El expresidente del PP Pablo Casado anunció este sábado que renuncia a su escaño como diputado popular, dando "un paso al lado", porque considera "que es lo mejor" para el futuro de la formación en su nueva andadura con Alberto Núñez Feijóo como nuevo líder popular.
El discurso íntegro del expresidente del PP Pablo Casado, a continuación:
Queridos compañeros del Partido Popular.
Decía Ortega que solo se progresa cuando se piensa en grande y solo se avanza cuando se mira lejos. Es una máxima que siempre he aplicado a mi vida y que me ha acompañado este último mes. En la última Junta Directiva en la que anuncié que no me presentaba a este Congreso extraordinario muchos me preguntabais cómo estaba y os decía que he vivido tiempos mejores, pero también peores.
Hace ocho años mi mujer y yo atravesamos momentos muy complicados en una UCI, y nuestra otra familia, la del PP, estuvisteis apoyándonos durante muchos meses y eso no lo olvidaremos nunca. Unos años después, me elegisteis presidente nacional en las primeras primarias de nuestra historia. Y con toda esa legitimidad, y solo con esa, me dirijo hoy a vosotros después de un mes agridulce, que empezó con un sentimiento de injusticia superado pronto por el de una profunda gratitud.
En política es importante rendir cuentas y más en un partido de orden, que respeta a sus procedimientos y a su gente, por eso llegué en un congreso democrático y me voy en un congreso democrático, poniendo mi mandato a vuestra disposición. En julio de 2018 acabábamos de sufrir una moción de censura dolorosa y teníamos que recuperar la ilusión, el orgullo, la unidad y el buen nombre de nuestro partido.
Creo sinceramente que lo hemos conseguido entre todos, con una renovación por adición de los que se habían ido, la reconstrucción de nuestro espacio electoral partido en tres, la lucha contra la corrupción que nos costó millones de votos, y el lanzamiento de una alternativa de gobierno que ahora emerge con toda intensidad en medio de una grave crisis económica e internacional. Juntos hemos conseguido en apenas tres años pasar de ser tercera fuerza política a ser la primera, dejándola ya a las puertas del Palacio de la Moncloa, después de una dura travesía en el desierto.
Los que nos habían sorpasado han sido casi absorbidos y a los que lo intentaron después les dejamos las cosas claras. Todo ello en un contexto europeo en el que varios partidos de centro derecha han sido sustituidos por nuevas plataformas políticas. Pero nosotros hemos aguantado y nos hemos recuperado.
Volvemos a ser la gran casa común del centro derecha donde son bienvenidos los liberales, conservadores y democratacristianos, que se han reencontrado con su partido, esta gran plaza mayor que también acoge a cada vez más socialdemócratas y regionalistas defraudados por sus siglas. Poco después de llegar tuvimos que soportar, con independencia y personalidad, las presiones para facilitar la investidura del candidato socialista mientras alertábamos de lo que iba a pasar. El tiempo siempre da y quita la razón.
Todo esto lo hemos hecho en una vorágine electoral inédita, con una campaña cada trimestre de media. Y con mayor o menor acierto, todos hemos volcado lo mejor de nosotros al interés general. En todo momento hemos intentado dar a cada uno su sitio porque todos éramos necesarios, desde los de Nuevas Generaciones que querían una oportunidad hasta los que peinan canas y siguen teniendo mucho que aportar.
En un país que ha elegido a cinco presidentes de gobierno cuando tenían poco más de 40 años, la política adulta la definen las ideas correctas. Y por eso estoy muy satisfecho de haber propuesto a una nueva generación de líderes sin importar su edad, para devolver la esperanza a Madrid, Castilla y León, Murcia, Zaragoza, Oviedo, Córdoba o a Andalucía, con nuestro anfitrión Juanma Moreno, además de los que ya estabais gobernando, con Alberto Núñez Feijoo como referente en Galicia.
Hemos plantado cara al populismo de izquierda y de derecha, con una política seria y responsable, sin complejos pero con sensatez, con el corazón pero sin vísceras y con cabeza. Somos la buena política sólida de ideas y soluciones frente a la nueva política líquida de sentimentalismo y escraches, de radicalidad y de polarización. Somos el centro derecha reformista que representa a la tercera España, la de los balcones, razonable y moderada, la que no quiere volver a una España en carne viva ni a una sociedad en blanco y negro con dos bandos enfrentados.
