“Vivimos un momento en que el género fantástico ha salido del armario”

Ángel Sala, director del Festival de Sitges, presenta su libro ‘Just Imagine’, en el que recoge y analiza cincuenta títulos imprescindibles del cine de ciencia ficción
Alberto Castilla
España
26.04.2018
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“Me gustan todas las películas del género, incluso las malas”, confiesa Ángel Sala (Barcelona, 1964). Escritor, guionista, crítico, realizador, se le conoce principalmente por ser el director del Festival Internacional de Cine Fantástico de Sitges. Su último libro, Just imagine. 50 títulos esenciales del cine de ciencia ficción, tiene vocación de manual, “va dirigido a un lector que no es especialista en la materia”. La labor de síntesis se antoja complicada. “Cuando a uno le encargan escribir sobre un género cinematográfico que ha sido su pasión durante toda su vida le crean un problema, e intenta no ser excesivamente subjetivo”.

Aun así, es ineludible “citar películas tan conocidas como 2001: una odisea del espacio (Stanley Kubrick, 1968), pero hay otras que lo son menos”. Surgió el dilema de qué hacer con una saga como Star Wars. “Opté por hablar de La guerra de las galaxias (George Lucas, 1977) como película de los 70 sin tener conexión con el resto, porque además el film que realmente da pie a la saga es El Imperio contraataca (Irvin Kershner, 1980)”.

Sala desgrana la evolución del género a través de sus 115 años de existencia y, en cada película, pretende establecer conexiones como vía para que el lector investigue más. “Me interesaba recoger todos los subgéneros del cine fantástico: space opera, monstruos, terror, …, incluyendo además films de autores como Alain Resnais o Jean Luc Goddard, que no están asociados al fantástico”.

El libro arranca con Doctor Mabuse (Fritz Lang, 1922), “mi película favorita de Lang”, y continúa con Metrópolis (Fritz Lang, 1927). “El cine alemán de entreguerras es emblemático, me niego a hablar solo de expresionismo porque eran muchas las vanguardias que confluían”. Luego hay un salto desde El hombre invisible (James Whale, 1933) hasta Ultimátum a la Tierra (Robert Wise, 1951). En esa época, la literatura de ciencia ficción “no crece como la novela gótica, que es casi aristocrática, de autores reconocidos, por tanto, no había gran producción”. Después de los horrores de la Segunda Guerra Mundial, llega la explosión de la industria en Hollywood, “con esa paranoia de la bomba atómica, la Guerra Fría y sobre todo la aparición del fenómeno ovni, que crea un icono: el platillo volante”.

En los años 50, “la ciencia ficción se hace muy popular por un tipo de cine que se consume masivamente, que es el de los programas dobles”. Hay mucha producción de serie B, muy barata, “pero algunas de ellas se han convertido en clásicos de culto”. Un ejemplo de ello es Ultimátum a la Tierra , una película muy especial, con varias peculiaridades. “La produce un gran estudio, como la Twenty Century Fox, la dirige Robert Wise, que está ligado al cine negro, y de hecho tiene un look muy de film noir. Además, el extraterrestre no es una amenaza, sino que viene a arreglarnos el mundo”. Lo mismo ocurre con Planeta prohibido (Fred M. Wilcox, 1956), “muy sofisticada desde un punto de vista conceptual, la acción se desarrolla en el espacio exterior y los decorados son espectaculares”. Son dos films muy atípicos pero, sin embargo, han pasado a la historia como los más influyentes del período. El cine de los 50 será la referencia fundamental tres décadas después. “Los directores de los 80 se han formado viendo estos programas dobles y de ahí las referencias en films como La cosa (John Carpenter, 1982), o La mosca (David Cronenberg, 1986), que son remakes de películas de los 50”.

Sala se considera un amante de los monstruos. “Desde pequeño me han fascinado. El género fantástico, si hay que definirlo de un plumazo, debe remitirse a King Kong (Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack, 1933). Transforma el espacio, nos traslada a un mundo primitivo, desarrolla una tesis sobre la belleza del monstruo”. Siempre ha sido uno de los grandes protagonistas, “indagar lo que hay más allá de la fealdad, descubrir su otro lado, cómo se relaciona con los humanos”. “Y luego está el horror, el caso de Tiburón (Steven Spielberg, 1975), esa criatura sin raciocinio con la que no se puede hablar y que se come a la gente”. Tiburón es “la película que más miedo me ha dado en mi vida. Vista ahora, me parece una de las más grandes de la historia del cine”.

El mito japonés de Godzilla (Ishiro Honda, 1954) funcionó muy bien y se exportó a Occidente. En cierto modo, se trata de “una heredera de King Kong, ya que cuando se estrena en Japón, después de la Segunda Guerra Mundial, les fascina”. Al ser un país ocupado, llegaba mucho cine estadounidense, y Honda “pretende hacer una alegoría de un tema tabú, como es el de la bomba atómica”. También se filmó una versión en Hollywood, dirigida por Terry O. Morse en 1956, y protagonizada por Raymond Burr. Curiosamente, en la España franquista había una delegación de la productora Toho en Madrid y, por eso, se estrena la versión nipona con el título Japón bajo el terror del monstruo.

