Pedro Sánchez había previsto una comparecencia institucional solumne. Quería aprovechar el gran foco mediático del anuncio de la fecha electoral para repasar, desde su óptica, todas las medidas aprobadas por su Gobierno en los nueves meses que lleva al frente de la presidencia.
Sánchez tardó 19 minutos en dar la fecha que todo el mundo estaba esperando: 28 de abril, nuevas elecciones generales. El presidente, sin saber que su embajada en Dinamarca, ya había roto la magia que pretendía darle al acto institucional, repasaba, repasaba y repasaba todas las medidas que, a su juicio, explicaban el giro a la izquierda de las políticas aplicadas en los últimos meses.
Desde Copenhage, a las 10:08 a.m. un tuit programado anunció la noticia esperada. "El próximo 28 de abril se celebrarán elecciones generales en España". El tuit fue inmediatamente retuiteado y los más hábiles ya habían guardado un pantallazo de la publicación del tuit. A esa hora, Sánchez llevaba tres minutos hablando, sin atisbo de ponerle prisa a la noticia. Aunque la embajada de Dinamarca borró el tuit, en cuando Moncloa dio el "toque" del grave error cometido, ya no había nada que hacer. En tuiter da igual que se elimine un mensaje. En el juego de naipes se dice que carta sobre la mesa pesa. Y eso es lo que pasa con Twitter. Cuando un mensaje está publicado borrar ya no sirve de nada.
El tuit de la embajada de Dinamarca es el spoiler político en redes sociales más escandaloso de la historia de la democracia española.
Mientras Pedro Sánchez aprocechaba su comparencia para mayor gloria en redes lo que ya estaba circulando era su revelado secreto. La noticia que importaba, lo verdaderamente relevante, no era la gestión de la corta legislatura de Sánchez. Sólo importaba una cosa: la fecha en la que los españoles irán a las urnas para elegir un nuevo Gobierno.