Somos la ambición para construir una mayoría imbatible, sin conformarnos con ser una minoría indomable. Somos la política que no consiste en gritar mucho, sino en llegar lejos haciendo más que nadie por todos. En estos tiempos de fake news, después de leer y oír tantas mentiras sobre lo que supuestamente decimos o hacemos, la verdad se convierte en revolucionaria. Yo siempre he dicho la verdad, costara lo que costara, me enfrentara a quien me enfrentara, y puedo decir que estoy muy orgulloso por ello.
Nunca hay que tener miedo a decir lo que se piensa, ni a hacer lo que se debe. Y así, hemos construido un ambicioso programa de gobierno desde la convención de Madrid y de Valencia, trabajada con medio millar de expertos en medio centenar de mesas de trabajo. Para ello hemos contado con la experiencia de los mejores, desde los cuarenta ex ministros, secretarios de estado, presidentes autonómicos, de diputación y alcaldes que estáis en los tres grupos parlamentarios, hasta numerosos líderes de la sociedad civil y empresarial que han colaborado discretamente.
Es verdad que es difícil dar el paso a la política activa, cuando estamos en la oposición a un gobierno tan radical, pero estoy convencido de que lo harán en el futuro. Nuestros planes estratégicos de fortalecimiento institucional, de recuperación económica y de bienestar sostenible no han llegado aún al Consejo de Ministros, pero ya han demostrado ser muy necesarios y urgentes. El proyecto queda en marcha y a velocidad de crucero, y estoy seguro de que será muy útil pronto, con las propuestas de reforma fiscal, energética, laboral, administrativa, territorial, judicial, educativa, sanitaria, de pensiones, maternidad, vivienda, seguridad o agua, entre muchas más.
Toda una alternativa fiable y creíble para resolver los problemas de los españoles cuando más nos necesitan, también con proyectos ilusionantes a largo plazo para convertirnos en el Silicon Valley del Mediterráneo, en el hub educativo de la Unión Europea, o en el epicentro mundial de la silver economy. Siempre he creído que no basta con decir quién se presenta sino qué representa, y que el reformismo de alta intensidad es el sistema operativo de las mejores democracias, y que solo así conseguiremos poner en pie a un país maltratado por nuestros adversarios.
Queridos amigos, Suárez recomendaba elegir siempre el camino difícil para que la comodidad no eligiera por ti. Después de una docena de vueltas a España, de conocer cada ciudad y cientos de pueblos, de estrechar la mano y mirar a los ojos a miles de compatriotas, me reafirmo en que todo ha merecido la pena.
Y en que cualquier cicatriz es la huella del esfuerzo que conlleva trabajar por los españoles desde el proyecto político más importante de nuestro país, que es, sin duda, el PP. En nuestro último congreso, os expuse con tres preguntas nuestra hoja de ruta, y hoy me gustaría recordarla: Por qué, para qué y con quién estamos en esta noble vocación pública.
En primer lugar, ¿por qué merece la pena entregar los mejores años de la vida a la política, y ahora más que nunca? Porque España para nosotros es la mejor Nación del mundo, una de las más antiguas y relevantes, con la Hispanidad como uno de los momentos estelares de la humanidad. Por eso no aceptamos esa falsa leyenda negra que avanza impunemente en América y que es jaleada por la izquierda aquí. No tenemos que pedir perdón por nada, al revés, debemos sentirnos muy orgullosos de todo lo que hemos aportado a la Historia.
Otro por qué: nuestra democracia es un tesoro de reconciliación, concordia y generosidad que debemos defender con nuestra Constitución como la mejor memoria histórica, con nuestras instituciones como el mejor legado para nuestros hijos, y con un gran Rey como Don Felipe VI a la cabeza, que siempre contará con nuestra admiración y lealtad. También porque los defensores de la sociedad abierta no repartimos la miseria que generan otros sino que creamos prosperidad a través del libre mercado, la iniciativa individual y la defensa de la propiedad privada como vacunas eficaces contra la pobreza y la frustración.
