Cuando en 1985, la URSS supo que su estación espacial Salyut-7 había quedado varada e inutilizable en el espacio, la vida comenzó a perder valor e importancia para los burócratas. Solo importaba recuperar la estación, impedir que los americanos se agenciaran con ella y descubriesen las cartas y las jugadas de la Unión en la denominada “guerra de las galaxias”. No era relevante si, para esa recuperación, era necesario perder la vida de uno o dos de los mejores cosmonautas soviéticos. Tampoco si, en mitad de la misión, una madre y su hija tenían que despedirse del padre con la convicción de que jamás iba a poder regresar ya a tierra.
En Salyut-7: Héroes en el espacio, Klim Shipenko se basa en los hechos reales para reconstruir y reafirmar a los héroes nacionales. La edificación del relato responde a la lógica y a la épica de los títulos propios del género: héroes caídos, oportunidad y redención. Sin embargo, pese al conocimiento previo que se pueda tener de la historia real, la película no abandona nunca la tensión y los contextos propios de la misión, por un lado, y de la guerra fría, simbolizada en una estación espacial congelada, por el otro.
La puesta en escena alterna lo íntimo (intrahistorias familiares, confesiones y conversaciones mínimas) con lo público (el aparato del Estado, el programa galáctico de la URSS). El resultado es una trenza entre lo individual y lo estatal con un catálogo de bellas imágenes cósmicas y un inteligente uso de unos efectos especiales que, sin ser especialmente espectaculares, sí gozan de una credibilidad y un impacto notables. Eso sí, la obra se mueve mejor en las arenas de la intimidad y lo personal que en los lodos de la grandilocuencia.
[Sumario]
Salyut-7: Héroes en el espacio comparte virtudes y defectos con la norteamericana Gravity (Alfonso Cuarón, EEUU, 2013). Por un lado, la relación entre la pareja protagonista es similar y apuntalada sobre los mismos estereotipos. Además, la cámara de Shipenko oscila y danza alrededor de sus personajes, como para evidenciar la ausencia de gravedad que gobierna la atmósfera del film, en consonancia con un montaje nervioso que se ajusta a los ánimos de los cosmonautas. Sin embargo, en el debe, la cinta adolece los mismos males que la de Cuarón: un exceso de subrayados, fundamentalmente en lo referente a una banda sonora que no permite disfrutar y acongojarse con el silencio sepulcral del espacio exterior. Por si fuera poco, Shipenko, igual que el cineasta mexicano captado por Hollywood, cae en la tentación de la trampa a la hora de jugar con el espectador y su emotividad (esa conversación entre madre e hija lo evidencia cuando la Historia nos garantiza un final feliz).
El cine ruso rinde homenaje a sus héroes pasados, a sus salvadores y al programa espacial que situó a la URSS como la gran potencia durante la Guerra Fría. Un largometraje que roza la hagiografía sin contemplaciones de sus héroes, pero que también deja caer la crítica y el varapalo a la burocracia soviética y a la manipulación estatal de la información (en las dos orillas de la contienda, eso sí). Salyut-7: Héroes en el espacio supone un paseo por la cara A y la cara B del gigante rojo. Héroes y villanos, victoriosos y derrotados, eternos y fugaces.