En México hay pocas imágenes con tal arrastre que el de la Virgen de Guadalupe. El culto por la llamada virgen morena, es tal que poco más de 8 millones de fieles tanto del país como de otras naciones, abarrotan la basílica de Guadalupe en la conmemoración de su aparición en el Cerro del Tepeyac, aunque, dicho sea de paso, este año esa tradición tendrá que esperar para mejor momento, toda vez que las puertas del templo se cerraran como consecuencia de la pandemia del Covid-19.
De acuerdo con la creencia de la fe católica, la aparición de la virgen se dio un 12 de diciembre, pero de 1531, siendo testigo de esta el indio Juan Diego, y siendo a él mismo a quien en apariencia la Madre de Cristo, le piedra que se edificara un templo en su honor. La historia es conocida ya por todos, pues al ir corriendo el indio Juan Diego con la petición de la mujer “rodeada de un resplandor dorado”, el aquel primer obispo primado de México, Don Juan de Zumárraga, no le creyó. El sacerdote le pidió una prueba y en su tercera y definitiva aparición, la virgen le pidió al indígena que llevara flores de ese campo en que ella se aparecía, pero lo que sucedió al vaciar el ayate frente a los ojos del hombre, la virgen estaba ahí grabada en la prenda del mexicano ahora convertido en santo.
Desde entonces en la república mexicana se profesa una controversial fe por la virgen de Guadalupe al punto incluso de crear una interesante vertiente del catolicismo, ya que muchos de los mexicanos se declaran mucho más guadalupanos, que católicos. Lamentablemente para su causa, son muchas las voces que ponen en tela de juicio la aparición de la virgen morena y lo más curioso del caso, es que estas voces han venido incluso del seno de la iglesia en México.
El primero que puso en entre dicho la veracidad de la virgen de Guadalupe, fue Guillermo Schulemburg, abad-director de la basílica quien en el año de 1995 sacudió las bases de la feligresía guadalupana al decir que no existen elementos para comprobar la existencia de Juan Diego y por consecuencia de la misma virgen. De acuerdo con Schulemberg, y otros historiadores de la talla de D. Branding, Miguel León-Portilla y Edmundo O’Godman, el entonces obispo de la Nueva España, era un habido escritor y documentaba cada acontecimiento en su paso por los templos mexicanos, y sin embargo no existe registro alguno de la llamada aparición de la virgen.
Pero la cosa no para ahí, pues la historia tiene un trasfondo aún más oscuro, pues la virgen no sólo no habría tenido una aparición milagrosa como se rumora hasta la fecha, sino que habría sido inventada por los jerarcas de la iglesia de aquella época con el único propósito de someter y adoctrinar a los indígenas de la conquista.
Por principio de cuantas, hay que señalar que los mexicanos adoraban dioses como las culturas orientales antes de la conquista. Entonces, son líderes de la Nueva España quienes introducen el culto por el catolicismo en México. Al estos notar que los “indios salvajes” adoraban a “Tonanzin”, considerada la madre de dios, usaron esto como base para crear una nueva virgen a través de la cual someter a los indígenas en su culto.
A la muerte de Zumárraga, quien hereda el liderato de la iglesia fue Bernardino de Sahagún quien da seguimiento a los propósitos de su antecesor para adoctrinar a los indígenas, ordenando este a su vez a Antonio Valeriano, mexica y fiel asistente de Sahagún, que aprovecho sus conocimientos de las creencias indígenas y su gusto por la ficción, para crear la idea fantástica de la aparición de la virgen. Luego, fue ordenada al pintor Marcos Cipac de Aquino, la pintura de la virgen de Guadalupe en el famoso ayate que se supone es el que desde hace más de 500 años yace en la basílica de Guadalupe en el corazón de la república mexicana.
No es la primera vez que la imagen de la virgen de Guadalupe es puesta en duda, y por ello es que se le han hecho distintos estudios científicos a la tilma de la madre de América, como también es conocida, cosa que ha sido utilizada por los creyentes para validad su fe, lo extraño del caso es que muchos de esos estudios, han sido realizados bajo condiciones dudosas y ambientes poco controlados e incluso por miembros asiduos a la propia iglesia. Por lo pronto quedan al aire varios incidíos y el trabajo de muchas personas respetadas en su trabajo que señalan todos los cabos sueltos que quedan en torno a este mito.
Otro factor a destacar es que extrañamente, como la voz de aquel primer abad que fue callado al ser despedido y acusado de hereje luego de poner en duda la aparición de la virgen, muchos de los textos que versan en este sentido sobre la red, extrañamente desaparecen (esperemos que este no sea el caso). Al final, y mientras año con año, los ánimos por la virgen del Tepeyac crecen, seguramente es difícil decirle adiós a los poco más de 8 millones de personas que se dan cita en la basílica de Guadalupe tan sólo en la semana de su fiesta, y claro a sus cuantiosas donaciones a iglesia más concurrida de América.