Una de las sensaciones más paradójicas del mundo es la de sentirse perdido. Intentar orientarse pero no llegar a ajustar nunca la brújula. Tiene un lado positivo porque te permite permanecer en un limbo indefinidamente: el fin es encontrar algo, pero mientras no lo alcanzas, puedes regodearte en el letargo. Disfrutar de lo perdido que estás.
De eso habla Home, de Morgan. De salir corriendo a buscar un hogar, un sitio donde sentirse seguro mientras todo lo demás es caos: errores, presiones, excusas… Todo lo que te acaba alejando de encontrar tu lugar. Tiene cierto sentido que canten esta canción en una bodega. El vino siempre ayuda a enfocarse en todo lo que se aleja de la cordura. Pero en el contexto de la Ribeira Sacra es diferente.
En un paraje tan idóneo para perderse uno no tiene la sensación de estarlo nunca, pero tampoco se frustra por no encontrarse. Quizá esa sea la clave: buscar continuamente un equilibrio mientras disfrutamos de hacerlo. Nada más. Y el encaje de esa idea con la unión entre música y naturaleza es perfecto. Pueden ser dos de los factores que más la potencien.
Es curioso el clima que se genera en torno al paisaje. La gente entra al festival con un respeto prudente al escenario. Es como si la belleza del entorno incitase a hacerle una reverencia. Todo es mucho más calmado y pasa poco a poco. Lo mismo ocurre con los cambios de grupos. Hay quien actúa y, al terminar, recoge primero su guitarra, luego el pie de micro y después el pedal de otro compañero. Las estrellas no. Eso lo hacen otros.
Hay quien todavía no está en el firmamento pero ya es un fenómeno. Lo dicen los periódicos; tendrá que ser verdad. Puede que, en cierta medida, Morgan ya haya encontrado su sitio.