En medio del debate general que ha suscitado el apagado Gran Premio de Francia, excusa oportuna para que se hayan sondeado todo tipo de recetas balsámicas a lo largo de la última semana, Alejandro Agag señaló, desde su experiencia como mandamás en la Fórmula E, que el intervencionismo de los equipos en el rumbo del campeonato en el que compiten con intereses y objetivos diversos es el problema de fondo que se esconde tras la Fórmula 1. La voz enérgica del aficionado se diluye en un canal edulcorado por los intereses de los pilotos, de las escuderías, del suministrador de neumáticos y, en última instancia, de un propietario, Liberty Media, que asiste con impasibilidad a la pérdida de valor constante de su deporte.
No hemos tardado en ver un buen ejemplo de esta arista punzante clavada, como no podía ser de otra forma, en los despachos de Pirelli. Y es que esa mezcla de espectáculo y urgencia siempre termina señalando al mismo. La propuesta en juego no era exactamente el retorno a las mismas estructuras de los compuestos de 2018, sino aumentar la banda de rodadura de las gomas actuales para recuperar mismo grosor que el de la pasada temporada, los famosos 0,4 mm. Pero, una vez más, encontrar consenso suponía pedir demasiado. Mercedes, McLaren, Renault, Racing Point y Williams. Cinco equipos en contra que, fundamentalmente, son dos constructores, Mercedes y Renault, sumando a sus adláteres para lograr una negativa abultada que tumba una decisión que, de salir adelante, seguramente habría sido tan eficaz como injusta, puesto que los cambios de reglas en mitad del juego siempre han adulterado la competición, por mucho que Pirelli nos haya acostumbrado ya a este tipo de tejemanejes diversos desde su llegada en 2011.
[Sumario]
En el fondo de la cuestión está, sin embargo, que la Fórmula 1 volvió a echar el freno. Nuevamente, el espectáculo, convertido en damnificado menor para complacer a Mercedes, acostumbrado a no perder comba en los dictámenes que conciernen a Pirelli. Algo que ya no se le escapa a nadie. “Votemos para no votar más en nada y demos todo el poder a Ross”, decía Vettel, que mantiene su tono post Canadá, sobreactuado y abocadamente rupturista. Pero al que en este caso no le falta razón. Liberty convenció a Brawn para dejar en sus manos la batuta que marcaría el compás de la sinfonía más importante, convertida ahora en comparsa habitual del ritmo que quieren bailar otros. Los actores, pero también directores de un drama que desde hace ya tiempo ha dejado de ser un éxito en taquilla.