Felipe VI hizo que su hija y heredera de la Corona, la princesa Leonor, presenciara el discurso que grabó para todos los medios de comunicación tras el referéndum ilegal del 1 de octubre de 2017. Dos días después, el 3 de octubre, el Jefe del Estado se dirigió a todos los españoles con un mensaje muy medido y directo: la unidad de España debía prevalecer. Y su hija, como Princesa de Asturias, debía ser testigo de ese momento histórico para su padre y, sobre todo, para la historia de España, un país que, previsiblemente, algún día reinará.
2017 fue un año clave para el independentismo catalán, y el Rey barruntaba desde hace meses la posibilidad de tener que lanzar un mensaje a la opinión pública de alguna manera para recordar que la garantía y la continuidad del país son principios recogidos en la Constitución encarnados en su persona. El monarca participó el 26 de agosto de 2017 en la manifestación de condena por los atentaos yihadistas perpetrados ochos días antes en Barcelona y Cambrils -en un comportamiento sin precedentes-.
Don Felipe y su mujer, la reina Letizia, observaron cómo el ambiente se ha enrarecido en muy poco tiempo, ya que acudieron el día después de los atentados a visitar a los herdiso y a participar en un minuto de silencio en recuerdo a las víctimas. El monarca comprueba que los responsables de la organización de la manifestación ya no son asociaciones de víctimas del terrorismo o el propio Govern, sino la Asamblea Nacional Catalana y Òmnium Cultural, que permitieron que se mezclara la repulsa hacia los atentados con pretensiones separatistas. También cambió el tono con las más altas autoridades de la comunidad autónoma: tras los atentados, Felipe VI mantuvo un encuentro discreto pero sincero con la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau; tras el 26 de agosto, la edil no mostró predisposición alguna en reunirse de nuevo con Don Felipe.
Lo que no sabía el Rey es que se avecinaba el mes más convulso de su reinado hasta el momento y que su actuación marcaría un antes y un después en el ejercicio de su cargo. Tras las leyes de desconexión del 6 y 7 de septiembre aprobadas por el Parlament, se celebró un referéndum sin aval alguno y con unas irregularidades flagrantes que deslegitimaron cualquier derecho al voto de unos ciudadanos confundidos y crispados por la política. Se puede asegurar que en España hubo un vacío de poder, pues La Moncloa apenas se pronunció -no hubo más que una breve declaración del entonces presidente, Mariano Rajoy- y Don Felipe tomó el mando con permiso del Poder Ejecutivo, en facultad del artículo 56 de la Constitución, para dirigirse al país. Los círculos económicos y políticos giraron su mirada hacia el Palacio de La Zarzuela en búsqueda de un gesto por parte de Don Felipe. Por ello, el Rey sometió a una intensa reflexión las palabras que dirigiría a la Nación.
La reflexión de un difícil discurso
Casi todos los preguntados valoraron positivamente que Don Felipe se dirigiera a los españoles. Se pensó si debía haberse dirigido antes de la declaración unilateral de independencia -el 27 de ese mismo octubre- o debía hacerlo ya. Al final, el Rey habló ese 3 porque, si esperaba unas semanas, su intervención se entendería como una respuesta a la decisión del expresidente Carles Puigdemont, y el monarca está por encima de cualquier autoridad o circunstancia. El Rey representa al país entero, sin dobleces.
El monarca contó con todos aquellos que se prestaron a aconsejarle. Lo primero que decidió es no aparecer con uniforme militar, y apuesta por un traje gris, una camisa blanca y una corbata granate en un plano medio sostenido que muestra una escenografía sobria. No habrá frases en catalán, pues es un discurso para los catalanes, sí, pero sobre todo para el país en su conjunto. Felipe VI acompañará con gestos a palabras clave.
Esa mañana del 3 de octubre, Rajoy acude a Zarzuela para reunirse con el soberano y valora el discurso aunque tiene sus reservas, una realidad que comparte extramuros con su círculo más cercano. Las líneas del discurso se comparten también con el jefe de la oposición, Pedro Sánchez, que propone hacer una llamada al diálogo. Desde Casa Real desechan la propuesta, pero sí apelan "a la conciliación y el entendimiento".