Y porque siempre defenderemos la libertad donde sea atacada ya sea en nuestro vecino Magreb, o en las naciones hermanas de Venezuela, Nicaragua y Cuba, que por supuesto que son dictaduras terribles a pesar de que algunos se nieguen a reconocerlo. Porque los que estamos en el lado correcto de la historia defendemos la civilización occidental que respeta los derechos humanos y la dignidad de las personas y la globalización como autopista de paz y libertad. Pero el precio de esa libertad es su perpetua vigilancia, y la seguridad y nuestra defensa tienen un coste que hay que pagar, sin buenismos ni demagogia, como vemos en la horrible guerra de Ucrania.
Dice el Quijote que por la libertad se debe aventurar la vida, como vemos ahora frente al régimen de Putin. Por eso debemos recuperar nuestro papel en el mundo sin ministros ni socios que callen ante esas atrocidades. Y también porque siempre honraremos la verdad, la Justicia y la dignidad de las víctimas del terrorismo, entre ellas, los 24 mártires asesinados por ser del PP. Si estoy aquí es por Miguel Ángel, Goyo, Alberto, Ascen, Manuel y tantos otros héroes que dieron la vida por España. Y esté donde esté siempre lucharé para que perviva su memoria frente a las cesiones insoportables a los herederos de sus asesinos.
En definitiva, aunque el siglo XXI haya reforzado a los enemigos de la libertad, como el nacionalismo radical, la apología del crimen político y la ingeniería social populista, seguiremos plantándoles cara desde la fuerza tranquila del constitucionalismo, el europeísmo y el atlantismo que representa mejor que nadie el PP. Queridos compañeros, la segunda pregunta que hice hace cuatro años era: ¿para qué militamos en el Partido Popular?, y explicaba que lo hacemos para defender los principios que han hecho avanzar a las sociedades, aquí y ahora, en todas partes y en todas las épocas.
Somos un partido de valores, firmes, claros, buenos. Y lo que debemos hacer en base a nuestras convicciones, es además lo que nos conviene hacer para nuestro interés electoral. Los que nos aconsejan que perdamos nuestra esencia son los que desean que perdamos las elecciones. Por eso defendemos el principio de la libertad individual frente al colectivismo de la izquierda, ahora disfrazado de guerra de identidades. Nosotros servimos a las personas sin importar su género, edad, raza o religión, su ideología, acento y orientación sexual.
Personas, por encima de todo, que quieren que les dejen vivir en paz, sin intervencionismos ni tutelas, con administraciones honestas y reducidas, con menos gobierno y más sociedad para desarrollar libremente todas sus capacidades. Defendemos también la igualdad de oportunidades frente al igualitarismo en la mediocridad, para garantizar unos servicios públicos para todos por igual, vivan donde vivan, voten a quien voten. Y defendemos la defensa de la cultura de la vida, de la familia, de la maternidad, de la dignidad de cada persona cuando está enferma o tiene alguna discapacidad, frente al avance de la cultura del descarte, desde el inicio hasta el final de la vida.
Eso es lo más progresista, lo más justo y lo más humano. Y también es lo más responsable ante el avance imparable del invierno demográfico, la despoblación, la soledad, las enfermedades mentales y la insostenibilidad del estado del bienestar. Defendemos, además, el Estado de derecho y el imperio de la ley frente a la degradación institucional que causa el actual gobierno. Empezando por una Justicia independiente en la que los jueces elijan a los jueces, como he defendido frente a toda clase de presiones, para acabar con una anomalía que dura ya demasiados años.
También defendemos una seguridad que proteja a quienes nos protegen: a los policías, guardias civiles y miembros de las fuerzas armadas, a los que siempre admiraremos por su labor para proteger nuestras calles frente a la delincuencia y nuestras fronteras frente a la inmigración ilegal. Nosotros defendemos como nadie la unidad nacional, esa España unida y diversa, vertebrada y plural, sin privilegios a quienes quieren romperla ni a los que atentaron contra ella. Por eso hemos aguantado todas las presiones para aceptar los indultos y beneficios penitenciarios a los que sembraron el odio y la ruina en tierras tan queridas como Cataluña, País Vasco o Navarra. El Partido Popular es la única garantía de nuestro Estado constitucional y europeo: autonómico en la administración, provincial en lo electoral, municipal en los servicios y nacional por encima de todo.
