Juan Carlos se vio obligado a abdicar, un hecho insólito ya que los reyes lo son hasta el último día de sus vidas salvo en contadas ocasiones, pero el rey instaurado no tuvo más remedio que hacerlo para intentar salvar la monarquía, una vez que comenzaron a hacerse públicos sus devaneos sentimentales y económicos.
A la luz de los acontecimientos que llevamos vividos desde el fatídico 3 de octubre de 2017, cuando Felipe VI (de quien se decía era el borbón más preparado para liderar una institución obsoleta) pronunció un discurso que marcó el principio del declive de la monarquía, que desde esa fecha no ha hecho más que desvalorizarse, no ha servido para nada.
Los desencuentros entre Felipe VI y su esposa, entre ella y su suegra, los desplantes públicos y la falta de empatía que la reina consorte despierta en la mayoría de la población, unidos a un rey que tampoco convence ni con sus actitudes, ni mucho menos con sus discursos, han contribuido a horadar profundamente la institución y las voces pidiendo el fin de la monarquía crecen día a día.
Y ayer nos encontramos que Ok Diario y El Español, ambos al alimón, desvelan unas conversaciones mantenidas por el comisario Villarejo (en prisión provisional comunicada y sin fianza por presuntos delitos de organización criminal, cohecho y blanqueo de capitales) con la ex amante del rey emérito, que deja a este con las vergüenzas al aire.
La inviolabilidad de rey
En este país, se supone que todo ciudadano es igual ante la ley, todos a excepción del jefe del estado cuya figura es inviolable mientras siga ejerciendo su cargo y Juan Carlos abdicó a favor de su hijo en junio de 2014, lo que abre la puerta a una investigación de los hechos acaecidos después de esa fecha. Hacienda se frota las manos.
Afirma Corinna zu Sayn-Wittgenstein en una conversación grabada en 2015, que Juan Carlos la hizo servir de testaferro para ocultar su patrimonio y propiedades en el extranjero, que pretendía que blanquease dinero, que tenía cuentas en Suiza a nombre de su primo segundo Álvaro de Orleans Borbón, que su abogado de confianza era quien le creaba offshores y que todo lo que se hacía en Noos era por orden del rey emérito.
Esto último deja al yerno Urdangarin como hombre de paja al servicio de su majestad y el chivo expiatorio que ahora se come el marrón sin decir esta boca es mía, alojado y mantenido por el estado en la prisión de Brieva, mientras pide un indulto que si llega, dejará todavía más en jaque a una Corona que a día de hoy parece tocada de muerte.
Según Eduardo Inda, la cara televisiva del escándalo, esto no ha hecho más que empezar.
La sensación que nos queda es que parece que hay quienes consideran la monarquía amortizada y piedra a piedra, escándalo a escándalo, propician en la opinión pública lo que poco a poco va siendo un clamor cada día con más fuerza: pedir que España vuelva a ser una República.