Una situación que descubre el informe de la plataforma Policías siglo XXI, que constata que, en ese submundo rancio de la Policía, nadie está dispuesto a prescindir de privilegios. Parece que, “la gran mayoría de los mandos policiales no ejerce responsabilidad alguna de ningún tipo: su número de placa no figura nunca en ningún sitio, porque la mayoría de ellos hacen labores de despacho no operativas”.
Los jefes distribuyen su jornada con horario de oficina, “limitándose a reuniones con superiores, con los que luego se van a tomar un café”, parece que en coche oficial y con chófer. “La inmensa mayoría de los mandos policiales se limitan a ser supervisores de otros policías”.
La tele
A estas tareas se suma la última moda: la tele. Excedencias que sitúan a policías de comentaristas, analistas del suceso y directores de programas que nutren de contenidos, con información directa de allí donde tienen su plaza.
Y mientras los mandos, cumplen su horario, “casi todo el trabajo de campo que se realiza a diario en una comisaría, lo hace la Escala Básica (policías y oficiales), con la supervisión sobre el terreno de la Escala de Subinspección (subinspectores), como si un funcionario policial cuando asciende a la escala de mando, deja de ser policía”.
Caso Madrid
Los que parece que a pesar de ser policías, nunca lo han sido después de suponer una inversión estatal en formación de relevancia, son los destinados a cocineros, peluqueros y trabajos de imprenta, como ocurre en Madrid; una comunidad con 7,4 agentes por 1 habitantes, que duplica la media internacional, por estar destinados a oficinas, manejo de la burocracia y gestiones varias, que poco tienen que ver con la delincuencia en las calles.
Policías que juraron de uniforme trabajar por la seguridad ciudadana y que, no se sabe si por mandato o preferencia personal, fichan sus horas para guisar los menús diarios o hacer rapados al gusto del cliente que entra por la puerta.
El documento ‘Una Policía para el siglo XXI’, que rubrica Samuel Vázquez, policía criminólogo, no tiene desperdicio.