Ana Obregón se ha mostrado completamente abatida en este Día de todos los Santos tan extraño. No solo por celebrarse en medio de la pandemia por el coronavirus, también, por ser el primero que tiene lugar tras el fallecimiento de Álex. La presentadora no se puede mostrar más triste en sus redes sociales: “Daría mi vida por abrazarte un segundo”. Además, ha querido enviar un sincero mensaje de apoyo y de cariño a todas las personas que, como es su caso, han perdido a un ser querido.
Hacía dos semanas que la actriz y presentadora no compartía absolutamente nada en sus redes sociales. Pero, en un día tan simbólico como el de hoy, la presentadora ha compartido una carta cargada de emotividad y ha mandado todo su cariño a todas aquellas personas que, como le ha sucedido a ella, han perdido una persona querida y la echan de menos en fechas como éstas.
“Quiero mandar desde lo más profundo de lo que queda de mi corazón un abrazo de amor a todos los que habéis perdido a vuestros seres queridos y en especial a los padres que han perdido a un hijo”.
La presentadora acompañaba este texto con una preciosa foto de su hijo caminando por un bosque lleno de árboles, con una sonrisa en el rostro, y sin que pareciera que iba a fallecer unos años más tarde. Igualmente, Ana ha querido compartir unas palabras dirigidas a su hijo, cuya tumba visita todas las semanas:
“Y tú, mi Áless querías vivir, tenías toda una vida por delante. Con 25 años sonreíste al cáncer, luchaste y sufriste en silencio animando a los que estaban en la misma situación”.
Hace seis meses, la muerte del joven le rompió el corazón y sabe que fue para siempre:
“Fue un rugido que rompió las paredes del infinito y tu ejemplo en esta vida ya tiene un eco en la eternidad (…) Daría mi vida por volver a abrazarte aunque solo fuera un segundo. Un segundo contigo a cambio del resto de mi vida".
A lo largo de los últimos meses, Ana se ha centrado en la meditación, además de tener a su lado a su familia en todo momento y a sus amigos más íntimos que no quieren dejarla sola en ningún momento. Poco o casi nada queda de aquella profesional de la comunicación que tiene una gran sonrisa. Hace apenas unas semanas, ella reconocía que no le apetecía “ni bailar, ni reír, ni ponerme modelitos”.