En los últimos diez años, la imagen de Frida Kahlo de ha convertido en un símbolo del feminismo mexicano por el espíritu de lucha y las muchas pruebas que tuvo que atravesar la artista a lo largo de su vida. No obstante, hay algunos que consideran que esto es algo paradójico pues durante su relación amoroso con el también célebre pintor, Diego Rivera, posó por alto un sinfín de abusos por parte del muralista, hechos que ponen en entre dicho su valía como símbolo del movimiento que hoy busca darle voz a las mujeres por encima de íconos de la talla de María Félix quine de acuerdo a distintos testimonios propios y ajenos, parecía ser quien en verdad le puso cara a los hombres de la época.
Aunque el genio de Frida Kahlo ya tenía un buen número de seguidores, es probable que su fama cobrara relevancia definitiva luego de la aparición de la cinta de Julie Taymor, Frida, que protagonizara la también mexicana, Salma Hayek. A partir de entonces, la vida de mártir de la artista plástica se ha hecho un fenómeno del mercadeo y su foto y supuestas frases inundan cientos de productos aunados al folclore de la cultura azteca en México y el mundo.
Pero hay una parte de la vida de Frida Kahlo que algunos ignoran aún y que en buena medida podría ayudar a sanar su imagen como una mujer sumisa rendida a las muchas infidelidades de Diego, y es que la mujer de las cejas espesas también tuvo sus amoríos clandestinos y uno de los más sonados fue al lado el fotógrafo hungaro, Nickolas Muray, quien dedico gran parte de su obra a retratar a la mujer que hiciera populares las flores en la cabeza en todo el mundo.
Y es que mucho se ha hablado de la fama de Don Juan de Rivera, pero Frida Kahlo también tuvo sus deslices fue del matrimonio, así fue que conoció a Nickolas Murray en New York por allá de los años 30´s. El fotógrafo se había mudado a los Estados Unidos en 1913, huyendo de la guerra en Europa. Por su parte, Frida estaba en el país de las barras y las estrellas, ya que Diego había sido contratado para pintar unos murales, entre ellos aquel famoso muro que fue mandado a derribar por el mismo Rockefeller por su esencia comunista.
De este encuentro tórrido entre la pintora y el fotógrafo, da cuenta una serie de cartas intercambiadas entre los dos y que dan cuenta de la relación extramatrimonial que le dio la oportunidad al hombre de tomar algunas de las mejores postales de la mexicana en la ciudad de los rascacielos, entre otras cosas, por la cercanía e intimidad entre los dos. Probablemente la más celebre de esas fotos, sea Frida on Rooftop, (New York, 1946), en ella aparece sentada en un día nuboso en una típica azotea neoyorquina con uno de sus típicos atuendos de la cultura mexa.
Se sabe que la relación entre estos dos artistas fue posible en gran medida a las muchas rupturas de Kahlo con Rivera. Dicho romance tuvo lugar entre los años de 1931 a 1941. En una de las epístolas rescatadas, se lee:
“Nick, te amo como a un ángel… nunca, nunca te olvidaré, eres mi vida y ojalá que nunca lo olvides”.
Frida Kahlo.
A pesar de que el hombre de la lente, Muray, se caso en tres ocasiones, se dice que buscaba desesperadamente llevar a Frida al altar, sin embargo, esto nunca pasó. De cualquier forma, fueron buenos amigos hasta la muerte de ella en 1954.
Luego de dedicar una buena parte de su vida a retratar a su amada, Nickolas Muray dejó el retrato y se dedico a la publicidad, faceta en la que continuó innovando y se consagró con uno de los fotógrafos más destacados en el rubro gracias a su técnica y talento.
La historia de esta pareja se puede leer con mucha más profundidad en el libro de la también mexicana, Mónica Lavín quien dedico su obra, La casa chica, a estas y otras historias del amor prohibido de las celebridades del momento en el suelo del tequila y el chile. Por su parte, las foto grafías de Frida a cargo de Muray, siguen dando la vuelta al mundo, conquistando a propios y extraños, y de paso reivindicando la imagen de una mujer que secretamente era dueña de su cuerpo y decisiones.