En Madrid y San Sebastián operaba una red mafiosa de colombianos que traía a transexuales, para prostituirlos en burdeles y a través de web de citas; ésta, no es la primera vez. Policías nacionales han arrestado, en esta operación, a 2 sujetos, uno en cada provincia y liberado de la esclavitud sexual a dos víctimas que acababan de ser captadas por la organización, a las que les atribuían una deuda de 8 euros, en concepto de viaje a España y alojamiento. En Zaragoza, una red criminal familiar publicaba anuncios en Internet en los que ofrecía sexo con colombianas y ‘fiesta blanca’ (cocaína) a sus clientes. En estas pesquisas, Policía Nacional liberó a 17 mujeres y detuvo a los 10 miembros del clan, con miles de euros y distintas dosis de estupefacientes.
Despliegue masivo en Europa
Quizás, el asentamiento masivo de bandas de proxenetas y narcos colombianos en Europa, esté en la colonización de sus lupanares, por parte de venezolanas que huyen de la pobreza extrema. Se calcula que más de 2 han cruzado la frontera hacia Colombia, en un éxodo solo comparable al que provocaron las guerras mundiales. Muchas de estas personas, aún seres humanos, buscan la oportunidad de subsistir y alimentar a sus hijos. La prostitución se ha instalado en las calles de Cúcuta, Cali, Medellín y Bogotá, de la mano de las nuevas generaciones de traficantes y ha llegado a la Universidad, empujada por el alto coste que supone la formación reglada: o dejas que te vendan, o no tienes futuro. Y de ahí, al viejo continente, en un salto que supone recorrer miles de kilómetros, con la promesa mentirosa de prosperidad e incluso de un contrato de trabajo, que se diluye a la velocidad que el avión surca el Atlántico. Aquí cobran los mismos 10 euros por servicio que allí, porque la competencia con otras mafias ha rebajado las tarifas y aumentado la clientela, que se frota las manos ante el pago de tamaña miseria, a cambio de un rato de sexo.
Pobreza, el origen
El territorio de las grandes ciudades, de las que tienen buenos accesos para entrar y salir, y de las zonas turísticas, está tan dividido como cotizado. Españoles, rusos, nigerianos, rumanos, ucranianos y chinos, entre otros, han levantado auténticas fronteras invisibles y eficaces, donde abren sus chiringuitos para vender el placer efímero que les enriquece. En Alzira (Valencia), la Policía dio con una banda internacional, con tentáculos en Saarbrücken (Alemania), y liberó a 17 rumanas víctimas de trata y explotación sexual, a la vez que apresaba a 16 rumanos y dictó 10 órdenes de búsqueda; con 5 registros de pisos e incautación de dinero, joyas, coches y armas. La captación de estas jóvenes compatriotas la hacen en las poblaciones más humildes y vulnerables. Lo mismo que en la investigación concluida en Motril (Granada), donde rusas y ucranianas eran obligadas a prostituirse en pisos y en un club, tras traerlas, bajo promesa de trabajar de azafatas. Al final: 6 detenidos, 5 mujeres liberadas y el local de alterne cerrado.
Las Sin-Sin
Estas víctimas, a las que llamo Sin-Sin, deambulan bajo el yugo de sus explotadores, de un país a otro, sin ninguna herramienta útil que corte sus cadenas, sin conocer el idioma, sin arraigo alguno, sin dinero, a veces sin formación, sin apoyos y sin recursos económicos. Son una diáspora arrojada a la miseria, al maltrato, la vejación y el delito por imperativo social. ¿Qué ocurre con estas mujeres después de ser liberadas de los proxenetas? Sí sabemos qué ocurre con sus proxenetas. Engrilletados van ante la Justicia y, al poco, están en las calles que tan bien conocen, con sus coches de lujo, sus bolsas de billetes libres de impuestos, su arrogancia y pedantería; disfrutan de la vida y nos escupen una estrepitosa carcajada. Han ganado, siempre ganan.