El derecho a la diversidad no puede suponer una diversidad de derechos, o respetamos lo de todos o nadie conservará lo suyo. Y defendemos el principio de la responsabilidad personal y la regeneración de la vida pública como carta de presentación, la transparencia y la honradez como seña de identidad, y la ejemplaridad de todos nuestros gobiernos como el deber más sagrado de los políticos ante los que nos pagan el sueldo. Ya sé que los españoles nos exigen más a los del PP, pero eso es porque esperan más de nosotros, porque esa es la base de nuestra confianza, de nuestra fiabilidad en la gestión y de la ética de la responsabilidad, que nos permite tener la conciencia tranquila, cueste lo que cueste, y en las peores circunstancias.
Queridos amigos, la tercera pregunta era con quién hacemos todo esto. Por supuesto con todos vosotros, los compromisarios y afiliados que vivís de cerca la política. Pero el PP es un instrumento al servicio de todos los ciudadanos y la mayoría están ya al límite de sus fuerzas, después de una pandemia tan mal gestionada, en la que ni han contabilizado bien a los fallecidos, y han fallado demasiadas cosas que hay que reformar. Lo hacemos con la España que madruga, con los autónomos y trabajadores, que levantan la persiana aún de noche y no pueden ni pagar la luz; con los transportistas, agricultores, ganaderos y pescadores que ya no tienen ni para poner gasoil.
Por eso siempre les hemos representado, pidiendo la bajada de sus costes fiscales, laborales, energéticos y burocráticos para que sigan creando riqueza para sus familias, empresas y también para su país, sin darse cuenta. Siempre hemos pensado que el dinero está mejor en manos de los ciudadanos que de los gobiernos, y que la España real es mucho mejor que la oficial. También lo hacemos con los jóvenes que quieren un país moderno y pujante, líder en la revolución digital y en la sostenibilidad medioambiental, pero sin arruinar el presente ni hipotecar el futuro.
Una generación que aún no ha conocido los buenos tiempos de España, que no quiere emigrar para cumplir sus sueños, y que sólo pide que se le acompañe para hacerlos posibles. Que lo que necesitan es que se reactive el ascensor social con la mejor educación como palanca de futuro, no como polea de dependencia y adoctrinamiento. No me cansaré de decirlo: los hijos son de sus padres, no del Estado, y el español es la lengua común de todos los españoles y se debe garantizar en todas partes. Y por supuesto lo hacemos con los mayores, que después de haber construido una democracia ejemplar y de sufrir como nadie el zarpazo del Covid, quieren tener la tranquilidad de que no les va a faltar una pensión digna, unos servicios sociales a la altura de su sacrificio por sus hijos y nietos.
Y una sanidad de la máxima calidad con unos sanitarios a los que se respete, porque se dejan la vida por cuidarnos a todos y les debemos un inmenso agradecimiento. Y, además, lo hacéis las mujeres, que habéis roto todos los techos de cristal, y que no queréis ser instrumentalizadas en ninguna disputa cultural, sino que exigís los mismos derechos y obligaciones. Esa igualdad real que se consigue con un empleo, como blindaje de la autonomía personal, con una trayectoria profesional sin importar nada más que el talento y el esfuerzo para salir adelante, en una sociedad que debe erradicar el maltrato y la discriminación ya. No dejemos que nos quiten nuestras banderas.
Y también lo hacemos con las familias que quieren llegar a fin de mes, sin racionamientos, sin sacar la calculadora en el supermercado, que no soportan más la inflación que es la ladrona invisible de las clases medias, ni quieren cargar con esta descomunal deuda pública durante décadas por culpa del despilfarro de los malos políticos. Que no quieren ver sus planes de vida truncados por no tener una vivienda o un sueldo digno. Que no piden al gobierno limosna de su propio dinero, menguado ya con demasiados impuestos, sino oportunidades para decidir libremente sobre sus vidas, y para recuperar la esperanza en un porvenir mejor.