En los 60 “empieza a calar la idea de que hay que buscar otros temas distintos al marciano con antenas o el robot, y se produce un cambio”. Películas como Un viaje alucinante (Richard Fleischer, 1966, muy influenciada por la Guerra Fría, o Seconds (John Frankenheimer, 1966), “rompen con la idea del cine fantástico de los 50”. El autor ha querido dejar claro que el género de ciencia ficción “no es algo exclusivo de Hollywood”. Tanto en Japón como en Europa hay ejemplos muy interesantes y muy diferentes a los estadounidenses. Aparte del torrente de films que llegaron procedentes de los países del Este, “muy poco conocidos”, en Gran Bretaña, junto con las películas de terror de la Hammer “se producen otras de gran calidad como Quatermass and the pit (Roy Ward Baker, 1967). Incluso la Nouvelle Vague incluye la ciencia ficción como elemento transgresor, por ejemplo en Fahrenheit 451 (François Truffaut, 1966). También se juguetea con lo fantástico en Je t’aime, je t’aime (Alain Resnais, 1968), y Weekend (Jean Luc Goddard, 1967). En España, destaca el thriller futurista Fata Morgana (Vicente Aranda, 1965)”.

[Sumario]

Llegamos a 1968, que “marca un antes y un después”. Es el año de las grandes conquistas sociales y también son fundamentales las aportaciones al cine de ciencia ficción, con dos películas básicas: El planeta de los simios (Franklin J. Schaffner ) y 2001: una odisea del espacio. “Ambas suponen un hito, porque cambiarán para siempre la estética”. El planeta de los simios es una película de estudio que cuenta con una gran estrella como Charlton Heston, y además “incorpora a un guionista, Rod Serling, que había revolucionado el fantástico en la pequeña pantalla con The Twilight Zone, que para mí es la biblia del género. Es la primera vez que la televisión influye de manera determinante en el cine”. Curiosamente, sus cuatro secuelas “se reconducen hacia la serie B, desaparece ese componente de gran producto que tenía la primera”. En cuanto a 2001, “una persona que la ve hoy en día por primera vez se queda con la boca abierta, el cambio estético y narrativo es brutal. Pero sin embargo no creó escuela, porque los estudios no podían reproducir ese esfuerzo. Hasta finales de los 70 no se aprecia realmente su influencia”.

En los años 70 y 80, la ciencia ficción consigue “salir de su nicho un poco cultureta y retorna a los años 40”. La guerra de las galaxias “consigue la estética de 2001, pero con el espíritu de otros tiempos, y se convierte en un fenómeno de masas”. Y luego está el caso singular de Blade Runner (Ridley Scott, 1982). “En plena época Reagan, una película tan amarga, fue un auténtico fracaso. Pero con el paso del tiempo, se convirtió en una de las más influyentes para el espectador de ciencia ficción”. 35 años después se filma la versión Blade Runner 2049 (Dennis Villeneuve, 2017), que “me parece una muy buena película, mejor que la primera. Creo que lo peor es que pretende crear un universo abierto a secuelas y spin offs. Como ocurre casi siempre, las comparaciones son odiosas”.

En la actualidad, la ciencia ficción se ha convertido en un fenómeno popular, prueba de ello es que “las productoras han hecho una apuesta arriesgada, pero que ha funcionado muy bien en taquilla, y de igual manera el cine independiente se ha acercado al género”. Se puede apreciar “una recomposición, disfrutamos de una edad dorada complementada con el éxito de las series emitidas en las plataformas digitales, que ya no son de simple evasión, sino que ofrecen propuestas complicadas desde un punto de vista conceptual”.

“Vivimos un momento en que el género fantástico ha salido del armario”. En los últimos años se han dado fenómenos que lo han cambiado todo. “El terror se consume en familia, hay señoras de sesenta años que ven Walking Dead. Se están rompiendo barreras”. It (Andy Muschietti, 2017) ha recaudado 800 millones de dólares, y Déjame salir (Jordan Peele, 2017) ganó el Oscar al mejor guión original y estuvo nominada a mejor película. “Los grandes estudios están domesticando el terror, y esto lo acerca a un mayor número de públicos”.

Hoy en día, la ciencia ficción está llegando al espectador “a través de la coartada de lo emocional. Partiendo de que es un género frío y distante, se introduce una temática que se acerca a lo más íntimo del ser humano”. Además, la revolución digital ha permitido “hacer cosas que antes eran imposibles, sin que resienta la calidad de las historias, como sucede en Interstellar (Christopher Nolan, 2014)”.

Pero inevitablemente, los tiempos han cambiado. “A los fans de Star Wars que se ponen nerviosos ante un nuevo estreno, les diría que lo de la primera no lo volverán a ver. Era otra época, otro concepto y otros medios”. El objetivo de Hollywood es “atraer al público joven a las salas, y lo hacen a través de las sagas. Confieso que no puedo con Los juegos del hambre. Dentro de 20 o 30 años, nadie las recordará, dejan muy poco poso. ¿O es que hay alguien que se acuerde de Crepúsculo?”.

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