calle Tabernas.

Aquella bulliciosa e inquieta sociedad estaba abierta a los cambios. A las nuevas expresiones literarias y pensamientos políticos le siguieron otras expresiones artísticas. En la arquitectura dejaron una herencia modernista que hoy es la imagen icónica de la ciudad, como las galerías de la Marina. Por casi conocida y desaparecida, merece la pena recordar en el Jardín de san Carlos una obra del arquitecto municipal José María Noya, tío político de Manuel Murguía. En 1862, se ideó construir en el jardín botánico coruñés, el primer jardín público moderno de la ciudad, un cenador, refugio para los días de lluvia y sombra para los soleados, que sirvió para contemplar las panorámicas vistas a la bahía. Y desde allí también se evocaba la tumba de Moore. Esa obra de Noya fue la primera de estilo neoárabe que se construyó en Galicia. Desde su construcción, la Marineda decimonónica fue una visita obligada. Y debe recordarse que aquel espacio pensado para honrar la memoria del general caído en Elviña pudo ser posible gracias a la aportación económica de suscripción pública aportada vecinos adinerados de la época. El tinglado pensado por el arquitecto coruñés rompió con el clasicismo académico que existía hasta ese momento, por lo que la obra fue un reclamo que, bien ornamentado con flores y bustos, mereció ser visitado y admirado, además de ser refugio de múltiples cotilleros y conversaciones de la alta sociedad coruñesa.

En Galicia, ninguna ciudad mejor que A Coruña explica a través de las huellas de la historia su compromiso con el progreso, la defensa de las ideas, la libertad, el sentir identitario, el valor de la cultura y el modernismo y progreso de sus expresiones artísticas.

 

Fotografía: Caracterización del guía turístico Suso Martínez ante la tumba del teniente general británico escocés, Sir John Moore, en el Jardín de san Carlos de A Coruña.

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