“En el siglo XIX llegó a Euskal Herria el acordeón diatónico (soinu txikia). Hasta entonces en las romerías de las ermitas se utilizaba la alboka y el pandero; cuando llegó la trikitixa se introdujo en principio para ayudar al pandero. Sin embargo, pronto asumió el protagonismo, sobre todo entre la población rural vasca de Gipuzkoa y Bizkaia, siendo realmente significativo el grado de transmisión alcanzado. Además de representar muy bien la tensión entre la tradición y la modernidad, es una expresión musical que ofrece claros ejemplos entre el pasado y el futuro o el local-global, y por eso empecé a estudiar la hibridación de la trikitixa”, afirma la investigadora Gurutze Lasa Zuzuarregui.
Pero, ¿qué es exactamente la hibridación? “Es el término que las ciencias sociales tomaron de la biología a finales del siglo pasado. La hibridación puede resultar a menudo un concepto complejo y confuso. Por eso, en este trabajo de investigación me he basado en la definición del antropólogo argentino Nestor García Canclini. El antropólogo argentino entiende por hibridación los procesos socioculturales en los que las estructuras o prácticas discretas que aparecen separadas se combinan para crear nuevas estructuras, objetos y prácticas. En definitiva, la combinación de estructuras y actitudes separadas da lugar a estructuras, actitudes y personas híbridas, que es la hibridación”, explica Gurutze Lasa Zuzuarregui. “Estamos en la era de Internet, en tiempos en los que somos conscientes rápidamente y fácilmente de las novedades de otros países. Esto nos permite mezclar y multiplicar fácilmente estas innovaciones”, añade.
“En lo que respecta al ámbito geográfico, he analizado la evolución histórica de la trikitixa en Gipuzkoa y Bizkaia, y en Navarra, Álava e Iparralde a través del trabajo de campo realizado de forma precisa, así como el papel, el lugar y la problemática de las mujeres en esta evolución”, afirma la investigadora. “En cuanto al marco cronológico, a pesar de que la primera noticia sobre la introducción del acordeón diatónico (soinu txikia) en Euskal Herria era de 1889, le he dedicado especial atención al periodo desde el XI Campeonato General de Euskal Herria (celebrado el año 1986) hasta la actualidad para analizar la evolución de la trikitixa. También he visto las características de algunos trikitilaris actuales y su reflejo en la producción realizada. Y es que, junto con los Campeonatos Generales de Trikitixa, Tapia y Leturia, Kepa Junkera, Esne Beltza, Gose, Huntza y Koban son la clave para observar la hibridación que analizamos”, añade Gurutze Lasa Zuzuarregui.
A la vista de lo analizado, la investigadora afirma que “la capacidad de adaptación es fundamental para la supervivencia de las culturas. Recogemos, transformamos y transmitimos la cultura. Las nuevas generaciones reciben elementos de los anteriores, pero también desmontan otros en función de sus intereses. Al mismo tiempo, las relaciones con otras culturas hacen que adquieran nuevos elementos”.
“Hemos demostrado que las interacciones entre los elementos recogidos y las tendencias contemporáneas dan lugar a la naturalización de elementos ajenos a los anteriores y a la creación de nuevas tradiciones diversas —afirma Gurutze Lasa Zuzuarregui—. Las combinaciones de elementos locales y extranjeros también favorecen la creación artística, como se ve reflejado en los trabajos de Tapia y Leturia, Kepa Junkera, Esne Beltza, Gose y Koban.”
También desde el punto de vista del género se han producido cambios notables, “dejando a un lado la invisibilidad, se ha producido una progresiva diversificación del perfil hegemónico del origen rural y masculino inicial, y hoy en día son muchas las mujeres que se ponen en escena con la trikitixa”.
Asimismo, “con este trabajo me gustaría hacer ver que la trikitixa es otra expresión musical, que debería ser valorada en nuestra sociedad, en la educación y en todos los ámbitos. Dejando a un lado los prejuicios y poniendo en valor a los trikitilaris desde el ámbito musical”, subraya Gurutze Lasa Zuzuarregui.