Tras la emisión de sus palabras, Felipe VI confirmó lo que sospechaba: en una parte de la sociedad generarían profundos problemas y una lejanía de parte del pueblo hacia su figura. No obstante, cumplió con las atribuciones que le otorga la Constitución con rigor y fiabilidad, algo que los españoles le agradecen en las encuestas que se van realizando periódicamente sobre su figura.
El discurso íntegro
"Estamos viviendo momentos muy graves para nuestra vida democrática. Y en estas circunstancias, quiero dirigirme directamente a todos los españoles. Todos hemos sido testigos de los hechos que se han ido produciendo en Cataluña, con la pretensión final de la Generalitat de que sea proclamada −ilegalmente−la independencia de Cataluña.
Desde hace ya tiempo, determinadas autoridades de Cataluña, de una manera reiterada, consciente y deliberada, han venido incumpliendo la Constitución y su Estatuto de Autonomía, que es la Ley que reconoce, protege y ampara sus instituciones históricas y su autogobierno.
Con sus decisiones han vulnerado de manera sistemática las normas aprobadas legal y legítimamente, demostrando una deslealtad inadmisible hacia los poderes del Estado. Un Estado al que, precisamente, esas autoridades representan en Cataluña.
Han quebrantado los principios democráticos de todo Estado de Derecho y han socavado la armonía y la convivencia en la propia sociedad catalana, llegando -desgraciadamente- a dividirla. Hoy la sociedad catalana esta´ fracturada y enfrentada.
Esas autoridades han menospreciado los afectos y los sentimientos de solidaridad que han unido y unirán al conjunto de los españoles; y con su conducta irresponsable incluso pueden poner en riesgo la estabilidad económica y social de Cataluña y de toda España.
En definitiva, todo ello ha supuesto la culminación de un inaceptable intento de apropiación de las instituciones históricas de Cataluña. Esas autoridades, de una manera clara y rotunda, se han situado totalmente al margen del derecho y de la democracia. Han pretendido quebrar la unidad de España y la soberanía nacional, que es el derecho de todos los españoles a decidir democráticamente su vida en común.
Por todo ello y ante esta situación de extrema gravedad, que requiere el firme compromiso de todos con los intereses generales, es responsabilidad de los legítimos poderes del Estado asegurar el orden constitucional y el normal funcionamiento de las instituciones, la vigencia del Estado de Derecho y el autogobierno de Cataluña, basado en la Constitución y en su Estatuto de Autonomía.
Hoy quiero, además, transmitir varios mensajes a todos los españoles, particularmente a los catalanes.
A los ciudadanos de Cataluña –a todos− quiero reiterarles que desde hace décadas vivimos en un Estado democrático que ofrece las vías constitucionales para que cualquier persona pueda defender sus ideas dentro del respeto a la ley. Porque, como todos sabemos, sin ese respeto no hay convivencia democrática posible en paz y libertad, ni en Cataluña, ni en el resto de España, ni en ningún lugar del mundo. En la España constitucional y democrática, saben bien que tienen un espacio de concordia y de encuentro con todos sus conciudadanos.
Sé muy bien que en Cataluña también hay mucha preocupación y gran inquietud con la conducta de las autoridades autonómicas. A quienes así lo sienten, les digo que no están solos, ni lo estarán; que tienen todo el apoyo y la solidaridad del resto de los españoles, y la garantía absoluta de nuestro Estado de Derecho en la defensa de su libertad y de sus derechos.
Y al conjunto de los españoles, que viven con desasosiego y tristeza estos acontecimientos, les transmito un mensaje de tranquilidad, de confianza y, también, de esperanza.
Son momentos difíciles, pero los superaremos. Son momentos muy complejos, pero saldremos adelante. Porque creemos en nuestro país y nos sentimos orgullosos de lo que somos. Porque nuestros principios democratices son fuertes, son sólidos. Y lo son porque están basados en el deseo de millones y millones de españoles de convivir en paz y en libertad. Así hemos ido construyendo la España de las últimas décadas. Y así debemos seguir ese camino, con serenidad y con determinación. En ese camino, en esa España mejor que todos deseamos, estará también Cataluña.
Termino ya estas palabras, dirigidas a todo el pueblo español, para subrayar una vez más el firme compromiso de la Corona con la Constitución y con la democracia, mi entrega al entendimiento y la concordia entre españoles, y mi compromiso como Rey con la unidad y la permanencia de España".