El Mar Menor ha experimentado una “ligera” mejoría con respecto al año pasado, su peor momento en décadas, y aunque se han controlado ciertos vertidos y sellado los de las desalinizadoras, muchas de ellas ilegales, “no se ha llegado al vertido cero como era deseable”, entre otras cuestiones porque queda pendiente el impacto de la contaminación del acuífero del Cuaternario, cuya influencia es muy importante.
También está pendiente conocer cómo se está gestionando el agua contaminada excedente, de la que no existe demasiada información al respecto. Así lo advierte el doctor en Biología Julio Mas, quien en una entrevista señala que “han sido muchos años de vertidos agrícolas y urbanos”, a lo que se suman otras agresiones ecológicas, por lo que la transparencia de sus aguas es visible unos días, y otros, no tanto”.
En cualquier caso asegura que “únicamente la transparencia no garantiza ni la calidad del agua, ni la consecución de una estabilidad ecológica para el ecosistema lagunar”.
Una turbidez que se debe, entre otras cosas, “al exceso de sales de los abonos agrícolas, lo que ha producido la fertilización extra de la producción planctónica” y esa falta de luminosidad ha ocasionado la pérdida del 80 por ciento de la superficie ocupada del alga verde Caulerpa prolifera (también conocida como “oreja de liebre”) sobre todo en la cubeta profunda de la laguna, “y que retenía una gran cantidad de nutrientes”.
Julio Mas indica que la previsión es “incierta”. A pesar de ello confían en la regeneración de esta planta colonizadora, pero para ello hace falta que el agua recupere su transparencia.
Una circunstancia que ha supuesto también la muerte masiva de otras especies como las holoturias o la de moluscos (bivalvos y gasterópodos) presumiblemente asociada a la falta de oxígeno disuelto en el agua (anoxia). Así como una mortalidad preocupante de la nacra o ‘Pinna nobilis’ tanto en el Mar Menor como en el Mediterráneo.
Este investigador ha destacado la llegada de otras especies al Mar Menor en los últimos años, consecuencia de la globalización del transporte de mercancías de todo tipo en todo el mundo y a través de diferentes medios, como el aéreo, marítimo o terrestre.
Ejemplos de ellos son el cangrejo azul (procedente de las costas atlánticas de la América septentrional y central) o el molusco opistobranquio Bursatella leachi, procedente del Mar Rojo, “especies que pueden desplazar a especies autóctonas y suponen el empobrecimiento de la biodiversidad natural del Mar Menor”.
¿Alguien recuerda los caballitos de mar en el Mar Menor? Su estado adelanta una muy “lenta” recuperación, “pero la situación ambiental de la laguna no ayuda especialmente a su repoblación, así como tampoco su captura accidental en diferentes tipos de redes, y la competencia trófica que sufre”. Aunque asegura que actualmente exista una mayor concienciación sobre la conservación de una especie “tan emblemática”.
En cuanto a medusas se refiere, Julio Mas señala que “todo parece indicar que estarán presentes este año en el Mar Menor”, ya que “hay indicios de que la población de las dos especies que colonizaron la laguna hace años –Cotylorhiza tuberculata (huevo frito) y la medusa blanca Rhizostoma pulmo (alcalefo azul o aguamala)– está aumentando en el Mar Mediterráneo” y que la especie autóctona de la laguna salada, Aurelia aurita, es este año abundante, con más de una generación, a diferencia del ciclo de otros años.
Sobre la calidad de las aguas para el baño recuerda que hay una legislación específica sobre ello, y que obligatoriamente debe ser respetada. “A pesar de ello se han detectado, tanto en este año como en anteriores, episodios de afecciones cutáneas después de bañarse en la laguna”. Sobre esta cuestión señala que hay que tener en cuenta que en la producción primaria de la columna de agua “no solamente existen únicamente el fito y zooplancton clásicos, sino que además de ellos hay una gran carga bacteriana, de virus y hongos”; algo que “ocurre en todos los mares y océanos del mundo”.
Esta circunstancia se une a la alta salinidad del Mar Menor, por lo que “favorece que al salir del agua después de un baño, estos organismos se adhieran a la sal, permaneciendo más tiempo en la piel, con las consecuencias previsibles”.
El aumento de la temperatura del Mar Menor es indudablemente otro gran problema, “está siendo fuera de lo habitual en el mes de junio”, no sólo en el Mar Menor, sino también el Mediterráneo, como los registros de los datos de la boya oceanográfica que hay frente al Cabo de Palos. Esta circunstancia podría variar y adelantar, por ejemplo, el proceso de eclosión y crecimiento de las medusas.
También puede influir en la transparencia del agua “y obedece a los cambios que ha introducido el hombre en la naturaleza y a los efectos del cambio climático; y afectará, a medio y largo plazo, a la elevación del nivel del mar”, tal y como explica el investigador.
Además, advierte que si no hacemos nada la elevación del mar romperá y erosionará La Manga” en 50 o 60 años, “aunque depende de los remedios que pongamos a ello” porque se trata de un fondo blando y está a muy poca altura sobre el nivel del mar, “esto no es algo lejano en un futuro próximo” y hay que empezar a pensar en algo para detenerlo; “realimentar con arena no es la solución”.
Éste problema no es exclusivo a nivel regional o estatal y, a su juicio, expertos deberían buscar alternativas, pensando en otras zonas del mundo con una situación similar, porque “nos estamos enfrentando a un problema global”.
Julio Mas concluye con “la situación del Mar Menor ha mejorado; se han realizado determinadas actuaciones que han supuesto el cierre de vertidos y la clausura de pozos, mejorando la calidad ambiental de la laguna, pero no es suficiente” pues “el proceso de recuperación es largo, ya que se trata de un ecosistema frágil y complejo”.
Y es que su situación ambiental es “bastante” mala, “nunca lo habíamos visto así”, aunque es cierto que “existe cierta recuperación”, ha apostillado. A su parecer, es necesario buscar soluciones y estudiar otros ecosistemas con tensiones ambientales semejantes, “aunque el del Mar Menor es especialmente peculiar por su gran extensión, y precisa de un esfuerzo tecnológico y económico muy alto”.
Entre las medidas a adoptar, el experto ha insistido en cortar “con urgencia” las vías de contaminación a la laguna y al Mediterráneo adyacente, reducir la entrada de sedimentos a su cuenca y la creación de un mosaico de filtros verdes (tanto en los lugares de explotación agrícola, como en las riberas internas de la laguna).
“Todo esto podría ayudar a recuperar el reequilibrio que necesita el Mar Menor para que pueda regenarse por sí mismo”, aunque no serían las únicas alternativas, “hacen falta conocimientos, medios e imaginación para afrontar un reto tan importante como éste”.
Finalmente, advierte que las soluciones a los impactos ambientales actuales del Mar Menor, no pueden trasladarse al Mar Mediterráneo; “otro mar interior que ya de por sí se encuentra inmerso en una situación preocupante de estrés y de desequilibrio ecológico”.