Queridos amigos, la historia de España es la de un pueblo que siempre mira hacia delante, que no se resigna, y el proyecto de nuestro partido ha sido siempre que los españoles puedan hacer realidad su propio proyecto vital. Cuanto más fuerte es la tormenta más brilla el faro del Partido Popular, por eso estoy seguro de que por tercera vez devolveremos el rumbo a esta gran Nación y la llevaremos a buen puerto. Siempre nos tocan los peores momentos, pero ningún mar en calma hizo buen marinero. Humildemente, he intentado hacer mi parte durante una década de actividad pública y en estos cuatro años como presidente del PP. Nos hemos dejado la piel trabajando para mejorar España, tratando como impostores al triunfo y al desastre por igual, como decía Kipling.
Y desde hoy abrimos una nueva etapa en el partido, y yo seré el primero en facilitarla y en respaldar a un buen gestor, un buen político y, para mí, un buen amigo. Querido Alberto, podrás contar conmigo siempre, esté donde esté, para lo que necesites y en lo que pueda ser útil. Mientras, mantendré la prudencia y discreción castellana que siempre he demostrado, y que un gallego como tú sabe valorar frente al ruido.
Me alegra mucho saber que vas a contar con personas de mi equipo, que siempre ha sido el tuyo, igual que el tuyo también será el mío. El que te llevará muy pronto a la Presidencia del Gobierno de España. Te agradezco tu ofrecimiento para seguir trabajando contigo pero, como hemos hablado, creo que ahora lo mejor es que dé un paso al lado, para dejar mi escaño en el Congreso de los Diputados y cualquier cargo de responsabilidad en el Partido Popular. Me voy pero volveré para todo lo que necesitéis, para ayudar a este gran proyecto donde haga falta, y para apoyar a quien hoy recoge el testigo después de una trayectoria impecable.
Lo de menos somos las personas y nuestras aspiraciones: por encima de todos está nuestro partido y por encima de todo, está España. Así lo he entendido toda mi vida y siempre he antepuesto el interés común al mío propio. Tomo esta decisión con la satisfacción del deber cumplido, con la tranquilidad de haber defendido todo en lo que creo.
Se lo debo a mi familia, al sacrificio de mis padres, y sobre todo a Isabel, a su apoyo incondicional, a su generosidad infinita, y a Paloma y a Pablo, a los que quiero devolver todo el tiempo que la política les ha quitado. Como se ha demostrado estos meses, la vida da muchas vueltas en muy poco tiempo, pero lo importante, esté donde esté cada uno de nosotros, es poder contribuir a hacer este país un poco mejor, porque los españoles se merecen todo, y desde luego mucho más de lo que tenemos. El PP es un partido de Estado y de gobierno, incluso cuando está en la oposición, que no será por mucho tiempo.
Porque ya somos la única fuerza política que representamos lo que nos une a la gran mayoría: la defensa de España y de la libertad. Hace cuatro años os dije que venía con la cabeza alta, las manos blancas, los bolsillos limpios y el corazón enamorado de España. Y así cedo el timón hoy. Ha sido un privilegio liderar el Partido Popular, la familia política que pilotó la Transición con cuatro de los siete padres de la Constitución, la que fundó la Unión Europea y forjó el vínculo atlántico que derribó el muro de la vergüenza.
El partido que frenó dos golpes al Estado, que nos metió en el euro y evitó la bancarrota, que creó millones de empleos y nos llevó a la primera división internacional. Allí estuvieron mis predecesores Manuel Fraga, José María Aznar y Mariano Rajoy, y ahí estará mi sucesor Alberto Núñez Feijóo. Recordando a Cánovas, todos hemos venido a continuar la historia de España, en nuestro caso, desde un proyecto político formidable que en este Congreso dejo en muy buenas manos.
Mucha suerte, acierto y éxito en esta nueva andadura. Es un orgullo ser vuestro compañero y ha sido un honor ser vuestro presidente. Gracias a todos por tanto, y hasta siempre.