Ficha técnica
Título: El maestro Juan Martínez que estaba allí
Autor: Manuel Chaves Nogales
Primera publicación: 1934, Estampa
Última publicación: 2007, Editorial Libros del Asteroide
Género: Narrativa
Es ahora cuando se empieza a hablar más de Manuel Chaves Nogales, un “pequeño burgués liberal” según él mismo, además de periodista y escritor sevillano que redactaba editoriales empapadas de ideologías republicanas firmes y claras, pero que en cada uno de sus libros no defendía a ningún bando: “Y tanto o más miedo tenía de la barbarie de los moros, los bandidos del Tercio y los asesinos de la Falange, que a la de los analfabetos anarquistas o comunistas”, decía en el prólogo de A sangre y fuego.
Y es justo ahora cuando me atrevo a leer a uno de sus personajes, a mi parecer, de los más parecidos al propio autor en cuanto a sabiduría, ideales y perspicacia. El maestro Juan Martínez que estaba allí relata las andanzas de un bailaor de flamenco burgalés y de su esposa Sole, los cuales llevan el éxito en las venas hasta que se topan con seis años de una guerra infame. Ellos, yendo y viniendo de un sitio para otro con el instinto de supervivencia prolongado durante años. Quien lea este libro y yo, sufriendo y alarmándonos con cada nuevo intento de escapatoria.
A pesar de que el autor insiste en que creamos que Juan Martínez existió y que él mismo lo entrevistó mientras andaba por París exiliado, podríamos darle el nuevo título de El creativo Chaves Nogales que estuvo allí. Allí, bajo el régimen soviético en 1917 o allí, en otro espacio-tiempo, en las plazas de toros retratando a Juan Belmonte. Y es que es pura magia para un lector cualquiera sentirse apegado a un personaje ficticio bajo dicho empleo del pseudónimo. Quizás sea esta mezcla de lo testimonial y lo ficticio combinada con giros increíbles del lenguaje, exageraciones y contundencia, anécdotas y contrastes significativos, en definitiva, esa percepción de realidad, lo que hace que se ate al lector de un hilo tan tenso y frágil a la misma vez.
Chaves huía de la Gran Guerra mientras escribía esta maravilla para convertirla en un preludio de la Segunda Guerra Mundial. Y lo hacía de la forma más sensata y verdadera posible, advirtiendo que “él no entendía de política” y que ni unos eran tan malos ni otros eran tan buenos: “Había bandas de forajidos blancos, rojos, verdes y negros; es decir, zaristas, bolcheviques, campesinos y anarquistas, todos igualmente ladrones y asesinos” (pág.158).
Si bien es cierto que el desarrollo de los acontecimientos puede notarse algo pesado en algún que otro momento –cosa que no estaba a la mano del autor porque la alternancia entre los bandos es la propia historia pura-, y sin embargo hay que resaltar el inquebrantable esfuerzo de Chaves Nogales para que esta historia sea el reflejo puro de lo que pasó en aquellos tiempos no tan lejanos mediante los elementos anteriormente señalados. Se refleja así la valentía de Juan Martínez y la facilidad que tiene para caer bien a la gente de ambos bandos, cosa que le salvó unas decenas de veces de un tiro en la nuca. Y vemos la buena elección del autor al decir que Juan era artista, ya que sabemos que estos “van de imparciales, pero salvándose siempre el pellejo”.
Aunque no se hace una descripción exacta de Sole en ningún momento y aunque a veces pareciese un adorno del bailaor, cabe destacar su atributo previsor y su papel premonitorio que salva a Juan de unas cuantas, poniendo como ejemplo la del supuesto general Casanellas (pág. 250).
Nos encontramos entonces ante una obra que algunos consideran novela, otros puro periodismo, algunos otros se atreven a decir que es un libro plagado de Historia y yo misma la percibo como una clara perfección entre literatura y periodismo, denotándose ya en la primera página, con algo tan aparentemente simple como una descripción: “Martínez es flamenco, de Burgos, bailarín. Tiene cuarenta y tres años, una nariz desvergonzadamente judía, unos ojos grandes y negros de jaca jerezana, una frente atormentada de flamenco, un pelo requetepeinado de madera charolada, unos huesos que encajan mal, porque, indudablemente, son de muy distintas procedencias –arios, semitas, mongoles–, y un pellejo duro y curtido como el cordobán”.
En definitiva, por las casi 300 páginas del libro se muestra una prosa innegablemente prodigiosa de un actor y testigo de la guerra española en primera persona que se transporta y sumerge en los acontecimientos rusos que marcarían todo un siglo. Y lo hace como observador, encarnado en un personaje, para intentar mantener la distancia con el lector para luego cargarla de tremenda inspiración. Sin adoctrinamientos. Sin tapujos. Que el lector sea el que saque sus propias conclusiones. Y así escribe Chaves Nogales, “sin adoctrinamientos y de frente”.
