San Petersburgo, la antigua capital del imperio zarista de 1712 a 1918, conserva un halo de ciudad imperial. Esplendor y monumentalidad en sus museos, palacios, fortalezas, catedrales e iglesias.
No hay ninguna duda que se distingue por ser la capital cultural de Rusia. De hecho cuenta con más de 200 museos y con una de las mejores pinacotecas del mundo, el Hermitage, el antiguo Palacio de Invierno, con más de 3 millones de obras de arte entre cuadros, esculturas, obras gráficas y hallazgos arqueológicos.
El edificio, de un marcado estilo barroco, fue la residencia oficial de los zares rusos durante la capitalidad de la ciudad. Su interior alberga más de un millar de habitaciones y su exterior se extiende más allá de los dos kilómetros de fachada.
Y si este palacio fue la residencia oficial, el de Peterhof fue la mansión de verano de las dinastías reales. A 40 kilómetros de la urbe es conocido como el “Versalles” ruso debido a su similitud con el palacio parisino por sus elegantes fuentes de cascadas e imponentes parques y jardines.
La Fortaleza de San Pedro y San Pablo, la ciudadela original de San Petersburgo, construida en piedra y revestida de granito, fue concebida como un gran palacete de defensa pero su utilización casi exclusiva fue como base militar, aunque en algún momento se convirtió en prisión. En su interior se encuentra la catedral del mismo nombre, de estilo barroco, alzándose como el edificio más alto de la ciudad donde reposan los restos mortales de la mayoría de zares.
Los edificios religiosos
Y si impresionantes son los palacios no lo son menos las edificaciones religiosas cuyos mejores exponentes son la Catedral de Isaac, la de Nuestra Señora de Kazán y la Iglesia de San Salvador sobre la Sangre Derramada.
La Catedral de Isaac lleva a gala ser la más grande de Rusia. Se erigió durante la primera mitad del siglo XIX sobre una enorme cúpula central acompañada de cuatro bóvedas más pequeñas. Y la ornamentación de su interior es espectacular: coloridos mosaicos, columnas de malaquita, esculturas, frescos y un impresionante altar central.
La Catedral de Nuestra Señora de Kazán, construida en la primera década del XIX, esta edificada a semejanza de la Basílica de San Pedro de Roma y levantada sobre una planta de cruz latina. Es el más vivo ejemplo del estilo neoclásico y sus casi 100 columnas ponen la guinda a su majestuosidad exterior.
Mientras que la Iglesia de San Salvador sobre la Sangre Derramada fue alzada a finales del siglo XIX en el lugar donde el emperador Alejandro II encontró la muerte en un atentado terrorista. Su fachada multicolor y su arquitectura bizantina convierten a este templo ortodoxo en un edificio singular con sus cuatro cúpulas en forma de cebolla y sus tres ábsides y un interior recubierto de coloridos frescos y mosaicos.
Esplendor urbanístico
Y a la majestuosidad arquitectónica de San Petersburgo se le une la urbanística destacando la gran arteria de la ciudad, la Avenida Nevski, que durante sus más de cuatro kilómetros se encuentra atestada de cafeterías, bibliotecas, teatros, palacetes, catedrales, plazas, jardines y tiendas de lujo; y los más de 500 puentes que enlazan los islotes diseminados entre los canales y el río Neva.
Mientras, las entrañas de la ciudad de igual manera que la superficie también tienen la categoría de sublimes. El metro, el más profundo del mundo, debido a que debe salvar la humedad del Neva, desciende hasta los 120 metros para encontrar sus estaciones, llamadas “palacios del pueblo”, verdaderos museos bajo tierra por su lujosa ornamentación.