Querida Ana:
Qué gusto disfrutar de la inocencia, con la entrega que da la ternura y estar presto a dar más. Ha sido un reencuentro maravilloso. Aquí está Max-Marx, dormidito como un bebé, henchido de mimos y atención.
¡Qué buen finde!, que bien le sienta que le escuches, que atiendas sus mensajes, que le enseñes a pasear a tu paso, que oiga tus susurros en su mundo. Un mundo que desconocemos. ¿Dónde ha nacido?, ¿dónde ha vivido?, ¿quiénes le cuidaban?, ¿cuántos años tiene? Y, ¿Qué fue lo que pasó, hasta el abandonado? ¿Se escapó?, ¿lo echaron?, ¿se perdió…?
Lo cierto es que, estaba perdido cuando le encontraste y le abriste la puerta: la puerta de tu corazón. Hay quien piensa, mi Ana querida, que cuando uno es pequeño, tiene un corazón pequeño. Bueno, hay quien piensa que la tierra es plana! Para mí, todos nacemos con un gran corazón que, día a día, se enfrenta a mil batallas, dirigidas a reducirlo.
Pero querida mía, luchamos… luchamos mucho!, con el viento Silvestre de nuestro lado. Y, ¿ves qué lindo? Max-Marx está en nuestra casa; poco a poco se acomoda a la que ya es su casa y, poco a poco, nos hará más a él. Un reencuentro, 15 días después del mágico día en el que le has dado una nueva y buena historia que vivir: ha sido fantástico!
Me gusta veros a través de la ventana de la cocina, cuando le hablas y te escucha; me gusta saber que le proteges de los peligros; me gusta cómo eres, cuando te levantas y te calzas las botas, y no te importa la helada ni el frío, y sales con tu Max Marx, y a él no le importa el frío.
Max-Marx sabe lo que haces, sabe que tú estás ahí siempre y espera tus regresos; porque siempre son juegos divertidos. Solo lleva 15 días adoptado; nos queda todo por descubrir de su universo. Tú te has dado a él y sé que él está dispuesto a darse. Es tu amigo y va ser tu mejor amigo.
Desde ese sueño reparador, que concilia emociones (está como un ‘ tronco’), sabes que te abraza y te pone un beso en la frente. Sabe que eres única en el mundo.
Hasta el miércoles.